El experimento

[J.C. Hernández]

Me hicieron una propuesta que acepté a cambio de algún dinero. Una aportación retribuida y personal al desarrollo de un proceso experimental, dijeron.
Consentí en que me sedaran hasta caer en un profundo sueño. Cuando desperté había perdido totalmente la conciencia del tiempo transcurrido; pero de eso se trataba.
Desconocía si era de día o de noche, pues la estancia carecía de ventanas. Me encontraba física y anímicamente bien, tan solo me embargaba una ligera sensación de placentera lasitud.
Accedí a que tapasen mis ojos con una banda ancha y opaca que me impedía tener visión alguna. Con gran delicadeza me ayudaron a caminar, y supe que me hallaba en el exterior cuando la densidad del aire, su olor y la tenue brisa así me lo hicieron sentir.
Me desplazaron unos cuantos metros hacia delante, dejándome en pie frente al más absoluto ignoto.
A mi alrededor apenas resonaban ecos perceptibles, tan solo un próximo rumor de hojas de árbol y el gorjeo de algunos pájaros.
-Bien. Va a comenzar el experimento -me sorprendió una voz que me llegaba desde atrás- ¿Está dispuesto?
Asentí con varios movimientos de cabeza pues, aunque lo intenté, no acertó a brotar sonido alguno de mi agarrotada garganta.
-A continuación vamos a proceder a retirarle la venda de los ojos- anunció la voz a mi espalda.
El pulso de mis sienes latía en diacronía con las palpitaciones de mi corazón y un regusto metálico me inundó la boca reseca .
De repente la luz hirió mis sorprendidos ojos y ante ellos se abrió un horizonte completamente despejado, cuya línea lejana era suavemente lamida por un bello disco de fuego.
-Responda a una única pregunta –volvió a sentenciar la voz -¿Qué diría usted que está presenciando… un amanecer o un ocaso?
Y yo, no supe que responder.