los dos hijos

[oscar alberdi sainz]

Ezequiel tuvo dos hijos
nacidos del mismo útero
y con un único primer llanto
que lleno de igual aire sus pulmones.
No conoció de la existencia de ambos
hasta que el convivir cotidiano
se transformo, por confusiones del futuro,
en escasas pocas horas
de querer apresuradamente
fingir con forzada madurez que todo es normal,
y no saber que contarles primero en la despedida.
Hasta que las noches de vigilia
consolándolo entre sus brazos
se convirtieron en unos pequeños dedos
que abandonan su palma
al desamparo de una súbita intemperie
frente a una puerta extraña,
tras la que una invisible orden
le impedirá acompañarlo, aunque sea
con la discreción de un espía, para tan sólo verlo dormirse,
en vez de imaginárselo, de regreso,
sobre la que fue su cama
continuar, sin que nada se hubiera extraviado, soñando
y, al despertar la siguiente mañana, notarlo vivir a su lado.
El otro se ha criado a espaldas
del mundo que contempla su padre con los ojos cerrados,
detenido ante un deshabitado parque de juegos,
velando, como si agonizara, a un inmóvil solitario columpio.
Piensa en él cada vez que pasa junto al patio desierto de un colegio
que muestra su firmamento de silencio
escarbado en la ausencia del griterío alegre
que amordazan las aulas;
esta en su mano que se asusta y instintivamente se alarga
cada vez que un niño se suelta de la mano de su padre
en mitad de cruzar la calle
para llegar corriendo solo hasta la otra acera.

[Víctor Vergara Valencia]

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Un placer leer tus versos, Oscar, que dejan reflexionando acerca de lazos e hijos. Vacios y temores.

Un saludo.

víctor



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