(Ana, no llores)
El tendero nos fiará.
Cientos de pequeños círculos azules
inundan los baldosines de la estación,
marquesina de hierro.
Hierro negro y retorcido,
viejo y sólido
como tu corazón.
Ana llora su libertad
(granan sus mejillas)
y no hay tendero que venda
unas gotas de dignidad.
Otra vez se oye hablar del honor.
(Ana, no llores)
No nos queda ya nada en la despensa.
De honor sin sexo
está llena la despensa
no cree en el amor de su verso,
cuando el cuerpo clama
la carne de su prójimo,
cuando silencia la voz
(cada mañana)
Y sigues esperando, Ana,
la cola de los vendedores.
Otra vez se oye hablar de victorias.
(Ana, no llores)
A mí no me tendrán.
Domina el impulso
solivianta el corazón.
Ahoga la soledad en el engaño
(Se van, Ana, siempre se van)
Y canta tu canción de amor.
La manos en torreones
condujeron seres solitarios
aferrados a su maleta.
Nota: los versos en negrita pertenecen al poemario de Berthold Brecht.