¡Qué turbio el silencio,
qué ruina, qué escarcha…¡
Y afino el oído,
duermen los violines,
no mecen las nanas,
y me desayuno el jadeo inmundo de los pederastas,
apago la radio,
vomito hasta el alma.
Seguirán tejiendo con hilos de arañas
casas de muñecas a la pata coja,
patines sin ruedas
Peter Pan sin alas,
sin sombra de sombra…
los niños,
... esos niños,
del mundo,
la espalda.

(Porque "esa infancia", también existe. Y también sueñan con casas de muñecas y camiones y piruletas y lagartijas y ciempiés y cuentos y cuentacuentos. Desde mi mediterráneo alicantino un tremendo beso de sal para ellos)
