El carnet del samaritano

[Alejandro Costa López]

Ensombrecido por el color del lamento,
ebrio, y dormido entre laureles de derrota,
obligo al sendero vespertino a remover los cauces y la siembra,
a reincidir en los errores no cometidos,
a revocar las humaredas que nos ahogan en el olvido.

Ante ello disimulo, me desvisto, y anulo el carnet de samaritano.
Hurgo entre lo más divino, aquello que más tarde o más temprano,
pasará la factura definitiva, y signará en el examen el veredicto.

Mientras tanto, morirán no todos aquellos que lo merezcan,
ni tan siquiera los que yacen en los nichos,
tan solo, los que a sus nidos, alas de libertad les libraron.
Morirán sin un lamento, casi petrificados y sin hacer ruido,
desvalijados y desvalidos, duendes de cuento y hasta algún rico.
Morirán los desiertos, las ventanas sin aire limpio,
los riachuelos secos y algún que otro mar enfermizo.
Morirán los descarriados, los pobres de espíritu,
los negros, gitanos, humanos de cualquier sitio,
hasta es posible, que el cielo se suicide en el pozo de un precipicio.
Y morirán reyes, condes, aquél que se creyó rico,
y la mañana, y la noche, establecerán un único vestigio.
Morirán las semillas, simientes del bien y el mal,
los ángeles de la guarda, los cupidos con alas negras,
la cenicienta encantada, y la indigente postrada en la acera,
los relojes de cuerda, de arena, los impertinentes calendarios,
las pilas bautismales y los beatos con rosario.
Morirán las lágrimas del no, y las sonrisas pasajeras,
el hambre que con hambre espera, un bocado a diario.
Morirán las entrañas, los ojos ciegos, los cerrados,
las malas artes tan extrañas, y hasta la lluvia que humedece los tejados.
Y morirá el sentido que nunca se tuvo y que se añora,
el sabor a derrota del campo de los exiliados,
morirán todos, el de la derecha, el de la izquierda,
el que duerme de polizón, justo a tu lado,
el que mece su infortunio en la cuna del silencio,
el que nunca tuvo reino, el que se siente derrotado.
Y todo morirá a nuestros pies, sin apenas entenderlo,
sin saber si lo que hicimos es pecado,
sin lanzar nuestros sucios cabellos al viento,
tan solo, con el veredicto del examen terminado
y un carnet de samaritano anulado, tan solo…, por un lamento.

[Hallie Hernández Alfaro]

Muy buen trabajo, Alejandro!

Ha sido un gusto enorme encontrar estos versos.

Felicitaciones y aplausos,

Hallie