Si se narra un cuento sin nadie que te escuche

[Alejandro Costa López]

Si se narra un cuento sin nadie que te escuche
entra el segundo yo a escena para engrosar nuestro ego
o envenenar los defectos más escondidos.
A veces, se separa de la máscara real,
decide ir por su lado y se involucra en un mundo paralelo,
al margen de mi yo más propio y de su yo más apátrida.
Es la vida de él enfundada en mi yo más terrible,
en el crítico más temido y a la vez más cruel.
Es, el enfrentamiento más rocoso, con más riesgos,
pero es también el más clarividente, inteligente,
comprensivo y nada banal.
Decidimos entonces introducirnos en la niebla de la fantasía,
la escucha de unos sonetos de amor, la música con fiebre,
y la imagen visionaria del compañero de mente.
En aquel instante comienza la función,
cuando los ojos se envuelven en papel de regalo,
y las sonrisas se cruzan en una autopista colapsada
y alguna que otra carcajada con labios de payaso.
Se astillan entonces las nubes heladas,
las aristas descuadradas de una noche de ladrones de sueños,
las manos agrietadas de una sombra entre la nieve
solicitando una ayuda, aunque sea pasajera y esporádica.
Y tu imagen traspasa el cristal tallado y transparente,
a la vez que se refleja en el espejo de la conciencia,
es cuando al mirar más allá,
te das cuenta, que un valioso billete de cincuenta,
apenas es un bocado de hambre.
Y te mueves entre sensaciones inocuas,
convertidas en aire de tulipanes y materia de glaciares en deshielo.
Basta tan solo con abrir una puerta de chocolate
para derretir el manto de alas de gavilán
y sonajeros de duende maleducado.
Por ello, busco noche tras noche
el escondite de la luna verde,
y al pájaro amarillo,
dueño de la pluma con la que escribo estas letras.
¿Y mi compañero de cuentos?
Seguro que habrá tomado buena cuenta de mi locura.
La duda,
¿quién sabría decir cuál de los dos escribió este sueño?