E. R. Aristy escribió:
Quiero que sepas que me ha conmovido la belleza y dedicatoria sorpresiva de tu poema, Felipe. En mi poema hay una idea que regresaré a desarrollar mejor. Es esa tabla que cubre la cuevecilla del conejo imagineer detrás del armario con garabatos (códigos)propios de los niños.
Solo quien ha estado ahí conoce la evanescencia sublime de la presencia de todo. Es un poema independientemente de su dedicatoria que, se adentra a la valoración de lo sublime de ser y estar que va en un vuelo linguístico al mismo poder de las palabras. Un fuerte abrazo, Felipe! Me alegra saber que tu mente reconoce que la esencia del ser traspasa al espacio y el tiempo.
ERA
Te agradezco mucho tus palabras, Era.
Ha sido para mi un placer dedicarte este poema. Sólo poetas de tu talla se adentran en esa "sublime evanescencia" a que aludes. En esa fantasía de los niños, que todo lo comulgan, está la savia de la vida, la mirada limpia que todo lo aprehende. Esa es la captación que se nos oculta luego en el transcurso del tiempo, con sus avatares y su paisaje arrasado por el viento que nos lleva. Para alumbrar de nuevo el fulgor primigenio hay que retornar en lo posible a aquel reino perdido, dejar que la mirada se derrame todavía en lo efímero. Sólo así, más allá del espacio y del tiempo, podemos recobrar lo auténtico del ser que nos habita, el que se ahonda en las sencillas cosas que comparten con nosotros el mundo.
Recibe un gran abrazo, compañera.
Felipe.