caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra
Antonio Machado
Sopla el viento rencoroso en la negrura.
Sube la niebla desde el río,
adelantando la noche y el misterio.
Ahora solo se sienten los rescoldos
de un vicio anterior.
Y ese inmenso cuarto
presidido por la cama entronizada
pierde sus contornos;
Silencio Contra Viento.
ELLA
Estoy cansada
de tedio y de miradas.
El almidón se cierne
impunemente
en las arterias
anquilosando.
Mis dedos
conocen unas sendas muy largas,
muy altas,
arañan malezas de ojos
miradas cansadas
viejas
necesarias incursiones ahí dentro
en la mujer que camina a mi lado
sus penas.
Estoy sobrecargada
de sonrisas caídas de las ingles
y de verbos
y de mi sombra con sabor a sudor.
Inertes colgaduras antes,
son ahora juego
de indefinidas formas.
Tal vez aúlla la loba,
tal vez el loro
grazna como un cuervo.
Llega la tormenta lejana. Iluminan los relámpagos los edificios del fondo. La mujer se palpa el cuerpo helado y cree percibir un aliento cercano que se dirige al silencio. Es arrastrada hasta el lecho sin defensa, se deja manejar, hasta el límite del placer. Sus bragas blancas se llenan de sangre. Apenas siente el puñal penetrando sus carnes.
Sí, percibe el indefinido olor
a peligro cercano.
Escudriñan sus ojos
cuando el aliento
le roza la cara.
Se desvanece,
aunque antes vislumbra
el bello rostro masculino.
Si la luz de las velas aleja las sombras más cercanas, resalta los danzantes y escurridizos bultos rojos en las paredes. Grietas de las que surgen cabezas aisladas de liebres gigantescas, aladas formas, desahuciados líquenes o selvas insospechadas de materia antimateria.
No hay nada más allá, NADA.