un orgullo apasionado cuando todo decline
mientras sientes que la vida se te escapa
y se han perdido los cielos de la infancia.
Ya no quiero ser un mártir,
ya no muero por el alma de la rosa,
no miro las vidrieras
ni las puertas del Paraíso,
me quedo en este hombre que llora
por un pájaro muerto o un lobo enjaulado,
que ha pecado por amor y lo haría
en cada momento
que se le ofreciera como si fuera el último.
Ya no quiero unas alas en los hombros colgadas
ni ofrecerles a los santos mis palabras ocultas.
Quiero ser prisionero de una tierra que amo
entre aquellos que abrazan sin fronteras ni signos
el milagro de la vida, la tristeza de la muerte.