como siempre he creído que no deben escribirse los poemas,
sin métrica y sin rima,
sin retórica ni adornos superfluos,
con redundancias –sí, ¿qué pasa?–
desnudo como mi alma,
íntegro como mi falta de fe,
áspero cual piel de cocodrilo;
y si por casualidad resultara eufónico o cadencioso,
considéralo un error y atribúyelo al albur,
y que la culpa no recaiga sobre mi conciencia.
para todos y para nadie,
pensando sólo en mí,
en fatuo ejercicio solipsista,
banal como la vida misma,
y a quien no le guste,
que se largue.
a la antigua usanza,
con versos y estrofas, sí,
pero con letras hueras
que no digan nada.
que sea tan malo que lo aborrezcas,
y si te gusta, que sepas
que sentiré una gran pena.
que empiece por una anáfora, sí,
–Lars von Trier también infringió su Dogma–
pero sin un final,
ni falta que hace.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.