El nido
Publicado: Vie, 07 Ago 2009 21:26
Guiada por instintos ancestrales
rozaba con sus alas los cristales
en busca del camino hacia su nido,
su pico golpeaba inútilmente
aquél trozo de muro transparente
en loco y vano intento repetido.
Sabía que a través de esa ventana
había roto el aire esa mañana
mirando de hallar fuera su sustento,
y ahora regresaba de los cielos
llevándoles con mimo a sus polluelos
un poco de ternura y alimento.
En toda su experiencia de anidado,
jamás halló ese vidrio, que hoy cerrado,
le impide sus funciones naturales,
privando del calor y la comida
a dos pequeñas crías desvalidas
que esperan sus cuidados maternales.
Volaba a su pesar, desesperada,
buscando en los tejados nueva entrada
que dentro del recinto condujera,
y volvía de nuevo ¡desdichada!,
allí donde tan sólo su mirada
era capaz de entrar, aunque doliera.
Piaba sin cesar, con insistencia,
y a ratos, ya perdida la paciencia,
forzaba atravesar aquél blindaje;
volando lo más alto que pudiera,
trataba de romper la cristalera
como un pequeño y duro kamikaze.
Se le agotó la fuerza en los intentos,
y de nada sirvieron sus lamentos
delante de los fríos ventanales,
y acurrucó su cuerpo dolorido
en un rincón apenas protegido
del techo de las naves industriales.
Pensó quizá, que al alumbrar el día
de nuevo la ventana se abriría
brindándole el refugio que añoraba,
y si una golondrina soñar puede,
seguro que soñó con las paredes
donde el seguro nido se colgaba.
Pero ese instinto fiel, que en migraciones,
salvó su vida en varias ocasiones,
en esta situación, se la jugaba.
La empresa que se hallaba allí debajo
cerraba para siempre su trabajo
y nadie al otro día regresaba.
Y cómo hablarle a un ave desolada,
tan cerca de sus hijos y alejada,
de quiebras, de despidos o finanzas...
Aquellos que de buena o mala gana
cerraron a su vuelo la ventana,
mataron sin saber sus esperanzas.
Mario.
rozaba con sus alas los cristales
en busca del camino hacia su nido,
su pico golpeaba inútilmente
aquél trozo de muro transparente
en loco y vano intento repetido.
Sabía que a través de esa ventana
había roto el aire esa mañana
mirando de hallar fuera su sustento,
y ahora regresaba de los cielos
llevándoles con mimo a sus polluelos
un poco de ternura y alimento.
En toda su experiencia de anidado,
jamás halló ese vidrio, que hoy cerrado,
le impide sus funciones naturales,
privando del calor y la comida
a dos pequeñas crías desvalidas
que esperan sus cuidados maternales.
Volaba a su pesar, desesperada,
buscando en los tejados nueva entrada
que dentro del recinto condujera,
y volvía de nuevo ¡desdichada!,
allí donde tan sólo su mirada
era capaz de entrar, aunque doliera.
Piaba sin cesar, con insistencia,
y a ratos, ya perdida la paciencia,
forzaba atravesar aquél blindaje;
volando lo más alto que pudiera,
trataba de romper la cristalera
como un pequeño y duro kamikaze.
Se le agotó la fuerza en los intentos,
y de nada sirvieron sus lamentos
delante de los fríos ventanales,
y acurrucó su cuerpo dolorido
en un rincón apenas protegido
del techo de las naves industriales.
Pensó quizá, que al alumbrar el día
de nuevo la ventana se abriría
brindándole el refugio que añoraba,
y si una golondrina soñar puede,
seguro que soñó con las paredes
donde el seguro nido se colgaba.
Pero ese instinto fiel, que en migraciones,
salvó su vida en varias ocasiones,
en esta situación, se la jugaba.
La empresa que se hallaba allí debajo
cerraba para siempre su trabajo
y nadie al otro día regresaba.
Y cómo hablarle a un ave desolada,
tan cerca de sus hijos y alejada,
de quiebras, de despidos o finanzas...
Aquellos que de buena o mala gana
cerraron a su vuelo la ventana,
mataron sin saber sus esperanzas.
Mario.