Sucedió un jueves en hora maitines,
la niña bordaba con yedra
y agujas de pino
el beso de agua,
el gozne escondido, escorzo de amores.
Y entre padrenuestros
y algunos bostezos del cuco en el nido,
tropezó el acaso con el tierno junco
y un mimo de aire
y un silbo de mirlo,
consumó el topacio.
A hora de laudes,
cuando los cerezos sacuden rocíos,
besaron las olas dos cuerpos dormidos,
allí ,
al fin de las rocas
donde la marea,
desviste de nona, la hora.
(Allí, desnudos, dormidos y vírgenes)