Pabellón de Ictus
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
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Re: Pabellón de Ictus
Prefieren invertir en guerras destructivas que en sanidad. Es lamentable.
Por supuesto, los Ictus solo son una parte de las enfermedades. Están todas esas que tú nombras.
Al final solo podemos intentar cuidarnos (y a los nuestros) lo mejor posible.
Un abrazo y gracias por venir
Ana
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Re: Pabellón de Ictus
Un abrazo
Ana
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Re: Pabellón de Ictus
El trabajo es bonito (aunque parezca extraño). Ver cómo un paciente pasa de no andar a caminar. De estar hundido a volver a sonreír. De ser dependiente a recuperar su independencia. Eso es gratificante.
Un fuerte abrazo
Ana
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Re: Pabellón de Ictus
Gracias por venir. Bueno... pues no. No es terrible trabajar ahí porque hay muchos pacientes que se recuperan. Unos totalmente y otros parcialmente. Ves la resiliencia de las personas. La voluntad. La capacidad humana de superación.
Aunque sería mejor que estos ACVs no ocurrieran.
Un abrazo
Ana
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Re: Pabellón de Ictus
Un beso grande
Ana
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Re: Pabellón de Ictus
Hace unos días que leí este trabajo, aunque no lo comentara. Es un tema muy triste que me toca de refilón. Me es muy doloroso ver a mi hermano sin apenas poder hablar o caminar, cuando, además, perdió a su esposa: sus manos, sus ojos y sus piernas.Ana Muela Sopeña escribió: ↑Dom, 13 Jul 2025 15:48 El hospital rezuma lo terrible. Una desolación y oscuridad que rozan la ficción de una película. Lo indecible en los ojos de pacientes que buscan con terror volver a andar. Regresar a la herida antes del Ictus. Volver a decir algo claramente. Recordar los momentos sin amnesia. Razonar con la lógica coherente. Las enfermeras vuelan por los pasillos llenos de murciélagos. Son entes invisibles que pululan al lado de la muerte. Lo visible se torna pesadilla. Veo una mujer siempre mareada. La lesión le provoca cada instante un vértigo de infamia, un gran infierno. Otra era una cantante de flamenco y ahora ya no canta, una tortura. Familiares se afanan con sus mimos en lograr lo imposible. Pero nada funciona. Hacen falta ocho horas cada día para que todo vuelva a ser como antes. El hospital atiende cada caso con noventa minutos, ni uno más. Las auxiliares huyen con vagancia. Van haciendo lo suyo lentamente. No desean sentir que ya no hay tiempo. Algunos se rehacen con la fisioterapia y logopedia, pero es un porcentaje muy pequeño. Quizás un diez por ciento. Otros van caminando con arritmia hacia el gris de las piedras de un amplio cementerio. Porque esto ya no es vida, es otra cosa. Otro veinte por ciento, más o menos. Después un treinta y cinco aprende algo, pero solo un poquito. Aprende a aceptar que ya su vida es solo sombra muerta del pasado. Y otro treinta y cinco por ciento de afectados aprende mucho, mas debe aceptar la dependencia y discapacidad en algún grado. Es una vida dura, sin excusas.
El pabellón de Ictus destila en el ambiente la esperanza mezclada con la herida más honda. La verdad de una crónica anunciada. Estadísticas plenas, salud pública. Hay también la tristeza de lo obvio. Esa desolación de la locura de una vida ya ínfima y oculta. Cada historia no sale en los periódicos. Una luz que no ciega. Cada familia rota.
Un silencio que flota en el ambiente, una neblina. Los sueños inconclusos ahora yacen en camas con barreras. Ilusiones perdidas que se alzan con los cuerpos pesados, con las grúas. Un problema de todos, del que apenas se habla. Tras las cortinas duermen los susurros sobre esta lacra densa de nuestras sociedades más modernas...
Ana Muela Sopeña
En cuanto al trabajo, ¿es prosa?, ¿prosa poética?, ¿son versículos?... ¿tal vez son versos? Eso depende del tiempo en que se analicen y del poeta o crítico. Yo entiendo que es prosa poética. Desde luego no son versos, ni prosa( aunque lo diga J.R. Jiménez), ni versos whitmanianos, a mi entender.
Decía J. Ramón Jiménez, en el prólogo a su poemario Leyenda, : "publico en forma de prosa todo el verso libre sin rima consonante o asonante. La rima es lo único que decide el verso".
Según parece, este autor se contradice, pues si la rima es lo único que decide el verso, no se entiende que hable de verso libre al verso sin rima.
Recibe mi admiración por tan magno trabajo y un abrazo.
PD. Me alegra saber que hay ángeles como tú cuidando a esas personas.
- Rafel Calle
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Re: Pabellón de Ictus
Ana Muela Sopeña vuelve a demostrarnos que su voz poética no necesita de ornamentos tipográficos para estremecer, que el ritmo acentual no es solo propiedad del verso, y que la emoción —cuando es verdadera— se abre paso por cualquier forma que adopte la palabra. En Pabellón de Ictus, la autora despliega su particular estilo de prosa versicular, un texto cuya apariencia de párrafo oculta una arquitectura de versos medidos, silabeados con el compás del endecasílabo, el heptasílabo y algún pentasílabo. La pausa versal desaparece, pero su orla habita el ritmo interior del texto, haciéndolo tan respirable como un poema en verso polimétrico.
La prosa versicular es un poema en prosa que se diferencia del poema en verso únicamente en la falta de la pausa versal, esa es la única diferencia; no hay que confundirla con la prosa poética, ya que la prosa poética no es un poema.
En cuanto a la temática, dura y sin concesiones, se desarrolla en torno a la experiencia hospitalaria de los pacientes que han sufrido un ictus. El poema se convierte en crónica poética de una derrota colectiva, de una sociedad que administra el sufrimiento con relojes de noventa minutos y estadísticas de dependencia. El horror cotidiano de una planta hospitalaria se traduce aquí en un lenguaje lírico contenido, casi clínico, que recuerda por momentos a un noticiero íntimo, a un parte de guerra sin épica.
Ana estructura su discurso desde el realismo sin anestesia, pero lo dota de una belleza turbadora: “El hospital rezuma lo terrible. Una desolación y oscuridad que rozan la ficción de una película”. Ese comienzo instala al lector en un paisaje sombrío donde lo ficcional se ha convertido en rutina, y lo real se percibe como una pesadilla sin desenlace.
La voz poética —más que lírica, casi testimonial— no busca consuelo, sino lucidez: “El pabellón de Ictus destila en el ambiente la esperanza mezclada con la herida más honda.”
La musicalidad interna del poema es sobresaliente. La cadencia de los sintagmas, la disposición de las frases, la repetición rítmica de ciertas fórmulas (“otro treinta y cinco por ciento”, “pero solo un poquito”, “ya no hay tiempo”) permite escandir los versículos como auténticas unidades métricas que sostienen el peso emocional del texto. Este recurso no es gratuito: evita el efectismo visual del verso polimétrico y opta por una naturalidad engañosa, como si la autora dejara que el lenguaje fluya con naturalidad, aunque cada palabra esté calculada.
Hablando del contenido, hay una poética de la impotencia que se erige como denuncia: los esfuerzos familiares que se revelan inútiles, la frialdad de los tiempos clínicos, la vagancia de algunas auxiliares como símbolo de una burocracia deshumanizada. Ana Muela Sopeña no cae en el sentimentalismo: su enfoque es analítico, casi matemático, cuando reparte porcentajes de mejora, aceptación o muerte, y a la vez profundamente humano.
“Porque esto ya no es vida, es otra cosa.”: Esta declaración, que podría ser un endecasílabo según las reglas de la métrica tradicional, condensa la brutalidad del poema: la vida, tras el ictus, se transforma en algo ajeno, incierto, espectral. No hay moraleja, ni esperanza impostada. Solo una lúcida compasión que se abre paso entre grúas, barreras y camas con sueños inconclusos.
La última frase del poema merece una mención especial: “Tras las cortinas duermen los susurros sobre esta lacra densa de nuestras sociedades más modernas…” Este cierre es profundamente político. No hay patetismo, sino denuncia. La autora desvela la sombra colectiva de una enfermedad que afecta a miles de seres humanos, pero que se vive en soledad, entre susurros, como si fuese un tabú social.
En fin, Pabellón de Ictus es un poema de hondísima madurez lírica, escrito desde el margen de lo visible y con una estructura que explica claramente la diferencia entre prosa versicular y verso, para alumbrar una forma muy personal de testimonio poético. La prosa versicular de Ana Muela Sopeña permite la escansión para un poema en versos polimétricos, mientras que otras autoras, por ejemplo, Hallie Hernández Alfaro en su Cazador propone una prosa versicular que permite la escansión para un poema en verso de métrica libre.
Y, bueno, no es fácil comprender el mundo del poema, desentrañar sus entresijos, entre otras cosas, porque cada autor es un mundo. Se necesita estudiar a conciencia las obras para llegar a determinadas ideas.
Que te llegue mi enhorabuena, querida amiga Ana, junto a un fuerte abrazo.
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Re: Pabellón de Ictus
Un cordial abrazo.
- Concha Vidal
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Re: Pabellón de Ictus
Abrazos mediterráneos.
- Ana García
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Re: Pabellón de Ictus
Admiro tu optimismo.
Enhorabuena, como te digo, te mereces estar en primera plana.
Un fuerte abrazo.
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Re: Pabellón de Ictus
- Armilo Brotón
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Re: Pabellón de Ictus
Un beso amiga.
Bendiciones
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Re: Pabellón de Ictus
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Re: Pabellón de Ictus
Un beso grande
Ana
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Re: Pabellón de Ictus
Siento lo de tu hermano.
El texto es prosa versicular.
O un poema con sus versos métricos (endecasílabos, heptasílabos y otros) dispuestos seguidos, sin pausa versal.
Hay muchas personas en este campo poniendo su granito de arena. Son granitos pequeños, pero todos juntos hacen la diferencia.
Gracias por tu precioso comentario.
Un abrazo
Ana