el enemigo público número mil quinientos veintidós

[Esteban Granado]

Necesitaba al mejor y más fiero abogado samoano sobre la faz de la tierra,
al abogado de Robert de Niro,
un monstruoso lince de los casos abiertos y los estrafalarios precedentes,
un vejaminista nato que aterrorizara a las chicas monas de la fiscalía.
No pudo ser.

Imposible dilucidar si el señor juez tenía esa cara de mala hostia
por animadversión hacia el reo o porque le dolía la barriga:
la defensa era una minoría silenciosa.
Por tanto, la sentencia fue lapidaria,
con el peso de una lápida aplastó el pacífico vientre del acusado.

En la enfermería del penal, una cura de emergencia, sudando de verdad,
con las noches en marcha y los pulmones fuera de servicio.

El Inocente nº 1.522, el Enemigo Público nº 1.522, el Tío Raro nº 1.522...

La mayor parte de sus colegas de infortunio se declaraban inocentes,
aunque, a él, a simple vista, le parecieran todos culpables sin atenuantes,
carne de alegato machacante y unánime veredicto,
cómplices de las peores atrocidades y dignos de figurar con letras de oro
en el catálogo inicuo de los más buscados de América.

Desde luego, su posición era incómoda.
Temblaba desvalido sorteando los ojos llameantes de los hombres de frente y de perfil.

En la cárcel no hay gente, sólo miradas oblicuas
que fluyen y taladran la piel como agujas hipodérmicas
(la gente está en la calle, orquestando maniobras a favor de sus mágicas familias
y celebrando el juicio sempiterno de la libertad:
no está para canciones de protesta).

Su abogado de oficio, un tipo sobrio, le recomendaba paciencia,
pero no tenía tiempo para apelaciones.
Apenas discurseaba un poco haciendo referencias incomprensibles
antes de desahogarse con alguna de sus enérgicas iniciativas
(en su jerigonza, cualquier minucia procesal de mero trámite)
Cubría el expediente; un chico reservado
que aparentaba estar sufriendo un proceso de superación personal,
es decir, que se veía superado por las circunstancias.

Al cabo de un año, los pájaros seguían afeitando las mañanas con sus trinos
y los profetas médicos continuaban recetando infusiones de esperanza.
A un tiro de piedra, los árboles armados* de la primavera
(en pequeños grupos para no llamar la atención),
escoltaban la curva del arroyo,
donde la hierba soltaba escupitajos de rocío.

Cuando el fiscal se zampaba un solomillo a la pimienta,
el maco trasegaba sus migajas,
cuando empinaba el codo a mayor gloria de la legalidad vigente
entre rejas se registraban incidentes violentos.
Una rutina pasmosa.

La vida circunscrita a un patio de monipodio.

Recordando a Víctor Jara,
fantaseaba con desalambrar los muros cananeos del establecimiento,
derrumbar las torretas panorámicas y escapar por el campo atardecido.

Necesitaba un cuerpo de marines
y un alma gemela a la del Conde de Montecristo,
una apisonadora de fascistas y también una escoba voladora.
Lo que no fue factible.



*su glauca capellina y la panoplia entera.

[Hallie Hernández Alfaro]

Cada linea estruja y hace trinchera de la conciencia humana.

"Necesitaba un cuerpo de marines
y un alma gemela a la del Conde de Montecristo,
una apisonadora de fascistas y también una escoba voladora.
Lo que no fue factible."

El poema va arrastrando el ojo despierto, el salto categórico de la caida, el peso alucinógeno de la balanza injusta. El final es un latigazo necesario!

Enhorabuena y mis sinceros aplausos.

Hallie

[Tristany Joan Gaspar]

Muy bueno, muy bien desarrollado y realemnte impactante.
me ha gustado de proncipio a final.
Una verdadera joya.

Un abrazo
Joan

[Mario Martínez]

Hola Esteban

Un poema muy bien desarrollado de principio a fin.
Seguramente eras inocente, amigo mío, pero ya se sabe, no hay cosa más injusta que la Justicia.
Un abrazo.
Mario.

[Ramón Carballal]

Fascinante relato de reos y jueces. Lo he disfrutado de veras. Un abrazo.
PD Durante algunos años ejercí de abogado y me ha parecido estupenda esta visión tan irónica de la justicia.

[Esteban Granado]

Según de qué cosas, mi querida amiga, es mejor hablar medio en broma.
Aquí he tratado el asunto con un punto de ironía. La complejidad de los vericuetos de nuestros sistemas legales está en directa relación con nuestra incapacidad colectiva de organizarnos. En todo caso, progresamos, a paso de tortuga, a veces, incluso, retrocediendo y volviendo a avanzar.

Gracias, Hallie, por tu amabilidad.

Besos,

Esteban

---

Gracias, Tristany. Me conformaría con que te hubiera hecho sonreír.

Un abrazo,

Esteban

---

Amigo Mario:

Yo creo que el tipo era culpable, ¿quién si no iba a reclamar un abogado samoano?, jajaja..

Un abrazo y gracias por pasar,

Esteban

---

Gracias, Ramón. Celebro que hayas pasado un buen rato leyendo el poema.

Un abrazo,

Esteban

[Óscar Bartolomé Poy]

Esteban Granado,
Fascicante poema, Esteban. Tienes un estilo único, inimitable. Se aprende mucho de tu poesía, a mitad de camino entre la narrativa y el lirismo más caótico y estrafalario. Al leer este poema tan satírico y burlesco sobre la Justicia y la burocracia, he creído estar leyendo un cuento de Nikolái Gógol. Muy bueno el homenaje inicial a 'El cabo del miedo'. Hay un verso que me ha encantado: "los pájaros seguían afeitando las mañanas con sus trinos".

Saludos, Esteban, y enhorabuena por esta excelente muestra de tu ingenio.

[Esteban Granado]

Gracias por el comentario, Óscar. Es para mí un placer recibir tu aprobación.

En el primer verso, también hago un pequeño homenaje a la novela "Miedo y Asco en Las Vegas", de Hunter S. Thompson, por lo del "abogado samoano".

Un abrazo y gracias de nuevo,

Esteban

[Rafel Calle]

En mi opinión, querido amigo Esteban, de aquel sonetista que conocí en Pura, del que siempre me declaré admirador, o de la expresión transoceánica buscando sus raíles con la que compartí buenos momentos en Ultraversal, ha cuajado un autor considerable. Me alegro mucho.

Hablando de tu poema, a mi juicio, es un trabajo en verso libre retórico mayor que señala una naturalidad narrativa muy hermosa, eslabonada en un cordón fónico técnicamente notable.
Ha sido un placer leerte. Felicidades por el poema, sin duda de los buenos.

Un fuerte abrazo.

[Esteban Granado]

Pero, vamos a ver, Rafel, ¿te ha hecho gracia o no?

El cordón fónico, como bien dices, es lo que le da el punto al verso libre, también a la prosa, y es lo que hay que trabajar.

Bueno, han sido muchos años de venturas y desventuras poéticas desde que nos conocimos, amigo. Se ve que no tenemos remedio.

Un fuerte abrazo y gracias por venir,

Esteban