Editorial Alaire

DESCONSTRUCCIÓN

Será mejor ir a por el destornillador... El de punta de estrella que me quedó de "la separación de bienes" y tan útil me ha sido últimamente, para montar y desmontar.
Ahora que tengo que retorcer las tuerquecitas del alma una y otra vez, la variedad de cabezales me hace sentir más segura ante cualquier imprevisto.
Ahora no sabría vivir si él, como no sabría hacerlo sin móvil o sin coche...
Tan fácil como un giro de muñeca y desconstruyo mi mundo a mi antojo.
Al final todo es un demontaje.

De esas pequeñas joyas llenas de ironía en las que tú eres una maestra indiscutible.

Ya te lo he dicho varias veces, deberías explotar esas cualidades de prosista sobresaliente que tienes.

Bicos.

Amparo, me encanta tu fina ironía y la forma como la empleas. Con decirte que nada más leerte he bajado al trastero por ver si tenía el cabezal apropiado para las tuercas que tengo yo que apretar o por el contrario, tendría que pedirte prestado alguno tuyo. Creo que de momento me voy a apañar con uno de esos que son Standard para todas las tuercas. Abrazos e infinitas gracias por compartir.

Estimadísimo Ferreiro:
¿Qué sería de nosotros sin la ironía para con la vida cotidiana?
Nunca he sido de sobresaliente más bien de notable con un poco de orégano, tomillo y romero; pero ahí continuaré cultivando la palabra, aunque la prosa me cueste más.
Saludos desde este Mediterráneo hervido.
Amparo

Uys, si a partet del destornillador con cabezales varios me he agenciado llaves hallen de todos los tamaños por lo que pueda pasar. Que el alma es muy complicada.
Saludos.
Amparo

Bueno, yo te propongo el martillo y los alicates; ya sé que es algo más basto y quizá después no se pueda reparar, pero el resultado será el mismo, tarde o temprano, de tanto desmontar, se pasará la tuerca de rosca.

Un abrazo

Marcos

Los alicates siempre vienen bien, y al martillo acompañado de un buen escapre le tengo varias tareas encomendadas (porque si digo acompañado de la hoz...).
Saludos.
Amparo

Hola Amparo.
Corto pero intenso, amiga mía, como la vida misma. Me gustó. Un abrazo.
Mario.

Pues sí, se me está haciendo corta la vida, tan corta como este relato.
Qué rabia.
Saludos.
Amparo