“Pobre barquilla mía,
entre peñascos rota,...”
Lope de Vega
* * *
Qué delicia perderse en el mar,
sin amarras que te aten a puerto,
y bogar, dulcemente bogar,
y dejarse arrastrar a lo incierto.
Y sentir que tu peso es liviano,
y perder el contacto del suelo,
y notar el calor de otra mano,
de otra mano de hermano en tu mano,
y tocar con tu frente en el cielo.
Qué delicia perderse en el mar,
y jugar con la frágil espuma,
y bogar, dulcemente bogar,
y dejarse envolver por la bruma.
Es excitante y suicida
adentrarse en la espesura
de la bruma marinera,
con un cascarón y un palo
que aguanta una débil vela.
Sin saber donde está el puerto,
ni de dónde el viento viene;
tentación irresistible
de vivir una experiencia,
que es, tal vez irrepetible.
Pero tú, barquilla mía,
no te dejes embaucar
y no sueltes tus amarras
en este mar proceloso,
que ha tragado a tanta gente;
no hagas que me lamente:
“¡Pobre barquilla mía,
entre peñascos rota,
sin velas desvelada,
y entre las olas sola!”.
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