Rafel Calle escribió:Muy bello trabajo de Óscar.
Gracias, Rafel, por estar siempre.
Un gran abrazo.
Óscar
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Rafel Calle escribió:Muy bello trabajo de Óscar.
Óscar Distéfano escribió:Siento en mi cuerpo que te hayas muerto, Marion
¡Oye, Marion!, ahora que estás muerta:
¿para qué lado queda mi destino?
Hoy que te añoro, me descubro extraviado
sin nuestras noches de placer,
con mi brújula litigando en cada bocacalle,
mientras al mundo todo
—hoy que añoro tu cuerpo furioso en el deseo,
hoy que quisiera haberte dado un beso más—,
le canto el secreto de aquella gran pasión.
En los años ochenta penetraba la música
en nuestra piel,
y puedo comentar que fuimos
unos adictos de todo tiempo al rock.
¡Era la música tanto para nosotros!:
recuerdo aquellas melodías
que resbalaban en las noches por tus muslos,
sobre tu vientre almidonado.
Recuerdo cómo los altoparlantes
retumbaban en nuestro barrio,
y todos nos volvíamos
bailarines frenéticos con Elvis, a sabiendas
de que el sexo lo encontraríamos
debajo de las madrugadas,
luego de que la seducción se derramase
sobre nuestra perpetua juventud.
Nunca sentí el apremio
de sofocar nuestras hogueras
—ni en el recuerdo—;
quiero decir:
ningún otro arrebato me ha vencido
con la fuerza que tu desnuda
tibieza me vencía
en las noches de invierno
cuando me dormía pegado a ti.
Mi inolvidable Marion.
Pilar Morte escribió: ↑Mié, 14 Jun 2017 17:05 Buen poema, Oscar, cálido, sensual y finamente escrito. Un lujo.
Besos
Pilar
Todos los recuerdos de un pasado lejano trae la nostalgia como añadidura. La juventud, creo yo, nunca se pierde en el amor, renace como las flores.Óscar Distéfano escribió: ↑Lun, 12 Jun 2017 12:45 Siento en mi cuerpo que te hayas muerto, Marion
¡Oye, Marion!, ahora que estás muerta:
¿para qué lado queda mi destino?
Hoy que te añoro, me descubro extraviado
sin nuestras noches de placer,
con mi brújula litigando en cada bocacalle,
mientras al mundo todo
—hoy que añoro tu cuerpo furioso en el deseo,
hoy que quisiera haberte dado un beso más—,
le canto el secreto de aquella gran pasión.
En los años ochenta penetraba la música
en nuestra piel,
y puedo comentar que fuimos
unos adictos de todo tiempo al rock.
¡Era la música tanto para nosotros!:
recuerdo aquellas melodías
que resbalaban en las noches por tus muslos,
sobre tu vientre almidonado.
Recuerdo cómo los altoparlantes
retumbaban en nuestro barrio,
y todos nos volvíamos
bailarines frenéticos con Elvis, a sabiendas
de que el sexo lo encontraríamos
debajo de las madrugadas,
luego de que la seducción se derramase
sobre nuestra perpetua juventud.
Nunca sentí el apremio
de sofocar nuestras hogueras
—ni en el recuerdo—;
quiero decir:
ningún otro arrebato me ha vencido
con la fuerza que tu desnuda
tibieza me vencía
en las noches de invierno
cuando me dormía pegado a ti.
Mi inolvidable Marion.