Yo recibí este amor
como agua que riega la tierra reseca
para crear un fruto.
Si, justo cuando la sequía
era grande y la piel ansiaba esa caricia del viento,
eterna melodía de tus ansias.
Tú como lluvia sobre el tiempo
tan audaz
tan pleno,
tan sugerente en el amanecer de mis ojos
deslizándote como pétalo hermoso sobre mí sangre.
Te sumergí en la claridad de las estrellas
en esa entrega silenciosa y atravesaste los pasillos
de mi silencio hasta hacerlo gritar jubiloso.
Después olía a ti.
Mi mundo se cubrió de versos escritos sobre los labios
y como naufrago me recosté en la proa de tus sueños.
El mar es inmenso y el alma humana.
Una carta a la que siempre se le añaden párrafos,
latido único que arrastra tempestades en las manos
y acordes de guitarra entre las notas de tus besos.
Hoy, aún sigo oliendo a ti.
Carmen.