
Una vez más el negro me inunda en su color.
Con la frente sitiada por la fiebre
se me tornan vacíos los aleros
donde vivían felices mis pájaros del sueño.
Hoy,todo me palpita como látigo en la sangre
porque sobre la hierba de este marzo con ojeras
me he visto obligado entre sollozos
a vestir las raíces del noble pensamiento
con las hieles coaguladas del silencio,
sabedor que el eco de la ausencia
clavará sus colmillos sobre la carne de mi verso.
Aún así escribo como siempre,
sin demorarme,en un viaje introspectivo sin retorno,
buscando en el azul de la imagen decantada
todo el vigor de su perfil,
escondido tras una arquitectura sin luz en las ventanas.
Quiero ser espejo de mi mismo,
dejar fluir toda la sed que brota en mis instintos
prendido al sillar del equilibrio
para no hendir jamás sobre el costado
la cruz donde agoniza la voz del desaliento.
Desde esta oscuridad de humo y exilio
el alma se me fuga tras la sombra de una nube
y los labios,creados para degustar besos y palabras
despliegan la sonrisa de sus rojas amapolas
para dar salida a las alondras que anidaban en el pecho.
*Andros