Usted

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

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Marina Centeno
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Isla AlacranesProgreso Yucatán“Recuerdo la primera vez que toqué una teta.Le han extirpado un pecho a mi mujer.Le digo que no llore-pero llora, lo que le da la gana llora…” –Billy Mac Gregor-




Velámenes diminutos se esconden entre las olas, amortiguando el golpe del vaivén. Perdidos en el horizonte, pálidos fantasmas huyen del bullicio del puerto.

La dársena es un refugio obligado para la flota. Dónde las gaviotas y otras aves construyen un mercado de desperdicios marinos.

Ella, siente la brisa, se impregna del vaho, su piel curtida. Nada es igual. Hay una densidad en el viento que presagia el huracán. Hay una soledad silenciosa que se avecina, que hace resguardar lo propio para cuando la intensidad del momento haga volar las cosas hacia rumbos desconocidos.

El abrigo del puerto es un paisaje triste en la costumbre. El muelle golpea al barco con suavidad de caricia, hermosamente lastimera, tristemente cotidiana. Las nubes permanecen amontonadas en el horizonte sin ganas de emprender el camino, hastiadas de volar.

Ella lo espera, ansiosa de los callos raspando sus poros, con su voz alcoholizada por sus muslos morenos, con su mirada de pirata entre su ombligo, con la fuerza que arrastra su historia hasta la suya. Sola, permanece callada en expectante silencio, presagiando el naufragio.

Los pescadores abordan el muelle entre chascarrillos in entendibles y desordenadas carcajadas.

Sus pasos vacilan entre el oleaje y el asfalto, un olor a sal penetra sus entrañas de porteña y le invade una nostalgia que permanece prisionera del ayer, cuando las gotas de lluvia formaban sendas líneas de río por las calles y los pies chapoteaban los caminos inciertos de la infancia, descubriendo inocencias mientras las nalgas se revuelcan entre litros de agua y lodo… mientras una madre sonríe, sonríe, sonríe…

Vicente tiene la agilidad del nativo, una mirada franca y solidaria, sus manos con diez guerreros abatidos por francas peleas entre el mar y escama; sus cabellos son lacios hilos negros que se resisten a dormir sobre sus hombros; sus labios son dos prisioneros de sonrisas y su pecho… su pecho es una playa larga y blanda por donde las manos reptan caminos.

La mira, toda su naturaleza de titán se desmorona cuando ella avanza con los ojos enganchados, sus brazos son dos alas morenas que acuden a su árbol. Y se funden, se palpan, se incitan, se abrazan. Las palabras son un hilo de plata que brilla en sus miradas, que repiquetea en sus campanas anunciando la hora sagrada de la comunión.

Entre el polvo y la sal del camino las palmeras bailan y el sol retuerce la enramada de besos que ambos se dan. Al fondo y cerca de la playa mal construido y bien cimentado por el amor hay un refugio de madera y guano aguardando la llegada. El perro corre hacia a la entrada, disparando la cola de lado a lado. Caracoleando al amo, derrochando lengüetazos entre la mano y las patas.

“Titán” opta por acomodar el hocico sobre la arena cuando la endeble puerta se cierra. Atisbando horizontes, baja las orejas, finge viajar por el cielo. Adentro un murmullo de sirenas perseguidas se confunde entre gemidos paralelos al mar.

Usted, __susurra Vicente__ no puede viajar a otro lugar que no sea mi pecho. Porque el mar es celoso de sus hembras. Antes de irse pa otros rumbos, Sirena mía, el mar le traga entre sus fauces. Mastica sus cartílagos y su carne servirá de señuelo pa los peces. Usted, Sirena mía, no me deja solo. Usted me lleva consigo. ¡Vaya siendo el día que solo el “Titán” me espere sentado y aburrido en el muelle!… Usted no renunciará a las escamas de su cuerpo y a sus tetas bailoteando entre mis manos. Usted no subirá a a seguirle el imposible a las estrellas. No, Usted...Usted, no… Vicente calla. Vicente detuvo sus ruegos y la miró como se mira lo imposible, como quien mira al cielo presagiando la lluvia, como quién mira al barco hundirse en la marea…

La sala de urgencias del hospital recibe a Magdalena, la cara al cielo y una pequeña llama apagándose en su pupila... quieta…inerte… con diligencia mecánica entra por el pasillo infestado de éter y esterilizador… pegado al vidrio que le cerró el paso, Vicente forma figuras homogéneas con el vaho que exhala el aleteo de su fosa nasal.

El barco se hundió.

...Y tus tetas Magdalena bailotean entre mis manos en el hastío del verano. Tu recuerdo quedó atrapado entre las redes del pasado. El muelle me atormenta cuando salgo a navegar y al regreso fantaseo con tu imagen, te veo preñada de esperanzas, agitando el pañuelo con tu sonrisa de ballena y tus alas que abren mi deseo cuando estrecho el aire entre el amarre de mi dolor…entonces, Magdalena, anclo al corazón y en el delirio llego mansamente a tus faros apagados...
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