En las lunas más negras
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- Alejandro Costa López
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- Registrado: Dom, 10 May 2009 1:08
En las lunas más negras
Y en las lunas más negras
alisé su cabello para que la noche brillara,
y con sus lágrimas de estrellas
al mar abrazara.
II
Yo, tan solo quería su lucero,
su ave mitológica, su rostro de porcelana,
solo refrescarlo con el embrujo de la aurora
solo amamantarlo con la pura mañana.
III
Cerraba los ojos para que el sueño perdurara,
los cerraba, sin hacer ruido en el silencio,
con el ave madrugadora en el borde de una rama
y mis manos dando calor a su invierno.
IV
Era como apaciguar el dolor de la noche,
era sentir el roce de su piel
clavarse en el tacto insumiso de las manos,
era polvo reiterativo embadurnando los sentidos.
V
Sentía el respirar con la paz por testigo,
los árboles dibujaban una página otoñal,
sus mejillas palidecían sin sospechar
que los sueños quedaban encarcelados,
VI
entre las paredes derrocadas por el miedo,
nada padecía en sus hábitos,
la mente había cerrado los resquicios del sentido
y yo intentaba mantener el halo del duende.
VII
Era como permanecer atado a su cetro,
yo seguía alimentando su cuerpo
con los calores inertes del vestíbulo,
sus ojos me miraban sin hacer gestos.
VIII
Sin parpadear, al olor del oxígeno,
yacían tantas veces como dormidos parecían,
las flores florecían con el elixir de su perfume
y se alimentaba la luz con el aborigen de sus labios.
IX
El Concierto de Aranjuez
llenaba la espesa niebla de dulzura,
anegando el río de sus venas
de fuego idolatrado.
X
Parecía invocar al fuego lucrativo,
a los dioses malignos y despiadados,
los temidos ángeles negros de Lucifer
cabalgando en jinetes apocalípticos.
XI
El dolor, se convertía en insoportable,
los mundos de amor se tambaleaban,
infinidad de gárgolas intentaban penetrar
en el vientre degollado del sosiego.
XII
Nada permanecía en calma,
mi corazón se postraba arrodillado
y el alma se rompía entre tormento,
un dolor intenso incendiaba mi cuerpo.
XIII
Ella, lloraba en su ausencia,
como suplicando la clemencia
que el implacable juez le había negado,
era caer en la presa, rendirse al estrado.
XIV
Incapaz de asumir el error,
entre páginas de locura corroborada
me convertí en fugaz asesino,
entre tinieblas, esclavo.
XV
Pero la busqué entre los tesoros derruidos,
entre aquellos libros ilegibles y exiliados,
invoqué a los dioses oprimidos
alimentando el fervor a lo prohibido.
XVI
Hoy, vuelo por mundos irreales,
por sustancias vomitivas
en paraísos de los mortales,
soy molécula envenenada,
XVII
por los vaticinios del tiempo,
en ello me muevo,
en ello vivo con el esmoquin de muerto,
soy cuerpo sin dolor,
XVIII
alma dislocada,
fuego y hielo,
no puedo maldecir
aquello que maldijo el cielo.
XIX
Ni suprimir los instantes
adormecidos, asesinados,
arrancados de mi vestigio,
sellados en el alma a fuego eterno.
XX
Tan solo quise ser su amado,
el que diera barniz a su piel de porcelana,
tan solo quise acuñar una mañana
y bañarla en luceros.
XXI
Tan solo quise amarla,
protegerla de los vientos,
darle calor en los fríos inviernos…
… y estar junto, a su lado.
XXII
Y aún, sus ojos están abiertos,
con su mirada sin parpadeos,
sin aire que respirar,
juntos, fundidos en un amor imperecedero.
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- Registrado: Sab, 29 Dic 2007 14:18
- Ubicación: España - Bilbao
Un poema que lleva por una travesía de búsqueda en la desesperación.
Alejandro, un poema memorable.
Me encantó
Un abrazo
Felicidades
Ana