(ni siquiera esto que te estoy contando)
ya te dije que el mundo es incontable.
Mario Benedetti (1920-2009) Escritor y poeta uruguayo.
A veces me pierdo en el sacrilegio de querer conversar con los grandes del universo. A veces, pocas, o quizás varias, me veo conversando con quien ya no está con nosotros, y que de estarlo, ¿de veras podría hablar con ellos? Menos mal que ahora tenemos la locura de internet, donde lo más insignificante tiene su hueco y lo más genial se te ofrece a golpe de tecla.
De veras, hablo con ellos,
basta con preguntar a Neruda,
a Fijman o a Bécquer,
me atienden,
me escuchan tan atentamente,
que ignoran las molestas moscas impertinentes.
Hay instantes que su complicidad es tal
que corren sonrisas en el ambiente,
les hablo y escuchan,
me hablan y escucho,
presto atención y aprendo,
prestan atención…
Y hay más.
Quisiera sentarme a su lado,
o tener un debate con varios genios,
daría igual si en la terraza de un bar,
en la barra o en una mesa de restaurante.
Seguramente, -más bien seguro-,
no sería capaz de preguntar,
de comenzar una conversación inteligente,
-sería sin duda el lastre de la reunión-,
porque una cosa es hablar con alguien imaginario,
y otra deambular frente a frente con la realidad.
A veces, me quedo mirando al techo,
-normalmente suelo quedarme en blanco-,
y no encuentro una lógica a la situación,
pero me inspira y crea esos sueños imposibles,
esas conversaciones irreales;
es curioso,
siempre salgo de ellos con el movimiento de una telaraña.
¿De qué hablo envuelto en quimeras?
de todo y nada,
eso sí, soy el alma de la conversación,
y no desentono,
da igual que esté con Lorca,
con Benedetti o con el príncipe de Bel-Air,
da igual que se hable de política,
poesía, cine o simplemente del mundo.
La araña sabe de mi inoperancia,
con un movimiento sutil me saca de la ilusión
para llevarme de nuevo al mundo de los vivos.
Es cuando me incorporo,
me bebo un vaso de agua fresca,
me refresco la cara,
y vuelvo a la vida real y cotidiana.
¿Alguien puede creer lo contado?
pues como en el film la vida de Pi,
que escoja la historia que prefiera.
Ambas son tan reales...
Eso sí,
la telaraña y mi amiga seguirán en el techo.