detrás de la cortina de tu pelo,
pero su ruido
apagaba el sonido de la tetera
ardiente
de un corazón en cinta
y a punto de parir.
El olor nunca aspirado
de la infinitud del tiempo,
el incendio que jamás quemó
los paladares salivales
de la magia
y lo irreal.
Ráfaga de magritud arábiga
que siempre eludía
la taza de la confianza
y el íntimo momento
de sorber las partes pudendas
de la noche.
Ya ves, que no era
el existir sensual
de las bocas y las manos
dentro de la cafetería,
si no el existir
de mi lactante anhelo
en tu lenguaje
y el paquete de azúcar
no abierto
dentro de tus ojos,
cuya dulzura desconocía
lo insincero,
lo "light" y el artificio.
Sin embargo, no viniste
y acá estoy solo yo,
sorbiendo de una taza de silencio
la oscuridad, y el peso
existencial de un pan,
inútil sustituto de tus ojos,
hecho de canela.
