Maneras de amar a una violinista
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
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Maneras de amar a una violinista
que nunca he deseado nada o mal
o he deseado tarde.
Tan solo el aire que sale de mi pecho
o la tierra que desde dentro
pudiera representar aquellas piedrecitas,
relucientes,
que tanto agradan a las damas
que he creído amar –equivocadamente--
y que gustan lucir y agarrar de los hombres.
Entonces,
con esa prisa de hombre sin deseo
con esa llama extinguida y que ahora vuelve
a tiritar, no es culpa mía ni de nadie,
cuando me llevaron al concierto
que no supiese apreciar aquella música
y con desmesura tan solo amase
el cuerpo de la joven que tocaba,
su dulzura, su pelo rojo
como oxidado cobre de cañería rota
repuesta, pienso, por la memoria
de un hombre que supo amar y lo recuerda ahora en el lavabo.
No es culpa mía, entonces, que desde ya la ame
incultamente
sin apreciar las notas
el trote de sus manos entre las cuerdas
–violín o viola-
pero si sus manos como manos, solo manos de mujer
No debieron llevarme porque
el deseo de un hombre bajo ceniza
--que se piensa enterrado bajo ceniza--
es un rescoldo que se aviva
como se sabe
sin remilgo y con a penas culpa
en la contemplación en carne viva
de cualquier extremidad.
Es el caso, de estas manos que ahora tocan
y que el deseo intenta retirar del instrumento,
de aquella música, para que calle
y se posen en el silencio
de otra música,
la música
de unas manos agarradas a otras manos
que hasta ahora
no han deseado nada o mal
o han deseado tarde
- Luna de Nos
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Re: Maneras de amar a una violinista
Emilio Aparicio escribió:Sepan ustedes
que nunca he deseado nada o mal
o he deseado tarde.
Tan solo el aire que sale de mi pecho
o la tierra que desde dentro
pudiera representar aquellas piedrecitas,
relucientes,
que tanto agradan a las damas
que he creído amar –equivocadamente--
y que gustan lucir y agarrar de los hombres.
Entonces,
con esa prisa de hombre sin deseo
con esa llama extinguida y que ahora vuelve
a tiritar, no es culpa mía ni de nadie,
cuando me llevaron al concierto
que no supiese apreciar aquella música
y con desmesura tan solo amase
el cuerpo de la joven que tocaba,
su dulzura, su pelo rojo
como oxidado cobre de cañería rota
repuesta, pienso, por la memoria
de un hombre que supo amar y lo recuerda ahora en el lavabo.
No es culpa mía, entonces, que desde ya la ame
incultamente
sin apreciar las notas
el trote de sus manos entre las cuerdas
–violín o viola-
pero si sus manos como manos, solo manos de mujer
No debieron llevarme porque
el deseo de un hombre bajo ceniza
--que se piensa enterrado bajo ceniza--
es un rescoldo que se aviva
como se sabe
sin remilgo y con a penas culpa
en la contemplación en carne viva
de cualquier extremidad.
Es el caso, de estas manos que ahora tocan
y que el deseo intenta retirar
del instrumento, de aquella música,
para que calle y se posen
en el silencio
de otra música,
la música
de unas manos agarradas a otras manos
que hasta ahora
no han deseado nada o mal
o han deseado tarde
Me atrapó el título, me atrapa la historia, lo que se deja ver tras la reflexión. Historia narrada poéticamente, poesía que cuenta una historia, unas manos que transcriben un sentimiento, un sentimiento que se vale de las manos para hacerlo.
Un gusto leerte, saludos, Luna.-
José Chapa
http://www.karikanfibolia.blogspot.com
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Un placer,
Carmen
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"El poema eres tú recomponiendo el espejo que cada día rompes".
"Comprender es unificar lo invisible".
"Elijo la lluvia, porque al derramarse, muere".
"El mar está aquí, en tu silencio".
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Re: Maneras de amar a una violinista
Luna de Nos escribió:Emilio Aparicio escribió:Sepan ustedes
que nunca he deseado nada o mal
o he deseado tarde.
Tan solo el aire que sale de mi pecho
o la tierra que desde dentro
pudiera representar aquellas piedrecitas,
relucientes,
que tanto agradan a las damas
que he creído amar –equivocadamente--
y que gustan lucir y agarrar de los hombres.
Entonces,
con esa prisa de hombre sin deseo
con esa llama extinguida y que ahora vuelve
a tiritar, no es culpa mía ni de nadie,
cuando me llevaron al concierto
que no supiese apreciar aquella música
y con desmesura tan solo amase
el cuerpo de la joven que tocaba,
su dulzura, su pelo rojo
como oxidado cobre de cañería rota
repuesta, pienso, por la memoria
de un hombre que supo amar y lo recuerda ahora en el lavabo.
No es culpa mía, entonces, que desde ya la ame
incultamente
sin apreciar las notas
el trote de sus manos entre las cuerdas
–violín o viola-
pero si sus manos como manos, solo manos de mujer
No debieron llevarme porque
el deseo de un hombre bajo ceniza
--que se piensa enterrado bajo ceniza--
es un rescoldo que se aviva
como se sabe
sin remilgo y con a penas culpa
en la contemplación en carne viva
de cualquier extremidad.
Es el caso, de estas manos que ahora tocan
y que el deseo intenta retirar
del instrumento, de aquella música,
para que calle y se posen
en el silencio
de otra música,
la música
de unas manos agarradas a otras manos
que hasta ahora
no han deseado nada o mal
o han deseado tarde
Me atrapó el título, me atrapa la historia, lo que se deja ver tras la reflexión. Historia narrada poéticamente, poesía que cuenta una historia, unas manos que transcriben un sentimiento, un sentimiento que se vale de las manos para hacerlo.
Un gusto leerte, saludos, Luna.-
Gracias Luna, por supuesto es tal como lo cuentas. Gracias por pasar
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carmen iglesia escribió:Yo cuando leo, sólo soy lectora... por lo tanto, sólo sé lo que me gusta y lo que no me gusta, lo que me hace disfrutar o no... quiero decir, no me he parado a mirar la técnica de este poema pero me ha encantado lo que cuenta y cómo lo cuenta... para mí es más que suficiente... Es precioso, ya empezando por el título.
Un placer,
Carmen
Carmen, no hay técnica, por ahora no la hay. Tan solo son esbozos de lo que alguna vez me llama la atención y surge tan espontáneo como fortuito; en cierta medida intento, más intuitivamente, que intencionalmente seguir un ritmo y un tono determinado para contar una historia determinada, pero evidentemente aún no lo consigo: soy consciente de los defectos palpables de mis escritos, pero por el momento estoy investigando como seguir y con que medios. No hay nada definitivo en lo que escribo y si muchas erratas, por eso te agradezco tu condescendencia y tu amistad, como siempre. Un abrazo guapa
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Hallie Hernández Alfaro escribió:Es un texto precioso, Emilio! Toda la historia cae como una lluvia finísima en el imaginario de una sala de conciertos. Es íntimo y profundo y se percibe la hechura firme del amor.
Aplausos muy fuertes!!!!!
Un abrazo enorme y muchas, pero muchas, felicitaciones.
Hallie
Hallie Hernández, eres de lo más dulce y encantador que me encontrado en tu género. Y conste que no te lo digo por tus más que generosos alagos, simplemente es cierto. Un abrazo amiga
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Ramón Carballal escribió:Bueno, Emilio, los que tenemos algunos años te entendemos perfectamente, y es que el deseo no muere, tan solo está latente. Qué bien has contado esta historia, con un punto de distancia(eso me ha parecido)como si no hablarás exactamente de ti mismo sino de algo que le ocurre a los hombres, a cualquier hombre. Te progigas poco y es una pena. Un fuerte abrazo.
Muchas gracias compañero por estar. Un saludo
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re: Maneras de amar a una violinista
Abrazos
Pilar
- José Manuel Sáiz
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re: Maneras de amar a una violinista
Tengo un oído torpe para la música (y para casi todo en general) y las pocas veces que he asistido a un concierto o a una opera... no me he enterado de nada musicalmente hablando. Pero recuerdo haberme enamorado perdidamente de alguna mujer que tocaba algún instrumento perdida entre los músicos, o de la soprano de turno (especialmente si era hermosa). Al salir del concierto ya sólo tenía ojos para mi mujer, claro.
Poesía es esto: hacer revivir experiencias y sensaciones. Y tú, Emilio lo has hecho, al menos para mí. Te lo agradezco y te doy mi enhorabuena por tan buen poema. Y me dejas aliviado.
Un abrazo.
J. manuel
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Re: Maneras de amar a una violinista
Emilio Aparicio escribió:Sepan ustedes
que nunca he deseado nada o mal
o he deseado tarde.
Tan solo el aire que sale de mi pecho
o la tierra que desde dentro
pudiera representar aquellas piedrecitas,
relucientes,
que tanto agradan a las damas
que he creído amar –equivocadamente--
y que gustan lucir y agarrar de los hombres.
Entonces,
con esa prisa de hombre sin deseo
con esa llama extinguida y que ahora vuelve
a tiritar, no es culpa mía ni de nadie,
cuando me llevaron al concierto
que no supiese apreciar aquella música
y con desmesura tan solo amase
el cuerpo de la joven que tocaba,
su dulzura, su pelo rojo
como oxidado cobre de cañería rota
repuesta, pienso, por la memoria
de un hombre que supo amar y lo recuerda ahora en el lavabo.
No es culpa mía, entonces, que desde ya la ame
incultamente
sin apreciar las notas
el trote de sus manos entre las cuerdas
–violín o viola-
pero si sus manos como manos, solo manos de mujer
No debieron llevarme porque
el deseo de un hombre bajo ceniza
--que se piensa enterrado bajo ceniza--
es un rescoldo que se aviva
como se sabe
sin remilgo y con a penas culpa
en la contemplación en carne viva
de cualquier extremidad.
Es el caso, de estas manos que ahora tocan
y que el deseo intenta retirar del instrumento,
de aquella música, para que calle
y se posen en el silencio
de otra música,
la música
de unas manos agarradas a otras manos
que hasta ahora
no han deseado nada o mal
o han deseado tarde
Emilio, para creerte un poema, para envolverlo en una servilleta y llevarlo al otro lado del mar, se requiere exponer el alma con honestidad, tal cual es tu personaje, el poeta, su verdad y su musa. Verso a verso has tejido una historia que como dice Txopo, nos identifica a los apasionados neofitos de cualquier arte.
Un abrazo
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Nota: "como oxidado cobre"; el cobre no se oxida, al menos en el mundo real, quizá convendría emplear otra figura, o simplemente otro adjetivo. Saludos.