Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Muchas gracias Rafael por tu lectura.Rafael Zambrano Vargas escribió:Silvia: Que bien sabes expresar en tus poemas aquello que
quieres decir, tus metáforas son diáfanas, y tus poemas
hermosos, porque salen del sentimiento puro. Ya me entiendes.
Abrazos
Rafael
No te equivocas mi querida compañera. La injusticia siempre al lado de los pobres.Cecilia Martos escribió:Creo entender el tema, las noticias a veces te vuelcan el corazón ante tanta injusticia, igual me equivoco, tu poema es grande y las metáforas bellamente expresadas hacen de su lectura un gran placer, mi abrazo grande Poeta.
Cecilia
Much´ísimas gracias compañera. Es un honor que estés aquí.Hallie Hernández Alfaro escribió:Poemazo, querida Silvia; las imágenes llevan una fidelidad y una belleza extraordinarias. Talento que se agradece, mil aplausos.
Abrazos y felicidad.
Muchas gracias Enrique.enrique garcia escribió:Siempre es grato leerte, amiga
un abrazo
Muchas gracias mi poeta.Carmen Pla escribió:Precioso, Silvia.
Contundente y buen mensaje.
Un beset
Muchas gracias compañero. Siempre es un honor verte por aquí.Alonso Vicent escribió:Un mundo a dos velocidades... o más.Silvia Savall escribió:La realidad aparca
con su Jaguar rojo
en la acera de los desahuciados
tirando piedras contra el frío del pecho.
Me recuerda que soy la próxima
en abandonar el hornillo
que calienta mis pies,
unos pies cansados de despedidas
con voces de cuervos.
Suena el timbre entre el terror
y un repertorio de banqueros
que hábilmente me devoran.
La rebeldía se coloniza
en el único barco
donde cabemos todos.
En esta selva
de crueldades,
me veo cara a cara
con la majestuosa rabia
y mi sombrero viejo
de mil novecientos sesenta y tres.
Y seguimos con los pies cansados y sabiendo que sostenemos un sistema que no está hecho a nuestra medida.
Tú lo dijiste mejor en este poema, todo un poema, y en esta selva vengo a disfrutar de tus letras, hoy que tenemos media tarde libre.
Silvia Savall escribió:La realidad aparca
con su Jaguar rojo
en la acera de los desahuciados
tirando piedras contra el frío del pecho.
Me recuerda que soy la próxima
en abandonar el hornillo
que calienta mis pies,
unos pies cansados de despedidas
con voces de cuervos.
Suena el timbre entre el terror
y un repertorio de banqueros
que hábilmente me devoran.
La rebeldía se coloniza
en el único barco
donde cabemos todos.
En esta selva
de crueldades,
me veo cara a cara
con la majestuosa rabia
y mi sombrero viejo
de mil novecientos sesenta y tres.
