Sala de espera
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
Sala de espera
No tengo nada que hacer, así que me dedico a la contemplación y a tropezarme visualmente con un tomacorriente, una papelera con un vasito de plástico sin café, un silencioso extractor de aire en el techo y rostros. La masa difusa desde dentro se aprecia perfectamente, y puedo ver marcas distintivas de tratamientos galopantes, el aburrimiento, el cansancio o la resignación de los que esperan a que algún familiar salga o entre, una mezcla de diagnósticos confirmados, por confirmar, por descartar. Mi alma reconoce esto.
La temperatura del lugar, el tono brillante de la luz blanca, el estampado con imitación de mármol pulido en las paredes, los murmullos —todos hablan murmurando, como en las iglesias y como en los velorios—.
Mi alma recuerda escuchar su nombre y atravesar la puerta.
Era otro tiempo, otra especialidad, otra yo, pero mi alma recuerda.
El miedo es miedo.
A una mujer de unos cuarenta y tantos, un médico muy delgado y joven, le dice con tranquilidad y voz amable: "Dos nódulos y tres quistes en el lado derecho, tomamos la muestra del más grande. Ahora, a esperar el resultado. Vaya a casa, tranquilita". Y se despide también amablemente. Ella se levanta con su acompañante y se dirige a la salida, tranquilita… hasta yo le escucho el corazón golpeándole el pecho.
Al rato veo pasar al mismo médico en ropa de cristiano; asumo que es su hora de descanso. Se va a caminar la vida mientras va dejando tras de sí las migas de palabras como nódulo, biopsia, quiste, benigno, tratamiento, cáncer.
Diagnóstico.
Sólo quien ha recibido uno que divide su vida en un antes y un después sabe lo que significa ocupar una plaza en esas sillas negras. No ser el acompañante.Las salas de espera son una especie de microuniversos, cada una con sus propias leyes y con sus propios tiempos. La atmósfera de pediatría y de neonatología no se rige por las mismas normas. En una hay llantos que se mecen mecánicamente mientras una conversación sigue sin inmutarse; en otra, hay sonrisas que, mientras se expanden, atascan un nudo en la garganta de una madre.
Estar consciente de la propia existencia suele ocurrir en momentos como estos, no mientras vemos una película, no mientras comemos un helado, no mientras experimentamos un orgasmo, no corriendo de la lluvia, no cocinando, no tomando una ducha, no mientras la vida transcurre, sino cuando la vida te mira, cuando entendemos que no queremos verle girarse.
Llega un mensaje de Joana diciéndome solamente: "Todo está y estará bien". Llega mientras veo toser al señor de la fila de enfrente, que, subiendo un poco la barbilla, se voltea hacia su acompañante para que le diga si algo salió por su expuesta traqueotomía. ¿A él también alguien le dijo que todo estaba y estaría bien?
Tengo 42 años.
Mi alma recuerda.
El miedo es miedo.
La belleza es el disimulo de la muerte
Ara López
- Ana García
- Mensajes: 3768
- Registrado: Lun, 08 Abr 2019 22:58
Re: Sala de espera
Tienes toda la razón.
Y me quedo mirando tu escrito y me veo en él desde hace unos tres años.
Mi pequeña familia ya no me dice que "todo irá bien". Han pasado a decir: tendrás que vivir con lo que toca. Tendrás que acoplar tu vida a la enfermedad.
Los médicos no dicen nada de nada, emiten su dictamen y para casa. Es normal, no gastan saliva en acompañamientos que saben que no serán escuchados porque te quedas tan solo con el dictamen.
Volviendo a tu prosa, te aplaudo por lo bien escrito que está. El párrafo que he marcado es lo que conforma todo el cuento, es hacia donde querías llevarnos: a la cruda realidad de nuestra existencia.
Me ha encantado. Se te da muy bien la prosa.
Un beso.
Re: Sala de espera
Mi queridísima Ana, gracias por el mensaje que compartes conmigo. Sé que lo he dicho, más no sé si a ti también, que a veces lamento cuando entendemos tanto algo, sobre todo algo como eso: una sala de espera, un diagnóstico, una vida que marca un checkpoint que no queríamos. La salud... No tenerla.Ana García escribió: ↑Vie, 08 Ago 2025 21:50 Estar consciente de la propia existencia suele ocurrir en momentos como estos, no mientras vemos una película, no mientras comemos un helado, no mientras experimentamos un orgasmo, no corriendo de la lluvia, no cocinando, no tomando una ducha, no mientras la vida transcurre, sino cuando la vida te mira, cuando entendemos que no queremos verle girarse.
Tienes toda la razón.
Y me quedo mirando tu escrito y me veo en él desde hace unos tres años.
Mi pequeña familia ya no me dice que "todo irá bien". Han pasado a decir: tendrás que vivir con lo que toca. Tendrás que acoplar tu vida a la enfermedad.
Los médicos no dicen nada de nada, emiten su dictamen y para casa. Es normal, no gastan saliva en acompañamientos que saben que no serán escuchados porque te quedas tan solo con el dictamen.
Volviendo a tu prosa, te aplaudo por lo bien escrito que está. El párrafo que he marcado es lo que conforma todo el cuento, es hacia donde querías llevarnos: a la cruda realidad de nuestra existencia.
Me ha encantado. Se te da muy bien la prosa.
Un beso.
Por otro lado, me alegra que a pesar de eso podamos apreciar un poema, una historia, un cuento, un verso.
Te mando un abrazo grande.
La belleza es el disimulo de la muerte
Ara López
- Lisandro Sánchez
- Mensajes: 366
- Registrado: Vie, 25 Abr 2025 5:50
- Ubicación: Varvarco, Neuquén, Argentina
Re: Sala de espera
Los médicos, los enfermeros, en fin, los sistemas de salud, a veces es de maravillarse como evitan una muerte o una penosa enfermedad, y al mismo tiempo es de maravillarse como pueden ser tan inhumanos.
El solo concepto de "paciente", siempre me ha parecido un maltrato en sí mismo. Lo mismo que la liviandad con la que someten a "pacientes" y familiares a esperas interminables, desagradables y sistemáticas en las famosas "salas de espera", y que podrían ser mucho más breves y amenas con un pequeño esfuerzo por parte del sistema.
Lo mismo que la falta de humanidad con la que a veces a un "paciente" le dicen que le queda un mes de vida como quien dice que falta un mes para Navidad; y otras veces a un "paciente" lo despachan, sin explicarle nada, a un siguiente estudio que demorará un mes o más, y el pobre infeliz se queda pensando: "¿llegará antes mi turno para el estudio o mi turno para la muerte?".
Todo es coherente con esa frialdad, hasta el mármol (antes auténtico; ahora, como en tu relato, estampado). Aquí en Argentina, hace mucho tiempo, tuvimos un ministro de salud que sostenía que el hospital al enfermo tenía que resultarle un lugar cálido, ameno, familiar.
Por eso durante su gestión los hospitales dejaron de construirse con mármol, columnas y esas cosas aparatosas, y pasaron a construirse con la apariencia de las antiguas casas coloniales. Techos de vigas de madera con tejas rojas, paredes pintadas de blanco, aberturas de madera. Porque él decía que era el estilo arquitectónico que a la mayoría de la gente aquí le resultaba más familiar, más similar a sus propias casas, a sus escuelas, a sus clubes.
Además fue el ministro que más hospitales y centros de salud hizo en toda la historia argentina. Y el que implantó un sistema basado en la prevención (en las adecuadas condiciones de alimentación, vivienda, descanso, salubridad laboral, atención primaria de la salud) y no en la intervención, o sea basado en la salud y no en la enfermedad. Se fue él y volvimos al mármol, y al sistema basado en la enfermedad y no en la salud. Volvimos al sistema inhumano, que muchas veces salva vidas, pero con frialdad de mármol.
Pues a mi criterio tu relato pinta maravillosamente esa frialdad inhumana del sistema de salud, y lo que en consecuencia siente uno cuando le toca caer en él.
Mi modesta felicitación por tu relato, y un fraterno abrazo.
Lisandro