
La voz da vida a la palabra
con el gesto que nace de las manos,
la suave mirada de los ojos
y el lenguaje musical de los suspiros.
Libre de temor, desde el labio
que descubre la infinitud de su afelio,
desliza su fuerza irreductible
por el desconocido sendero
donde el llanto y la risa
lucen sus espejos de aguas nobles.
Siempre acompañada de su sombra,
segura de sí misma,
se desprende de las rejas del silencio
dejando resbalar gota a gota
la dulzura que brota de su eco.
Y si acaso se enquista en sus cantiles
fustigada por el hielo de la soledad,
no desnuda su pálpito armonioso
ni repliega su nítido horizonte
al confín de la mudez.
La voz sólo duerme, sólo espera
que redoblen sus campanas a rebato.
*Andros