Las ideologías: ¿opio de los pueblos? (segunda y última entrega)
Publicado: Jue, 30 Oct 2025 6:39
El presente texto es un artículo de opinión, extenso, pero artículo al fin. También podría decir que es un ensayo, pero en ese caso podría pecar de presuntuoso.
LAS IDEOLOGÍAS: ¿OPIO DE LOS PUEBLOS? (segunda y última entrega)
A la primer entrega, publicada en este mismo foro, se accede aquí:
viewtopic.php?p=630791#p630791
EL IDEAL Y EL CAPITAL
Aquí es necesario hacer una aclaración. La ideología de izquierda o socialista, surgió realmente como una ideología e incluso como una utopía. Simplificándolo lo más posible: ante la realidad patente de que la sociedad estaba organizada por y para una minoría (los ricos y poderosos), algunos plantearon la alternativa de una sociedad organizada por y para el común de la sociedad.
En cambio el surgimiento de la ideología de derecha o capitalista no fue un proceso ideológico sino fáctico. Desde tiempos prehistóricos fueron surgiendo estructuras sociales, que surgieron del único fenómeno del que podían surgir en esos tiempos, o sea de la fuerza, y que se fueron perfeccionando, sobre la única base posible, o sea sobre el poder, y así fueron adaptándose, no sin “sobresaltos”, por supuesto; hasta llegar a constituir lo que hoy llamamos capitalismo.
CARLITOS
Si el tal Carlitos Marx hubiese muerto de niño como morían tantos en Europa en aquellos tiempos, seguramente no hubiese existido la Unión Soviética; casi con seguridad en el mundo, excepto casos aislados, no hubiese existido otro sistema que el capitalismo y los sistemas precapitalistas; y los partidarios del capitalismo -excepto al interior del pequeño mundillo intelectual- muy probablemente no se hubieran molestado en formular demasiado su ideología. ¿Para qué? Si en ese caso el capitalismo hubiera sido, desde sus orígenes y hasta hoy, en el mundo, “la vida misma”.
El asunto se hubiese limitado a las lógicas pulseadas entre “izquierda” y “derecha” por repartir la torta un poco más o un poco menos. Pero a partir de “Carlitos” y de su criatura materializada en la URSS, la izquierda ya no peleó por porciones de la torta sino por la torta misma.
Eso dio lugar a una contra ideología, a una contra utopía, una utopía capitalista. Vale aquí el concepto de utopía en la medida en que esta ideología pudo ser abrazada por personas comunes y corrientes como usted y como yo, o sea que no son agentes a sueldo de ningún poder ni nada por el estilo, sino simples personas soñando con un mundo mejor.
Eso, en cuanto a sus simples adherentes. En cuanto a sus “padres”, la única “utopía” posible fue y es la de sostener su privilegio, el privilegio de seguir explotando miserablemente a la mayoría de la humanidad.
LAS VUELTAS DE LA VIDA
La historia, como la vida, tiene muchas vueltas. Entonces llegó un momento en que por ejemplo para un adolescente ruso de los años ochenta, la utopía era el capitalismo.
Yo también era adolescente en los años ochenta. Me encantaría tomarme hoy un café con aquel adolescente. Apuesto a que no extraña el régimen soviético. Pero también apuesto a que hoy ya se arrepintió de aquella utopía capitalista.
Apuesto a que hoy piensa algo más parecido a: ¿y si en vez de entregarnos al capitalismo hubiésemos liberalizado nuestro régimen en busca de un sistema que contemporizara de alguna forma posible, entre la solidaridad del socialismo y la libertad del capitalismo?
COMPITO, LUEGO EXISTO
El capitalismo, aún en la versión más idealizada que podamos imaginar, tiene un problema intrínseco: la competencia. La competencia puede que sea natural, puede que sea inevitable, puede que no sea contraproducente si se la mantiene a raya, y puede que en algún caso sea útil: el famoso argumento capitalista de que al competir con otro me esfuerzo y de ese esfuerzo a veces puede salir algo que termine siendo útil para mí e incluso luego para todos.
Bien. Pero en la mayoría de los casos es lo contrario. En la base de todas las atrocidades que suceden en el mundo hoy y desde hace milenios, está la bendita competencia.
Es algo tan elemental que me siento estúpido de escribirlo, pero voy a hacer el esfuerzo... si en una sociedad, en lugar de colaborar unos con otros, competimos unos con otros, es obvio que el resultado posible es uno solo: que alguno que otro se beneficie más que el resto pero que la mayoría se beneficie mucho menos que si todos colaboraran.
LOS CUBANOS NO HUYEN A HAITÍ
Aún así sigo aceptando como válida la utopía de derecha. Por aquello de que “nada de lo humano me es ajeno”; y no dejo de pensar en mi hermano ruso con quien me debo ese café; o en mis hermanos cubanos que hoy huyen a EEUU.
El caso de Cuba es complejo. Si la opción fuese huir a Haití o Jamaica, no sé si huirían. De esos países también la gente huye, y son países capitalistas, y que no han padecido el acoso que ha padecido (y padece) Cuba. O si la opción fuese huir a través del túnel del tiempo a la Cuba de Batista, no sé si huirían.
Y los cubano huyen a EEUU, generalmente con ese pan bajo el brazo que representa un estudio terciario o universitario, que en Cuba es accesible a todo el mundo, pero en EEUU es accesible solo a una pequeña minoría.
Y Cuba, si no hubiese padecido semejante acoso por parte de EEUU, no sé cómo sería, no sé si sería un lugar del que tanta gente quiere huir. Pero confieso al respecto mis dudas. Y mi ignorancia. Lamentablemente, la verdad completa de un régimen tan pequeño, lejano y hermético, uno no la conoce hasta que el régimen no cae.
EL QUÉ Y EL CÓMO
Y por supuesto, además de la cuestión de la utopía está la cuestión de cómo se la realiza. No es lo mismo, por ejemplo, emprender un proyecto socialista como se lo intentó en Chile con el presidente Allende, o sea, por una vía pacífica; que emprenderlo como lo emprendió la URSS, y más aún a partir del ascenso de Stalin, cuya vía fue de todo menos pacífica.
Se me dirá: así le fue al proyecto socialista chileno; por blando, la derecha lo borró de un plumazo con su violencia criminal. Es cierto. Si la revolución francesa hubiese sido blanda, probablemente Francia y el mundo seguirían en el oscurantismo. Pero tampoco podemos justificar cualquier cosa. Como en todo en esta vida, el equilibrio es lo que nunca se encuentra, pero también lo que nunca debe dejar de buscarse.
En fin -volviendo al punto-, con alguna excepción demasiado extrema como el nazi-fascismo, todas las ideologías son buenas, y ninguna lo es del todo. Todas pueden ser útiles, y todas pueden no serlo. Es como lo que decía antes, del barco de madera o de acero. Tal vez convendrá en un caso la madera, en otro el acero, en otro una combinación de ambos.
Las ideologías no son lo importante, son accesorias, y como tal, pueden ser complementarias. No son el objetivo, son medios. Si creemos que son lo importante, que son el objetivo, nos volvemos esclavos de ellas.
LO MÁS TRISTE
Lo más triste -para mí- de todo este asunto de las ideologías es comprobar -como lamentablemente uno comprueba habitualmente- que personas comunes y corrientes, que en su vida concreta son personas piadosas, incapaces de cometer una crueldad ni siquiera mínima, sin embargo en su adhesión a una ideología, justifican y a veces hasta alaban crímenes y hasta genocidios.
Incluso se da, y mucho, algo digno de estudio para los psicólogos (aunque también se da entre psicólogos): personas que se conmueven en forma sentida y sincera frente a los crímenes cometidos por regímenes de una cierta ideología, y al mismo tiempo justifican o minimizan crímenes similares o hasta mayores cometidos por regímenes de una ideología opuesta. Por supuesto son personas que adhieren a la ideología de estos últimos.
Pero me refiero a personas piadosas, bien intencionadas, honestas, que adhieren a una ideología por una cuestión de adhesión a ciertos principios, no por conveniencia; pero les termina pasando con su adhesión ideológica lo que a mi bisabuela (que era terciaria franciscana) le pasaba con su adhesión religiosa: el árbol no les deja ver el bosque. Contra esto tenemos que luchar, en nosotros mismos, como contra ninguna otra cosa.
YRIGOYEN, PERÓN Y TODO EL PELOTÓN
Bueno, estimado lector... Más arriba le mencionaba algunos ejemplos políticos concretos, como la Argentina de Yrigoyen, la de Perón, el México de Cárdenas, la Panamá de Torrijos (Omar), el Egipto de Nasser, la India de Nehru y Gandhi; y preguntaba: ¿fueron de izquierda o de derecha?
Pues ahora le respondo: opino que no fueron de izquierda ni de derecha. Ni por supuesto de “centro”. Dudo que pueda existir tal cosa. Al menos a mí no me da la imaginación para concebirlo.
Simplemente esos fenómenos políticos no se encuadran en el esquema izquierda/derecha. Los fenómenos políticos son fenómenos sociales, y por lo tanto humanos, y por ende complejos y diversos, y concretos, y por supuesto también no exentos de ambigüedades, contradicciones, cambios a través del tiempo durante su desenvolvimiento; y frente a ello el criterio izquierda/derecha resulta demasiado abstracto y limitado.
Y probablemente no sea casual el hecho de que el criterio Izquierda/derecha es europeo y los ejemplos que mencioné son de otras regiones. Pues cada sociedad tiene sus particularidades. Por eso tal vez no deba extrañarnos que aquel criterio europeo se encuentre con “sorpresas” al querer aplicarse a fenómenos de otras latitudes.
Y con respecto a los ejemplos que también mencioné más arriba, de Inglaterra o España cuando son “gobernados” por partidos de izquierda, es claro que eso no convierte a esos regímenes en regímenes de izquierda. Son países claramente capitalistas, para más, monárquicos; cuya estructura económica, social, política no se modifica por tener al frente un presidente o primer ministro “de izquierda”.
CAMBIAR... NADA
Por ejemplo en Argentina durante la década peronista (1946-1955), se modificaron profundamente las estructuras económico-jurídicas, incluso se reemplazó la vieja Constitución Nacional, netamente capitalista, por una nueva Constitución que, en forma tal vez un poco presuntuosa, se denominó “justicialista”.
El nuevo orden económico-jurídico fue una suerte de híbrido entre capitalismo y socialismo, mucho más afín al capitalismo, pero muy diferente al orden netamente capitalista anterior.
Y por supuesto, la dictadura que derrocó a Perón (en 1955), rápidamente reinstauró el antiguo orden, incluyendo la antigua Constitución, que desde entonces rigió ininterrumpidamente hasta hoy.
Entonces, aquel proceso político iniciado en 1946, sí que implicó un cambio estructural. Pero por ejemplo los gobiernos que se sucedieron en Argentina desde el fin de la última dictadura (1983) hasta hoy, ninguno ha significado un cambio estructural; aunque hayan desfilado presidentes supuestamente muy distintos.
En todo caso algunos fueron más ultra capitalistas que otros, pero ninguno llegó ni siquiera a intentar, ni siquiera a proponer, un cambio estructural, algo distinto del capitalismo, aunque fuese moderadamente distinto.
EL GALLINERO Y SUS ESCALAFONES
Y en lo respectivo a países desarrollados y subdesarrollados, por supuesto que, haciendo un análisis más minucioso, dentro de uno y otro “pelotón”, hay unos más desarrollados que otros.
Hay países desarrollados como España, que sin embargo saben lo que es llevar la de perder en algunos casos frente al capitalismo de países más desarrollados.
Y hay países subdesarrollados como Argentina, que sin embargo saben lo que es obtener a veces beneficios del subdesarrollo aún mayor de algunos otros países.
En definitiva, como en el gallinero, está el gallo por un lado, y el resto por el otro. Pero en un análisis más detenido, hay algún pollo grande y alguna gallina brava que también se hacen notar. Y entre las gallinas del montón, hay algunas más del montón que otras, que siempre quedan últimas para arrimarse al tacho de maíz.
LA DERECHA MUEVE AL MUNDO
Y con respecto a las ideologías de izquierda y derecha, o socialista y capitalista, permítame, estimado lector, volver un poco sobre lo desarrollado más arriba... Como veíamos, la sociedad mundial tal la conocemos es básicamente una sociedad capitalista, o sea de derecha, y ha podido constituirse casi sin interferencias.
La única interferencia seria fue en su momento el surgimiento del bloque socialista a partir de la constitución de la URSS, pero ese estorbo no duró demasiado y fue superado hace rato. Incluso su surgimiento y caída le aportó a la ideología capitalista un fortalecimiento descomunal.
Antes del surgimiento de la URSS la ideología anticapitalista era una utopía poderosa. Luego de la caída de aquella, desde el bando capitalista se esgrime el caso del extinto bloque socialista como ejemplo de fracaso o peor aún, de fenómeno indeseable de totalitarismo.
EL MUNDO Y SUS SOBRESALTOS
Por supuesto esto no significa que el mundo no haya tenido “sobresaltos” además del surgimiento de la URSS. Todo lo contrario. Baste como ejemplo la revolución francesa y los profundos cambios que produjo y su influencia a escala mundial.
Pero aún un proceso tan significativo como aquel, desde el punto de vista de la alternativa entre sistemas de propiedad privada y sistemas de propiedad común, no representó un cambio (y ni hablemos de cambios más profundos... de ver el mundo no como riquezas y por ende como propiedad, sino como la “casa-tierra”...).
Luego de aquella revolución la propiedad siguió siendo privada; en nuevas manos, menos concentrada, con otra dinámica, con alguna permeabilidad entre estratos socioeconómicos, en un marco con un mínimo de piedad y hasta de dignidad; pero privada.
EVOLUCIONAMOS...
Justamente aquella revolución y el surgimiento de lo que hoy llamamos capitalismo son dos fenómenos históricos muy conectados entre sí. Haciendo una simplificación mayúscula: la sociedad de Europa y de algunas otras regiones evolucionó, técnicamente, del trabajo manual al trabajo mecanizado; geográficamente, del campo a la ciudad; económicamente, de la unidad productiva feudal a la empresa capitalista; y políticamente, de la monárquica hacia la república. Y en esa evolución, procesos como la revolución industrial y la revolución francesa, fueron centrales.
Si nos detenemos en el momento puntual de la revolución francesa, vemos un gran progreso, y sin duda lo fue (dejar de ser semi esclavos, a veces hasta sexuales, de señores, monarcas y sacerdotes, fue un salto gigante).
Pero si hacemos un análisis de gran escala temporal, vemos que el sistema socioeconómico simplemente siguió una evolución más o menos coherente, de cada vez mayor acaparamiento de las riquezas del planeta en manos de una pequeña minoría mundial. Por supuesto en cuanto a los integrantes de esa minoría a veces hay cambios. Pero en la lógica básica del sistema, no.
HASTA QUE NOS TRAGÓ EL BASURAL
Y nuestra moderna condición de ciudadanos, con muchísimos más derechos que aquellos ciervos de la antigüedad, sin duda es abismalmente preferible para nosotros pero, no nos engañemos, ha sido también conveniente para el capitalismo, básicamente por nuestra nueva condición como su fuerza de trabajo y como sus consumidores, y además, porque si no nos aflojaban un poco la soga, la íbamos a cortar. Así somos los animales. Y todo domesticador lo sabe.
Y así, a través de la historia, vamos viendo progresos, pero también el mundo se “achica” cada vez más, y vamos viendo que progresos por aquí son a costa de calamidades (como saqueos, ecocidios y genocidios) por allí, y empieza a pasar lo que en un pueblo que crece mucho, rápido y mal: la zona urbana mal ordenada y el basural mal manejado crecieron hasta encontrarse y el pueblo quedó a merced de las ratas y sus enfermedades.
Al fin vemos que el esquema socioeconómico mundial, hoy netamente capitalista, sigue siendo la calamidad que fue siempre, y cada vez más, y ante ello el soñar con una sociedad distinta es un fenómeno inevitable.
Entonces la ideología socialista o de izquierda cobra vigencia. Más cuando desde la propia ideología de derecha, que en definitiva es la que “mueve al mundo”, se nos empuja por todos los medios a esa disyuntiva de hierro.
“Y LOS RICOS, MIERDA, MIERDA”
Entonces vale la pena que nos detengamos aún un poco más en este asunto: la ideología de izquierda... Recuerdo cuando en los ochenta, siendo yo adolescente, escuché por primera vez una canción que estaba bastante de moda en aquel momento.
Se la escuchaba en la radio, la interpretaban distintos artistas. Hoy sé que se llama “Que la tortilla se vuelva” y creo que es una canción de autor anónimo, popular, española. La última estrofa decía: “¿Cuándo querrá el Dios del cielo / que la tortilla se vuelva, / que los pobres coman pan / y los ricos, mierda, mierda?”.
Yo no me consideraba de izquierda pero sí, como buena parte de mi generación, soñaba con una sociedad que fuese radicalmente distinta a la que teníamos. Pero al escuchar esa canción pensaba: con el trabajo que debe costar hacer y sostener una revolución, si hacemos una revolución como la que propone esa canción, la haríamos para que en la generación siguiente, los hijos de los actuales opresores, devenidos en oprimidos -comedores de mierda-, hagan una nueva revolución, tan justiciera como la anterior.
MI AMIGA QUE FUE A CUBA
Viene a mi mente otro recuerdo. Una amiga mía fue a Cuba. No fue por motivos políticos sino por un congreso de su profesión. Mi amiga, como yo, no era de izquierda pero sí, alguien que soñaba con una sociedad más justa que la que teníamos. Y Cuba era siempre una referencia.
Por ejemplo algunos años antes había ido a Cuba el padre de un amigo mío. Este hombre era médico y fue a Cuba a un congreso de su especialidad. Este señor, excelente persona y excelente médico, era anticomunista. Cuando volvió de Cuba ya no era anticomunista.
Nuestro país, Argentina, era objetivamente un país riquísimo, y en Argentina el sistema sanitario era un sistema miserable en el que morían niños por causas absurdas. Cuba era objetivamente un país pobrísimo y allí este hombre vio un sistema sanitario similar al que había visto en otros congresos en los países más ricos y desarrollados de la Tierra.
Pues bien, cuando mi amiga volvió le dije: “Contame, ¿qué tal Cuba?” (aquí en Argentina -excepto en algunos lugares- decimos “contame”, no decimos “cuéntame”).
Y me respondió algo más o menos así: “Es maravilloso; todo el mundo está todo el tiempo militando”.
A mí me invadió la decepción. Mi cara cambió tanto que mi amiga lo notó. Le dije: “¿Después de tres décadas de régimen revolucionario, todavía tienen que estar todos militando todo el tiempo...?, pero entonces esa revolución es un desastre”.
Mi amiga era un poco más receptiva que yo a las ideas de izquierda, y su estadía en Cuba le había contagiado cierto entusiasmo revolucionario. Y era entendible. Nuestra sociedad estaba en un espiral de injusticia, individualismo y superficialidad, y lo que vio en Cuba la entusiasmó. Yo, sin su entusiasmo (porque yo no había ido a Cuba ni a ningún lado), y tal vez demasiado exigente en mis expectativas, me decepcioné.
¿QUÉ PUEDE TENER DE LINDO...?
Esa anécdota, tan insignificante y hasta risueña -al menos a mí me da mucha risa recordarla hoy después de tantos años-, es sin embargo representativa de una diferencia idiosincrásica fundamental entre la cosmovisión de la izquierda y la cosmovisión de un simple joven argentino -yo mismo en mi juventud- que soñaba con una sociedad más justa -y que he militado y mucho-, pero que ni por casualidad compartía con la izquierda esa suerte de concepción de la militancia como ideal de vida, como ideal en sí mismo, y del que mi amiga, en Cuba, se había contagiado.
Para mí la militancia nunca fue un ideal sino muy por el contrario un mal necesario, algo asumido por convicción pero no con gusto; como aquel que se enrola voluntariamente en la guerra cuando su país es invadido. ¿Qué puede tener de lindo enrolarse en una guerra?
LOS CRUZADOS DE LA IZQUIERDA
Y si he contado aquí mi anécdota es justamente porque creo que aquel joven que fui hace mucho tiempo, en lo que en la anécdota se ventila, bien puede ser representativo de muchos jóvenes argentinos de aquella época.
Y esa cosmovisión de la izquierda que intenté ilustrar con esa anécdota, por supuesto va mucho más allá de mi anécdota insignificante. Ese espíritu de “cruzadas” -permítaseme llamarlo así, “metafóricamente”-, de empresas, de conquistas, ha sido en la militancia de izquierda una característica notoria.
Pero en realidad es algo que viene de mucho más allá que la izquierda. Es, creo, un viejo -pero vigente- elemento idiosincrásico europeo, característico, que bien podría rastrearse en la Iglesia Católica -por eso hablé de “cruzadas”-, en las iglesias protestantes, en la derecha, en la izquierda, y en otros ámbitos también.
Y que aquí en América Latina no es tan característico, aunque en muchos casos lo hayamos adoptado, como en el tesón de nuestros misioneros católicos o en el empeño de nuestros militantes de izquierda, por poner dos buenos ejemplos.
EUROPEOS INDUSTRIOSOS
El europeo es hombre de acción. Para él la acción es la vida misma. Para nosotros, los latinoamericanos, la acción es un medio para la vida, no es la vida. Por inventar un ejemplo simple y gráfico: el europeo va de cacería y su máximo goce está en la caza. Nosotros vamos de cacería y nuestro máximo goce está en sentarnos a comer el animal cazado, asado, y quedarnos de sobremesa hasta que amanezca, haciendo nada (nada “útil”).
Y no crea, estimado lector, que con eso estoy contándole algo estrambótico. La Argentina, con la fabulosa cantidad de inmigrantes europeos que vinieron a afincarse entre nosotros, se convirtió en un excelente escenario para comparar las idiosincrasias de unos y de otros. En la generación de mis abuelos los inmigrantes abundaban. Cualquiera que haya vivido esa realidad le puede contar mil cosas que abonan lo que he planteado aquí.
Por supuesto estoy haciendo una generalización, un “blanco y negro”, para ser gráfico. Si nos ponemos a hilar fino, aparecerán los “grises”. Pero esta generalización es válida -creo- como una imagen panorámica de lo que quiero transmitir.
Y se lo dejo, estimado lector, para que lo piense, porque a partir de este punto hay mucho más por ver... Europa y América Latina son solo dos regiones del mundo. Hay muchas más. Y hacia adentro de cada región hay también mucho para mirar.
Pero sirva lo antedicho como un punto de partida posible, para reflexionar sobre el hecho de que las ideologías son portadoras de un programa político, económico, social, pero también de otros ingredientes.
UN CULO EN UN SILLÓN
Y me ocupo especialmente de la izquierda porque -ya más o menos lo he ido explicando-, la derecha es “la vida misma”, es lo que tenemos, es lo que somos, es el mundo desde tiempos inmemoriales y hasta hoy; excepto por ese “accidente” en la historia, ya “superado”, que fue el bloque socialista (aunque cada tanto nos muestren un político de izquierda con su culo sentado en una silla de presidente o primer ministro, como si un país capitalista se convirtiese en socialista por el acto de sentar un culo en un sillón).
Rescataremos de ella -la derecha- lo que sea rescatable -siempre en todo hay algo rescatable- y, más tarde o más temprano, tendremos que reemplazarla, o por lo menos reformarla muy profundamente.
Y si bien, como he explicado, hay mucho más allá de la izquierda y la derecha -ya he mencionado a Perón, a Cárdenas, etc.-, la izquierda y la derecha siguen siendo los grandes espectros políticos del mundo, al menos del mundo dominante, que es -lógicamente- el que más influye en el mundo en general. O sea, es lo que hay. Y si es lo que hay, pues al menos conozcámoslo. Sepamos con qué bueyes aramos.
OBREROS Y OBRERISTAS
Veamos entonces una cuestión... Los que fundaron la izquierda, los pioneros, los primeros revolucionarios, los primeros socialistas, el propio “Carlitos”, en general, no eran gente del pueblo, no eran gente pobre.
Y es que no hubiesen podido serlo. Porque en aquellos tiempos los pobres, con suerte comían y nada más. Estaban condenados al analfabetismo y a una vida casi de esclavitud o de segregación casi absoluta.
Entonces los pioneros eran “obreristas” pero no obreros. Eran, cual más, cual menos, intelectuales. Y esto seguramente habrá tenido su influencia, sino en la ideología en sí, al menos en los elementos idiosincrásicos que le dieron marco.
INFANCIA COMUNISTA
Vuelvo al rico -a mi ver- recurso de las anécdotas... Hace unos años estaba yo conversando con mi padre y su hermano (ambos ya fallecieron; hoy tendrían ochenta y pico años). Ellos, que no se veían seguido -vivían en distintas provincias-, se habían puesto a rememorar cosas de la infancia y la preadolescencia.
Empezaron a recordar uno por uno los chicos del barrio de ellos con los que jugaban al fútbol o a lo que fuese. Era un barrio en una ciudad importante del interior de Argentina. Su padre -mi abuelo- era obrero en una industria muy grande. El barrio estaba cerca de la fábrica. La mayoría de los vecinos eran obreros de la misma empresa. Y mi abuelo militaba en el Partido Comunista.
Entonces en un momento mi tío, como con repentina sorpresa, como descubriendo algo en lo cual no había reparado antes, le dice a mi viejo: “Los ‘pibes’ con los que nos juntábamos nosotros eran todos los hijos de los peronistas del barrio”. Y mi viejo, luego de un breve silencio reflexivo, le responde: “Sí”.
Y entonces recordaron a los poquitos comunistas del barrio, que eran gente de un nivel económico más alto que ellos, con un nivel educativo bastante más alto, y que por supuesto se conocían entre las familias porque eran “camaradas” y vecinos, pero los chicos no se juntaban.
COMUNISTAS PISCINISTAS
Mi padre se alejó del comunismo siendo muy jovencito, pero su hermano se mantuvo más o menos cerca del PC durante algunos años más. Su hija, mi prima (ella falleció hace poco), en su adolescencia alcanzó a militar un tiempo en la juventud comunista. Un día, hablando de aquello, me contó: “¿Sabés lo que me llamaba la atención...?, que yo era la única que no tenía casa con piscina”.
Valgan estas anécdotas para graficar algo que es bien conocido: aquí en Argentina, en general (con excepciones, por supuesto), los partidos de izquierda, además de ser minoritarios, han encontrado a sus adeptos entre gente de un nivel económico y cultural medio o alto. Y preponderantemente entre gente descendiente de inmigrantes europeos.
GRINGOS Y CRIOLLOS
Mi abuelo era hijo de españoles. Mi abuela era española. Las pocas familias comunistas del barrio que recordaban mi padre y su hermano, y buena parte de las que recordaba mi prima de su paso por la juventud comunista, eran familias de origen judío y alguna que otra familia de descendientes de inmigrantes italianos o españoles; eso sí, ateas, como también lo eran mi abuelo y mi abuela.
He metido a las familias de origen judío en la misma “bolsa” que a los descendientes de inmigrantes europeos. Sucede que se trata de familias de origen judío que llegaron a la Argentina desde Europa, luego de varias generaciones de vivir en Europa, y cuando ni siquiera existía el Estado de Israel.
Y eran familias ateas, y que por ejemplo no impugnaban que sus hijos, incluso los varones, se casaran con parejas no judías, lo que a la vista de quienes seguían la tradición judía, era algo inadmisible.
Es claro que la cultura política de estos judíos ateos y de izquierda, era más europea que asiática, aunque sus raíces profundas fuesen judías y por tanto asiáticas.
COMO PEZ EN EL AGUA
Y digo que “han encontrado a sus adeptos”, porque bajo ningún punto de vista se trata de que esos partidos no recibieran con todo gusto en su seno a los obreros, y a los criollos. Eran los obreros, y los criollos, los que no se sentían atraídos por esos partidos.
No hago ningún descubrimiento genial si digo que había una cierta brecha idiosincrásica entre esos partidos de izquierda y estos sectores populares nativos que no se sentían atraídos por ellos.
Desde los años sesenta y hasta hoy, en la Argentina, dentro de la izquierda, hay una considerable rama maoísta. Varias veces he escuchado o leído de parte de ellos una frase que atribuyen a Mao.
No sé si la frase realmente es así como yo la conozco (empezando por el hecho de que Mao hablaba en chino), ni cuál fue su contexto, ni si es realmente de Mao. Pero sí, me consta que los maoístas argentinos la esgrimen como consigna.
La frase reza: “El revolucionario debe ser entre el pueblo como pez en el agua”. La primera vez que la escuché, hace muchos años, pensé: “El revolucionario debe ser entre el pueblo como pez entre peces”.
En general toda la izquierda argentina ha sido bastante estrambótica... la estalinista, la maoísta, la trotskista... Aunque hubo algunas diferencias fundamentales. El maoísmo y una parte del trotskismo (generalmente identificada con el lema de izquierda nacional, e inspirada especialmente en los escritos de Trotski de su última etapa, o sea de su exilio en México) condenaron a la última dictadura desde el primer momento y sin atenuantes, mientras el estalinismo y el trotskismo clásico hicieron lo contrario. Incluso una parte del trotskismo (la de la izquierda nacional) apoyó al peronismo desde su mismo nacimiento en 1945.
LOS DISCOS, A LA BASURA
El PC ha llegado a extremos caricaturescos, como el hecho de que sus militantes no escucharan a Cafrune, porque era peronista, o que tiraran a la basura los discos de vinilo de Yupanqui porque don Ata había sido expulsado del PC.
Había sido expulsado por insistir en pedir permiso al partido, para mandarle una carta al presidente Perón, para saldar la desavenencia entre ambos, la que según Yupanqui era en el fondo un malentendido. Yupanqui quería que las radios estatales difundieran su música.
Había una política de Estado de difusión de la música nacional (por lo que don Ata había bregado desde antes del peronismo), música de la que Yupanqui era tal vez el máximo prócer vivo, pero no se difundía su música porque el funcionario del área era una bestia peluda acomodaticia que creía que su forma de congratularse con Perón era privando de difusión a quienes habían cometido la estupidez, en los orígenes del peronismo, de sumarse a la campaña de difamación urdida desde Washington y Moscú.
Algunos años antes, la cantante Nelly Omar, una de las máximas exponentes del canto argentino de todos los tiempos, tanto que en su época la bautizaron “la Gardel con polleras”, también fue víctima del ostracismo artístico por obra de aquel funcionario bestia peluda. Lo insólito es que Nelly era peronista, y de la primera hora, y hasta tenía cierta amistad don Evita (Eva Duarte, la esposa de Perón, su segunda esposa).
Un día Evita la encontró actuando en un lugar muy poco relevante, donde los artistas ganaban muy poco, y le dijo: “¡¿Qué hacés vos cantando acá?! Ese día terminó su ostracismo. Evita se ocupó de que así fuera.
Yupanqui confiaba en que con una simple carta, entre él y Perón arreglarían el entuerto. Las diferencias ideológicas no tenían por qué ser un impedimento para la difusión de su música. Los mismos intérpretes peronistas interpretaban los temas de don Ata.
Pero el PC lo expulsó como si fuese un traidor. Eso a don Ata lo dejó mal parado. Un par de años después (en 1955) Perón fue derrocado. Entre los principales instigadores del golpe, dentro del país, estuvieron la Iglesia y el PC.
¿EL COMUNISMO SE HACE PERONISTA?
Con el golpe se fueron la soberanía económica, el no endeudamiento del país en el exterior, la no pertenencia al FMI, la industrialización, el pleno empleo, el alto salario relativo, las políticas de salud, educación y vivienda para toda la población, y tantas otras políticas de tipo socioeconómico. Pero también se fueron otras políticas peronistas, también muy trascendentes, como la ley de divorcio, o el fomento del deporte infantil con enfoque en la inclusión social, o la difusión de la música nacional.
La ley de divorcio volvería en 1987, gracias al presidente radical Alfonsín, pero sobre todo al diputado radical Bielicki, quien luego de aquello quedó en el ostracismo, incluso por parte de su propio partido. También fue imprescindible el apoyo de un grupo de legisladores del Partido Justicialista, y por supuesto de la Unión Cívica Radical.
En ambos partidos hubo posiciones a favor, y también muchas en contra, sobre todo en el PJ, en el que la mayoría de los dirigentes traicionó, en esto como en todo, el legado de su fundador, luego de fallecido este, y sobre todo luego de la dictadura. Pero al fin la ley de divorcio volvió. Fue lo único que volvió. Todo lo demás, jamás volvió.
Al finalizar la última dictadura, en 1983, casi una década después de la muerte de Perón, el PC ordenó a sus militantes votar al Partido Justicialista, o sea al peronismo, pero encabezado por Luder, un auténtico derechista, partidario del no juzgamiento de los crímenes de la dictadura, dictadura que había derrocado al último gobierno del peronismo, de la viuda de Perón (su tercer esposa), y del que Luder había sido presidente provisional.
DE VUELTA A COMPRAR LOS DISCOS
A Luder no lo votaron ni los peronistas. Fue la primera derrota electoral en la historia del peronismo. Tiempo después, aquellos viejos militantes ahora devenidos en ex afiliados del PC, compraban los discos compactos de Cafrune y Yupanqui, ya fallecidos, lamentando no haberlos escuchado durante muchos años, y cuando ellos vivían.
En fin. Volviendo al punto de la brecha idiosincrásica que mencionaba, entre la izquierda y el pueblo, cabe preguntarse qué y cuánto de esa brecha viene del origen mismo de la izquierda, y qué influencia puede tener ese factor idiosincrásico en lo político.
Se lo dejo, estimado lector, para que lo analice usted, porque esto no es algo que lo pueda analizar uno solo. En esto cada uno tiene una parte de la historia.
LA MÁXIMA CREATURA DE LA IZQUIERDA
Hasta aquí, estimado lector, le he hablado más que nada, de los orígenes del asunto. Ahora quiero hablarle de sus consecuencias... La gran realización histórica mundial de la izquierda o el socialismo, o sea el bloque de países socialistas, y a su cabeza, la URSS; marcó grandes diferencias con el mundo capitalista, lógicamente, pero también hubo cosas en las que no se diferenció nada o casi nada.
Casi al principio de este artículo, como una digresión, mencioné lo de la “carrera espacial” de la URSS en competencia con EEUU. Diría que ese fue el sumun de la coincidencia de aquel mundo socialista con este mundo capitalista. Pero en realidad la coincidencia fue mucho más amplia.
Antes me referí a “la torta”. El sistema soviético se diferenció de cabo a rabo del sistema capitalista, en cuanto a que la torta en vez de ser de dueños privados, o sea de unos pocos; fue del Estado, o sea de todos. Pero no se diferenció en nada o casi nada en cuanto a la torta en sí.
CHERNÓBIL Y FUKUSHIMA
El desastre de la “socialista” Chernóbil dejó una contaminación radioactiva catastrófica, por miles de años, en el mundo entero. Lo mismo que años más tarde el desastre de la “capitalista” Fukushima.
La “socialista” “carrera espacial” soviética dejó el espacio y la Tierra sembrados de chatarra, en muchos casos contaminante, igual que la “capitalista” “carrera espacial” norteamericana.
Las descomunales explotaciones de petróleo, gas, metales, minerales, para proveer el gigante complejo industrial “socialista” de la URSS, dejaron tremendos pasivos ambientales, igual que las mismas explotaciones para el complejo industrial “capitalista” de EEUU.
EL SOCIALMILITARISMO
Si digo lo mismo con respecto a la fabulosa industria militar soviética, alguien me podría replicar que yo mismo, en la primer entrega de este artículo, cuando hablé de la utopía de izquierda, mencioné el problema del inminente riesgo de invasión militar que enfrentaría un país que se apartara del “redil” del capitalismo mundial.
Es cierto. Pero en vista de todo lo antedicho, y de la realidad soviética de corrupción y fortunas clandestinas que se hizo evidente luego de caer la URSS, no puedo dejar de considerar la hipótesis de que no hubo en la URSS voluntad de intentar algo que no fuese una mutua carrera militar interminable con EEUU. Más bien pareciera que se apostó a esta sin mayores escrúpulos.
También alguien podría decirme que en todo caso eso último fue una desnaturalización, una corrupción del sistema. También es cierto. La pregunta es si se trató de una auténtica desviación o, como en el capitalismo, la corrupción resultó natural al sistema mismo, inherente a él, “brote” inevitable de la esencia del mismo.
LA NATURALEZA DE LA TORTA
En el capitalismo la relación natural entre la ambición empresaria (motor del sistema) y la corrupción es evidente. En el socialismo soviético no lo es tanto. Pero ahí vamos al meollo de la cuestión. El sistema soviético dijo “la torta es del Estado”, pero no analizó críticamente la naturaleza de la torta.
Su materialismo filosófico o científico (junto a su cientificismo, su racionalismo, su intelectualismo, su ideologismo) no le permitió ver el problema del materialismo liso y llano, el materialismo idiosincrásico, que es la base misma del capitalismo, y es justamente la base misma de sus males.
DOS SISTEMAS, UN MISMO DIOS
La sociedad soviética, el hombre soviético, adoraron al “dios riqueza”, el “dios progreso”, el “dios tecnología”, etc., igual que lo adoraron la sociedad y el hombre capitalistas. El ideal fue no competir entre conciudadanos, pero sí, competir, ¡y cómo!, entre bloques mundiales. Y el “valor competencia” es justamente el gran “valor” capitalista.
Pero es además algo muy metido dentro de nosotros, los seres humanos, desde tiempos inmemoriales. Si encima lo avivamos, aunque más no sea en términos de competencia entre sociedades; no es extraño que cunda, que haya cundido en el espíritu del hombre soviético, hasta el plano de la competencia entre individuos, que al fin de cuentas es la competencia “natural” en el hombre, que nuestros sistemas sociales deberían trabajar para conjurarla, no para exacerbarla.
Al fin la URSS, así como en lo político fue un sistema de partido único, en lo económico fue un “capitalismo de empresa única”. El Estado soviético era una sola gran “empresa” (o grupo de “empresas”), en feroz competencia frente a ese gran conglomerado de empresas y Estados (al servicio de las empresas) que es el mundo capitalista.
LA ALIENACIÓN SOCIALISTA
El socialismo no supo ver que el problema era más de fondo. Que había un problema profundo del hombre, de su relación con sigo mismo, con su prójimo, con el resto de los seres vivos y con el resto de la naturaleza (de la que él es parte), que venía de mucho más atrás que el capitalismo...
Que por ejemplo no es lo mismo concebir a la tierra como el hogar del hombre, y como la propia materia de la naturaleza de la que también su propio cuerpo esta hecho; que concebirla como “recursos”, “riqueza”, “torta” disponible, ya para acapararla en plan capitalista, ya para distribuirla en plan socialista, pero en ambos casos para explotarla, y que en ese ejercicio de explotación el hombre pretenda hallar su sentido, su identidad, su realización...
Que el materialismo del hombre, su afán de posesiones materiales, de competencia, de diferenciación (aunque en el socialismo se haya trasladado del plano del individuo al plano de la sociedad, que por otro lado también fue y es característica del capitalismo y sus “nacionalismos”) lo alejan de sí mismo, de su propia naturaleza, y por ende están en la base misma de eso que a “Carlitos” tanto le preocupaba: la alienación.
LENIN Y MCDONALDS
La URSS cambió la alienación de la relativamente “pequeña” empresa privada, por la alienación de una empresa estatal gigante como la URSS misma, pero tan alienante como la otra, porque la falta de sentido en la vida del hombre fue la misma o casi.
Alguien me podría replicar que el hombre soviético podía encontrar sentido en el proyecto colectivo de la URSS. Pero lo mismo podría decirse del ciudadano de EEUU. De hecho, sucede.
Se me podría replicar que siendo un proyecto socialista el sentido es mayor. En la teoría, coincido. Pero en la práctica, los soviéticos terminaron tumbando las estatuas de Lenin y aclamando la llegada de McDonalds.
También es cierto que dentro del bloque socialista hubo experiencias diversas. Por ejemplo la ex Yugoeslavia, con su economía socialista heterodoxa, su socialismo autogestionario, marcó diferencias interesantes.
Pero si se diferenció bastante de la URSS en eso y otras cosas, no se diferenció tanto en otras tantas, empezando por su condición totalitaria; y su final fue dolorosísimamente trágico.
Por supuesto que en la caída de los sistemas socialistas tuvo un rol súper protagónico el boicot capitalista con sus infiltrados, su propaganda, en fin, su infinito accionar siempre practicado contra todo régimen que obstaculice sus negocios, que es de público conocimiento (aunque a algunos se les olvide). Pero, bueno, eso fue, es y será así siempre. Es la condición misma del mundo. Y los jefes del bloque socialista lo supieron perfectamente desde siempre.
LOS NO ALINEADOS
Un fenómeno interesante, al menos como intento, y por supuesto no sin grandes defectos, fue el del grupo de países No Alineados, su Tercera Posición internacional, su enfoque desde el Tercer Mundo, y en definitiva su planteo general, dentro de su enorme diversidad interna; de un modelo social, económico y político que superara la rígida dicotomía internacional entre la ortodoxia capitalista y la ortodoxia socialista, ambas ortodoxias propugnadas desde países que eran y pretendían seguir siendo potencias mundiales, y ambas ortodoxias originadas en Europa Occidental, básicamente en Inglaterra, Alemania y Francia.
La época de oro de la UNESCO, que otorgó a esa organización de las Naciones Unidas su prestigio, fue cuando esa organización estuvo dirigida por ese grupo. Pero al derrumbarse el bloque socialista, el relativo equilibrio internacional de poderes se fue al diablo, el núcleo capitalista pasó a ser amo y señor del mundo, y borró del mapa aquella experiencia cuando todavía estaba en ciernes.
EL OTRO CARLITOS
Volviendo a la URSS... la famosa imagen del otro “Carlitos”, Chaplin, en “Tiempos modernos”; del hombre fagocitado por la máquina, la tecnología, la industria, la productividad, la ciencia aplicada, fue en la URSS igual que en EEUU, o muy similar.
Pero aquí es donde es imperativo hacer la gran diferencia: en la película, como en la realidad de los países capitalistas, el hombre, era esclavo de la máquina, pero también y sobre todo del dueño de la máquina; de un sistema económico que era injusto hasta la crueldad.
Eso no era así en la URSS. Todo lo contrario. ¡Cuántos millones de personas supieron por primera vez en sus vidas lo que era al menos un mínimo de dignidad, al menos material!
Pero esa dignidad se malogró a manos de todo lo que vengo detallando, y a manos también del imperialismo ruso y su expansionismo territorial, su totalitarismo, su corrupción, etc.
Y lo más penoso del asunto -a mi ver- es cómo la URSS terminó jugando con EEUU el mismo juego que juegan entre ellos nuestros politiqueros de izquierda y derecha... sosteniendo entre ellos una supuesta tremenda guerra pero que nunca estalló, y que sin embargo fue el gran argumento de uno y otro polo frente a sus respectivas “hinchadas”, y fue también el gran medio de corrupción, enriquecimiento ilícito y acumulación de poder de los jefes políticos de una y otra potencia, cada uno hacia adentro de su propio redil.
Lo que cabe preguntarse es qué y cuánto de todo ese malogramiento del proyecto socialista de la URSS fue desviación o fue en cambio la inevitable y natural expresión de los males de origen del socialismo. Es una tarea de reflexión que nos queda a cada uno de nosotros.
IDEOLOGÍAS Y REALPOLITIK
Por si fuese necesario, aclaro que el tema de este artículo es la cuestión de las ideologías, no la cuestión de la acción política real de los gobiernos y los partidos. A este último asunto solo lo he ido tocando en la medida que lo creí imprescindible para desarrollar el tema de las ideologías.
Si me pusiera a escribir en detalle, por ejemplo, sobre cómo frente al Tercer Mundo, en general, la URSS y EEUU fueron entre ellas más amigas que enemigas, o más amigas de sus comunes intereses como países dominantes, que de los intereses del Tercer Mundo como países víctimas de la dominación...
Si me pusiera a escribir, por ejemplo, sobre cómo en Argentina, desde 1955 hasta 1983 (con la excepción del período 1973-1976) hubo todos gobiernos ilegítimos (dictaduras y semi dictaduras, surgidas de derrocamientos de gobiernos legítimos y de continuidades seudo legales de esos derrocamientos) cuya finalidad fue que no ocupara el poder el peronismo, que ganaba cualquier elección con el 60% de los votos; y cómo durante todos esos gobiernos EEUU y la URSS se beneficiaron del comercio internacional con Argentina; y cómo el Partido Comunista, que recibía órdenes de Moscú, fue cómplice en forma casi permanente, de esos gobiernos ilegítimos, sobre todo del primero, la dictadura que derrocó a Perón en 1955, y del último, la dictadura que derrocó a la viuda de Perón en 1976, y que dejó un saldo de miles y miles de asesinados y desaparecidos; según los dictadores, para librarnos del comunismo...
En fin, si me pusiera a escribir sobre esos asuntos, escribiría tal vez diez carillas más, y me iría del tema de este artículo. Y otras tantas carillas escribiría si me pusiera a escribir sobre los muchos y graves defectos que tuvieron el peronismo, el yrigoyenismo y otros casos que he ido mencionando, de experiencias políticas en distintos países, que a mi entender son buenos ejemplos históricos de que hubo en el mundo intentos de hacer algo distinto a la línea bajada por los grandes centros mundiales de poder, y que esos ejemplos tienen enseñanzas útiles para brindarnos.
BUEYES Y CORNADAS
Solo quisiera aclarar algo acerca de esto que he ido desarrollando sobre cómo entre partidos o gobiernos supuestamente “enemigos”, suele haber más “amistad” oculta que “enemistad”.
En realidad, por supuesto, no se trata de “amistad” ni “enemistad”. Así como los empresarios (o tiranos económicos) no invierten en ideologías; los políticos, presidentes, monarcas y demás (o tiranos políticos) no invierten en sentimentalismos.
No son entre ellos amigos ni enemigos. Simplemente buscan su negocio, y en la prosecución de ese negocio, bien pueden desembocar en una guerra terminal, bien en una sociedad promiscua.
En general se aplica a ellos aquello de que “entre bueyes no hay cornada”. Pero como sabemos, aún entre bueyes, en un caso extremo, alguna cornada puede haber. Lo que es seguro es que nunca es por principios. Siempre por intereses.
OSCAR VARSAVSKY Y LA “FALACIA TRIANGULAR”
Hasta aquí he hablado mucho de cómo nos enredamos en un esquema cerrado y poco fructífero, prácticamente una trampa, de oposición, o falsa oposición, entre dos opciones. Pero a veces la “trampa” no es de dos opciones sino de tres.
El científico argentino Oscar Varsavsky (1920-1976), investigador en química, física y matemática, y especialista en modelos matemáticos; en el prefacio de su libro “Ciencia, política y cientificismo”, de 1969, nos aporta al respecto la siguiente visión:
“Dado el carácter francamente ideológico del contenido (Varsavsky se refiere al contenido de su libro), es oportuno puntualizar que en toda discusión de este tipo la máxima simplificación que puede hacerse es considerar cuatro posiciones básicas:
‘Fósil’, o reaccionaria pura;
‘Totalitaria’, stalinista estereotipada;
‘Reformista’, defensora del sistema actual pero en su forma más moderna y perfeccionada, admitiendo las críticas ‘razonables’. Desarrollismo.
‘Rebelde’ o revolucionaria, intransigente ante los defectos del sistema y ansiosa por modificarlo a fondo.
Fósiles versus Totalitarios es la alternativa maniquea con que se nos sugestiona. Es irreal porque ninguna de ambas puede tener ya vigencia práctica en gran escala, aunque la tuvieron en ejemplos históricos muy publicitados, y se ven aún algunas imitaciones. La oposición real es entre Reformistas y Rebeldes.
Los Reformistas se atribuyen como mérito combatir a los Fósiles y a los Totalitarios, lo cual muchas veces es cierto.
Capitalizan ese mérito en forma de ‘falacia triangular’, que consiste en presuponer que no son cuatro sino tres las posiciones posibles –dos extremos y un justo medio- y por lo tanto quien está contra ellos es Fósil o Totalitario.
Los rebeldes tienen que luchar contra esa magia del número tres. Les cuesta poco demostrar que no son Fósiles, pero como enemigos del Reformismo se los acusa de Totalitarios. Tampoco les es fácil esclarecer su oposición a un sistema que a través del Reformismo está prometiendo constantemente enmendarse y descargando sus culpas sobres los Fósiles. Es una situación que clama a gritos por su Molière.
También cuando se habla de planes y posibilidades se repite este esquema. Hay una posición ‘pesimista’ y otra ‘utópica’, frente a cuyos extremos existe supuestamente una sola actitud sensata: la ‘realista’, avalada por la experiencia. Toda ‘innovación’ atrevida tiene en ese realismo a su mayor enemigo y es desechada por él como utópica.
En esta cuarta posición nos ubicamos al exponer aquí –de manera sin dudas muy esquemática y superficial- algunas de las opiniones personales sobre la influencia de nuestro sistema social sobre la ciencia, las características actuales y el papel del científico que ideológicamente se identifica con aquella cuarta posición.”
LA UTOPÍA DEL FUTURO
Varsavsky menciona una posición esquemática “utópica”, que pecaría de extrema, o de falta de realismo o de sensatez, frente a la cual él propone una posición de “innovación atrevida”.
Esta última se corresponde con lo que más arriba él formula como posición “rebelde o revolucionaria, intransigente ante los defectos del sistema y ansiosa por modificarlo a fondo”.
Pues bien. En definitiva, a eso último me refiero yo aquí como “utopía”. Es solo una cuestión de terminología. Él deja el término “utopía” para el caso de un plan irrealizable; y para el caso de un plan ambicioso pero realizable elige otro término.
Yo, para ese mismo plan ambicioso pero realizable, rescato el término “utopía”, ya que, en estos tiempos de pesimismo, quiero poner el énfasis en que nos atrevamos a soñar con un plan realmente ambicioso, tanto que, en el marco del pesimismo actual, pueda parecer irrealizable, utópico. Vale decir: propongo que nos animemos a la utopía (no a una quimera).
La pregunta que formulé más arriba (qué y cuánto de aquel malogramiento -de la URSS- fue desviación o fue en cambio la inevitable y natural expresión de los males de origen del socialismo) es fundamental para la próxima “utopía” de la humanidad.
Son asuntos que tenemos que reflexionar todos. Porque cada uno tiene su parte de la verdad en una cuestión tan profunda como esta. Pero además porque cada uno tiene su parte en la próxima utopía.
Pero para que podamos reflexionar, lo primero es librarnos de preceptos. No podremos pensar si estamos cegados, aturdidos, “drogados” por las ideologías, ese nuevo “opio” de esta sociedad post religiosa que somos, que de alienarse con fanatismos religiosos ha pasado a aturdirse con fanatismos ideológicos.
Pero así como puede haber fe sin alienación (y sospecho que Buda, Cristo, Mahoma y otros quisieron eso, aunque luego, me temo, hayan sido tergiversados), también puede haber “mística” política sin aturdimiento. Se trata de hacer un permanente ejercicio de libertad interior.
EL VIDRIERO ANARQUISTA
Se lo termino, estimado lector, como a mí me gusta: con una anécdota...
Mi abuelo, el comunista, era carpintero. En una época tuvo su pequeña carpintería en su casa. Para sus trabajos a veces necesitaba vidrios. Entonces iba a lo de un vidriero que tenía, como él, su pequeño taller. El vidriero era anarquista. No recuerdo el apellido. Supongamos que hubiese sido Gómez.
Mi abuelo cierta vez entró a la vidriería entonando a viva voz este saludo: “Buen día, don Gómez, ¿cómo andan esas ideas anarquistas?”.
La respuesta de Don Gómez, vehemente: “¡Un hombre no debe ser esclavo ni de sus propias ideas!”.
Lisandro Sánchez
Varvarco, Neuquén, Argentina
pochosanchez1973@gmail.com
viewtopic.php?t=42057
LAS IDEOLOGÍAS: ¿OPIO DE LOS PUEBLOS? (segunda y última entrega)
A la primer entrega, publicada en este mismo foro, se accede aquí:
viewtopic.php?p=630791#p630791
EL IDEAL Y EL CAPITAL
Aquí es necesario hacer una aclaración. La ideología de izquierda o socialista, surgió realmente como una ideología e incluso como una utopía. Simplificándolo lo más posible: ante la realidad patente de que la sociedad estaba organizada por y para una minoría (los ricos y poderosos), algunos plantearon la alternativa de una sociedad organizada por y para el común de la sociedad.
En cambio el surgimiento de la ideología de derecha o capitalista no fue un proceso ideológico sino fáctico. Desde tiempos prehistóricos fueron surgiendo estructuras sociales, que surgieron del único fenómeno del que podían surgir en esos tiempos, o sea de la fuerza, y que se fueron perfeccionando, sobre la única base posible, o sea sobre el poder, y así fueron adaptándose, no sin “sobresaltos”, por supuesto; hasta llegar a constituir lo que hoy llamamos capitalismo.
CARLITOS
Si el tal Carlitos Marx hubiese muerto de niño como morían tantos en Europa en aquellos tiempos, seguramente no hubiese existido la Unión Soviética; casi con seguridad en el mundo, excepto casos aislados, no hubiese existido otro sistema que el capitalismo y los sistemas precapitalistas; y los partidarios del capitalismo -excepto al interior del pequeño mundillo intelectual- muy probablemente no se hubieran molestado en formular demasiado su ideología. ¿Para qué? Si en ese caso el capitalismo hubiera sido, desde sus orígenes y hasta hoy, en el mundo, “la vida misma”.
El asunto se hubiese limitado a las lógicas pulseadas entre “izquierda” y “derecha” por repartir la torta un poco más o un poco menos. Pero a partir de “Carlitos” y de su criatura materializada en la URSS, la izquierda ya no peleó por porciones de la torta sino por la torta misma.
Eso dio lugar a una contra ideología, a una contra utopía, una utopía capitalista. Vale aquí el concepto de utopía en la medida en que esta ideología pudo ser abrazada por personas comunes y corrientes como usted y como yo, o sea que no son agentes a sueldo de ningún poder ni nada por el estilo, sino simples personas soñando con un mundo mejor.
Eso, en cuanto a sus simples adherentes. En cuanto a sus “padres”, la única “utopía” posible fue y es la de sostener su privilegio, el privilegio de seguir explotando miserablemente a la mayoría de la humanidad.
LAS VUELTAS DE LA VIDA
La historia, como la vida, tiene muchas vueltas. Entonces llegó un momento en que por ejemplo para un adolescente ruso de los años ochenta, la utopía era el capitalismo.
Yo también era adolescente en los años ochenta. Me encantaría tomarme hoy un café con aquel adolescente. Apuesto a que no extraña el régimen soviético. Pero también apuesto a que hoy ya se arrepintió de aquella utopía capitalista.
Apuesto a que hoy piensa algo más parecido a: ¿y si en vez de entregarnos al capitalismo hubiésemos liberalizado nuestro régimen en busca de un sistema que contemporizara de alguna forma posible, entre la solidaridad del socialismo y la libertad del capitalismo?
COMPITO, LUEGO EXISTO
El capitalismo, aún en la versión más idealizada que podamos imaginar, tiene un problema intrínseco: la competencia. La competencia puede que sea natural, puede que sea inevitable, puede que no sea contraproducente si se la mantiene a raya, y puede que en algún caso sea útil: el famoso argumento capitalista de que al competir con otro me esfuerzo y de ese esfuerzo a veces puede salir algo que termine siendo útil para mí e incluso luego para todos.
Bien. Pero en la mayoría de los casos es lo contrario. En la base de todas las atrocidades que suceden en el mundo hoy y desde hace milenios, está la bendita competencia.
Es algo tan elemental que me siento estúpido de escribirlo, pero voy a hacer el esfuerzo... si en una sociedad, en lugar de colaborar unos con otros, competimos unos con otros, es obvio que el resultado posible es uno solo: que alguno que otro se beneficie más que el resto pero que la mayoría se beneficie mucho menos que si todos colaboraran.
LOS CUBANOS NO HUYEN A HAITÍ
Aún así sigo aceptando como válida la utopía de derecha. Por aquello de que “nada de lo humano me es ajeno”; y no dejo de pensar en mi hermano ruso con quien me debo ese café; o en mis hermanos cubanos que hoy huyen a EEUU.
El caso de Cuba es complejo. Si la opción fuese huir a Haití o Jamaica, no sé si huirían. De esos países también la gente huye, y son países capitalistas, y que no han padecido el acoso que ha padecido (y padece) Cuba. O si la opción fuese huir a través del túnel del tiempo a la Cuba de Batista, no sé si huirían.
Y los cubano huyen a EEUU, generalmente con ese pan bajo el brazo que representa un estudio terciario o universitario, que en Cuba es accesible a todo el mundo, pero en EEUU es accesible solo a una pequeña minoría.
Y Cuba, si no hubiese padecido semejante acoso por parte de EEUU, no sé cómo sería, no sé si sería un lugar del que tanta gente quiere huir. Pero confieso al respecto mis dudas. Y mi ignorancia. Lamentablemente, la verdad completa de un régimen tan pequeño, lejano y hermético, uno no la conoce hasta que el régimen no cae.
EL QUÉ Y EL CÓMO
Y por supuesto, además de la cuestión de la utopía está la cuestión de cómo se la realiza. No es lo mismo, por ejemplo, emprender un proyecto socialista como se lo intentó en Chile con el presidente Allende, o sea, por una vía pacífica; que emprenderlo como lo emprendió la URSS, y más aún a partir del ascenso de Stalin, cuya vía fue de todo menos pacífica.
Se me dirá: así le fue al proyecto socialista chileno; por blando, la derecha lo borró de un plumazo con su violencia criminal. Es cierto. Si la revolución francesa hubiese sido blanda, probablemente Francia y el mundo seguirían en el oscurantismo. Pero tampoco podemos justificar cualquier cosa. Como en todo en esta vida, el equilibrio es lo que nunca se encuentra, pero también lo que nunca debe dejar de buscarse.
En fin -volviendo al punto-, con alguna excepción demasiado extrema como el nazi-fascismo, todas las ideologías son buenas, y ninguna lo es del todo. Todas pueden ser útiles, y todas pueden no serlo. Es como lo que decía antes, del barco de madera o de acero. Tal vez convendrá en un caso la madera, en otro el acero, en otro una combinación de ambos.
Las ideologías no son lo importante, son accesorias, y como tal, pueden ser complementarias. No son el objetivo, son medios. Si creemos que son lo importante, que son el objetivo, nos volvemos esclavos de ellas.
LO MÁS TRISTE
Lo más triste -para mí- de todo este asunto de las ideologías es comprobar -como lamentablemente uno comprueba habitualmente- que personas comunes y corrientes, que en su vida concreta son personas piadosas, incapaces de cometer una crueldad ni siquiera mínima, sin embargo en su adhesión a una ideología, justifican y a veces hasta alaban crímenes y hasta genocidios.
Incluso se da, y mucho, algo digno de estudio para los psicólogos (aunque también se da entre psicólogos): personas que se conmueven en forma sentida y sincera frente a los crímenes cometidos por regímenes de una cierta ideología, y al mismo tiempo justifican o minimizan crímenes similares o hasta mayores cometidos por regímenes de una ideología opuesta. Por supuesto son personas que adhieren a la ideología de estos últimos.
Pero me refiero a personas piadosas, bien intencionadas, honestas, que adhieren a una ideología por una cuestión de adhesión a ciertos principios, no por conveniencia; pero les termina pasando con su adhesión ideológica lo que a mi bisabuela (que era terciaria franciscana) le pasaba con su adhesión religiosa: el árbol no les deja ver el bosque. Contra esto tenemos que luchar, en nosotros mismos, como contra ninguna otra cosa.
YRIGOYEN, PERÓN Y TODO EL PELOTÓN
Bueno, estimado lector... Más arriba le mencionaba algunos ejemplos políticos concretos, como la Argentina de Yrigoyen, la de Perón, el México de Cárdenas, la Panamá de Torrijos (Omar), el Egipto de Nasser, la India de Nehru y Gandhi; y preguntaba: ¿fueron de izquierda o de derecha?
Pues ahora le respondo: opino que no fueron de izquierda ni de derecha. Ni por supuesto de “centro”. Dudo que pueda existir tal cosa. Al menos a mí no me da la imaginación para concebirlo.
Simplemente esos fenómenos políticos no se encuadran en el esquema izquierda/derecha. Los fenómenos políticos son fenómenos sociales, y por lo tanto humanos, y por ende complejos y diversos, y concretos, y por supuesto también no exentos de ambigüedades, contradicciones, cambios a través del tiempo durante su desenvolvimiento; y frente a ello el criterio izquierda/derecha resulta demasiado abstracto y limitado.
Y probablemente no sea casual el hecho de que el criterio Izquierda/derecha es europeo y los ejemplos que mencioné son de otras regiones. Pues cada sociedad tiene sus particularidades. Por eso tal vez no deba extrañarnos que aquel criterio europeo se encuentre con “sorpresas” al querer aplicarse a fenómenos de otras latitudes.
Y con respecto a los ejemplos que también mencioné más arriba, de Inglaterra o España cuando son “gobernados” por partidos de izquierda, es claro que eso no convierte a esos regímenes en regímenes de izquierda. Son países claramente capitalistas, para más, monárquicos; cuya estructura económica, social, política no se modifica por tener al frente un presidente o primer ministro “de izquierda”.
CAMBIAR... NADA
Por ejemplo en Argentina durante la década peronista (1946-1955), se modificaron profundamente las estructuras económico-jurídicas, incluso se reemplazó la vieja Constitución Nacional, netamente capitalista, por una nueva Constitución que, en forma tal vez un poco presuntuosa, se denominó “justicialista”.
El nuevo orden económico-jurídico fue una suerte de híbrido entre capitalismo y socialismo, mucho más afín al capitalismo, pero muy diferente al orden netamente capitalista anterior.
Y por supuesto, la dictadura que derrocó a Perón (en 1955), rápidamente reinstauró el antiguo orden, incluyendo la antigua Constitución, que desde entonces rigió ininterrumpidamente hasta hoy.
Entonces, aquel proceso político iniciado en 1946, sí que implicó un cambio estructural. Pero por ejemplo los gobiernos que se sucedieron en Argentina desde el fin de la última dictadura (1983) hasta hoy, ninguno ha significado un cambio estructural; aunque hayan desfilado presidentes supuestamente muy distintos.
En todo caso algunos fueron más ultra capitalistas que otros, pero ninguno llegó ni siquiera a intentar, ni siquiera a proponer, un cambio estructural, algo distinto del capitalismo, aunque fuese moderadamente distinto.
EL GALLINERO Y SUS ESCALAFONES
Y en lo respectivo a países desarrollados y subdesarrollados, por supuesto que, haciendo un análisis más minucioso, dentro de uno y otro “pelotón”, hay unos más desarrollados que otros.
Hay países desarrollados como España, que sin embargo saben lo que es llevar la de perder en algunos casos frente al capitalismo de países más desarrollados.
Y hay países subdesarrollados como Argentina, que sin embargo saben lo que es obtener a veces beneficios del subdesarrollo aún mayor de algunos otros países.
En definitiva, como en el gallinero, está el gallo por un lado, y el resto por el otro. Pero en un análisis más detenido, hay algún pollo grande y alguna gallina brava que también se hacen notar. Y entre las gallinas del montón, hay algunas más del montón que otras, que siempre quedan últimas para arrimarse al tacho de maíz.
LA DERECHA MUEVE AL MUNDO
Y con respecto a las ideologías de izquierda y derecha, o socialista y capitalista, permítame, estimado lector, volver un poco sobre lo desarrollado más arriba... Como veíamos, la sociedad mundial tal la conocemos es básicamente una sociedad capitalista, o sea de derecha, y ha podido constituirse casi sin interferencias.
La única interferencia seria fue en su momento el surgimiento del bloque socialista a partir de la constitución de la URSS, pero ese estorbo no duró demasiado y fue superado hace rato. Incluso su surgimiento y caída le aportó a la ideología capitalista un fortalecimiento descomunal.
Antes del surgimiento de la URSS la ideología anticapitalista era una utopía poderosa. Luego de la caída de aquella, desde el bando capitalista se esgrime el caso del extinto bloque socialista como ejemplo de fracaso o peor aún, de fenómeno indeseable de totalitarismo.
EL MUNDO Y SUS SOBRESALTOS
Por supuesto esto no significa que el mundo no haya tenido “sobresaltos” además del surgimiento de la URSS. Todo lo contrario. Baste como ejemplo la revolución francesa y los profundos cambios que produjo y su influencia a escala mundial.
Pero aún un proceso tan significativo como aquel, desde el punto de vista de la alternativa entre sistemas de propiedad privada y sistemas de propiedad común, no representó un cambio (y ni hablemos de cambios más profundos... de ver el mundo no como riquezas y por ende como propiedad, sino como la “casa-tierra”...).
Luego de aquella revolución la propiedad siguió siendo privada; en nuevas manos, menos concentrada, con otra dinámica, con alguna permeabilidad entre estratos socioeconómicos, en un marco con un mínimo de piedad y hasta de dignidad; pero privada.
EVOLUCIONAMOS...
Justamente aquella revolución y el surgimiento de lo que hoy llamamos capitalismo son dos fenómenos históricos muy conectados entre sí. Haciendo una simplificación mayúscula: la sociedad de Europa y de algunas otras regiones evolucionó, técnicamente, del trabajo manual al trabajo mecanizado; geográficamente, del campo a la ciudad; económicamente, de la unidad productiva feudal a la empresa capitalista; y políticamente, de la monárquica hacia la república. Y en esa evolución, procesos como la revolución industrial y la revolución francesa, fueron centrales.
Si nos detenemos en el momento puntual de la revolución francesa, vemos un gran progreso, y sin duda lo fue (dejar de ser semi esclavos, a veces hasta sexuales, de señores, monarcas y sacerdotes, fue un salto gigante).
Pero si hacemos un análisis de gran escala temporal, vemos que el sistema socioeconómico simplemente siguió una evolución más o menos coherente, de cada vez mayor acaparamiento de las riquezas del planeta en manos de una pequeña minoría mundial. Por supuesto en cuanto a los integrantes de esa minoría a veces hay cambios. Pero en la lógica básica del sistema, no.
HASTA QUE NOS TRAGÓ EL BASURAL
Y nuestra moderna condición de ciudadanos, con muchísimos más derechos que aquellos ciervos de la antigüedad, sin duda es abismalmente preferible para nosotros pero, no nos engañemos, ha sido también conveniente para el capitalismo, básicamente por nuestra nueva condición como su fuerza de trabajo y como sus consumidores, y además, porque si no nos aflojaban un poco la soga, la íbamos a cortar. Así somos los animales. Y todo domesticador lo sabe.
Y así, a través de la historia, vamos viendo progresos, pero también el mundo se “achica” cada vez más, y vamos viendo que progresos por aquí son a costa de calamidades (como saqueos, ecocidios y genocidios) por allí, y empieza a pasar lo que en un pueblo que crece mucho, rápido y mal: la zona urbana mal ordenada y el basural mal manejado crecieron hasta encontrarse y el pueblo quedó a merced de las ratas y sus enfermedades.
Al fin vemos que el esquema socioeconómico mundial, hoy netamente capitalista, sigue siendo la calamidad que fue siempre, y cada vez más, y ante ello el soñar con una sociedad distinta es un fenómeno inevitable.
Entonces la ideología socialista o de izquierda cobra vigencia. Más cuando desde la propia ideología de derecha, que en definitiva es la que “mueve al mundo”, se nos empuja por todos los medios a esa disyuntiva de hierro.
“Y LOS RICOS, MIERDA, MIERDA”
Entonces vale la pena que nos detengamos aún un poco más en este asunto: la ideología de izquierda... Recuerdo cuando en los ochenta, siendo yo adolescente, escuché por primera vez una canción que estaba bastante de moda en aquel momento.
Se la escuchaba en la radio, la interpretaban distintos artistas. Hoy sé que se llama “Que la tortilla se vuelva” y creo que es una canción de autor anónimo, popular, española. La última estrofa decía: “¿Cuándo querrá el Dios del cielo / que la tortilla se vuelva, / que los pobres coman pan / y los ricos, mierda, mierda?”.
Yo no me consideraba de izquierda pero sí, como buena parte de mi generación, soñaba con una sociedad que fuese radicalmente distinta a la que teníamos. Pero al escuchar esa canción pensaba: con el trabajo que debe costar hacer y sostener una revolución, si hacemos una revolución como la que propone esa canción, la haríamos para que en la generación siguiente, los hijos de los actuales opresores, devenidos en oprimidos -comedores de mierda-, hagan una nueva revolución, tan justiciera como la anterior.
MI AMIGA QUE FUE A CUBA
Viene a mi mente otro recuerdo. Una amiga mía fue a Cuba. No fue por motivos políticos sino por un congreso de su profesión. Mi amiga, como yo, no era de izquierda pero sí, alguien que soñaba con una sociedad más justa que la que teníamos. Y Cuba era siempre una referencia.
Por ejemplo algunos años antes había ido a Cuba el padre de un amigo mío. Este hombre era médico y fue a Cuba a un congreso de su especialidad. Este señor, excelente persona y excelente médico, era anticomunista. Cuando volvió de Cuba ya no era anticomunista.
Nuestro país, Argentina, era objetivamente un país riquísimo, y en Argentina el sistema sanitario era un sistema miserable en el que morían niños por causas absurdas. Cuba era objetivamente un país pobrísimo y allí este hombre vio un sistema sanitario similar al que había visto en otros congresos en los países más ricos y desarrollados de la Tierra.
Pues bien, cuando mi amiga volvió le dije: “Contame, ¿qué tal Cuba?” (aquí en Argentina -excepto en algunos lugares- decimos “contame”, no decimos “cuéntame”).
Y me respondió algo más o menos así: “Es maravilloso; todo el mundo está todo el tiempo militando”.
A mí me invadió la decepción. Mi cara cambió tanto que mi amiga lo notó. Le dije: “¿Después de tres décadas de régimen revolucionario, todavía tienen que estar todos militando todo el tiempo...?, pero entonces esa revolución es un desastre”.
Mi amiga era un poco más receptiva que yo a las ideas de izquierda, y su estadía en Cuba le había contagiado cierto entusiasmo revolucionario. Y era entendible. Nuestra sociedad estaba en un espiral de injusticia, individualismo y superficialidad, y lo que vio en Cuba la entusiasmó. Yo, sin su entusiasmo (porque yo no había ido a Cuba ni a ningún lado), y tal vez demasiado exigente en mis expectativas, me decepcioné.
¿QUÉ PUEDE TENER DE LINDO...?
Esa anécdota, tan insignificante y hasta risueña -al menos a mí me da mucha risa recordarla hoy después de tantos años-, es sin embargo representativa de una diferencia idiosincrásica fundamental entre la cosmovisión de la izquierda y la cosmovisión de un simple joven argentino -yo mismo en mi juventud- que soñaba con una sociedad más justa -y que he militado y mucho-, pero que ni por casualidad compartía con la izquierda esa suerte de concepción de la militancia como ideal de vida, como ideal en sí mismo, y del que mi amiga, en Cuba, se había contagiado.
Para mí la militancia nunca fue un ideal sino muy por el contrario un mal necesario, algo asumido por convicción pero no con gusto; como aquel que se enrola voluntariamente en la guerra cuando su país es invadido. ¿Qué puede tener de lindo enrolarse en una guerra?
LOS CRUZADOS DE LA IZQUIERDA
Y si he contado aquí mi anécdota es justamente porque creo que aquel joven que fui hace mucho tiempo, en lo que en la anécdota se ventila, bien puede ser representativo de muchos jóvenes argentinos de aquella época.
Y esa cosmovisión de la izquierda que intenté ilustrar con esa anécdota, por supuesto va mucho más allá de mi anécdota insignificante. Ese espíritu de “cruzadas” -permítaseme llamarlo así, “metafóricamente”-, de empresas, de conquistas, ha sido en la militancia de izquierda una característica notoria.
Pero en realidad es algo que viene de mucho más allá que la izquierda. Es, creo, un viejo -pero vigente- elemento idiosincrásico europeo, característico, que bien podría rastrearse en la Iglesia Católica -por eso hablé de “cruzadas”-, en las iglesias protestantes, en la derecha, en la izquierda, y en otros ámbitos también.
Y que aquí en América Latina no es tan característico, aunque en muchos casos lo hayamos adoptado, como en el tesón de nuestros misioneros católicos o en el empeño de nuestros militantes de izquierda, por poner dos buenos ejemplos.
EUROPEOS INDUSTRIOSOS
El europeo es hombre de acción. Para él la acción es la vida misma. Para nosotros, los latinoamericanos, la acción es un medio para la vida, no es la vida. Por inventar un ejemplo simple y gráfico: el europeo va de cacería y su máximo goce está en la caza. Nosotros vamos de cacería y nuestro máximo goce está en sentarnos a comer el animal cazado, asado, y quedarnos de sobremesa hasta que amanezca, haciendo nada (nada “útil”).
Y no crea, estimado lector, que con eso estoy contándole algo estrambótico. La Argentina, con la fabulosa cantidad de inmigrantes europeos que vinieron a afincarse entre nosotros, se convirtió en un excelente escenario para comparar las idiosincrasias de unos y de otros. En la generación de mis abuelos los inmigrantes abundaban. Cualquiera que haya vivido esa realidad le puede contar mil cosas que abonan lo que he planteado aquí.
Por supuesto estoy haciendo una generalización, un “blanco y negro”, para ser gráfico. Si nos ponemos a hilar fino, aparecerán los “grises”. Pero esta generalización es válida -creo- como una imagen panorámica de lo que quiero transmitir.
Y se lo dejo, estimado lector, para que lo piense, porque a partir de este punto hay mucho más por ver... Europa y América Latina son solo dos regiones del mundo. Hay muchas más. Y hacia adentro de cada región hay también mucho para mirar.
Pero sirva lo antedicho como un punto de partida posible, para reflexionar sobre el hecho de que las ideologías son portadoras de un programa político, económico, social, pero también de otros ingredientes.
UN CULO EN UN SILLÓN
Y me ocupo especialmente de la izquierda porque -ya más o menos lo he ido explicando-, la derecha es “la vida misma”, es lo que tenemos, es lo que somos, es el mundo desde tiempos inmemoriales y hasta hoy; excepto por ese “accidente” en la historia, ya “superado”, que fue el bloque socialista (aunque cada tanto nos muestren un político de izquierda con su culo sentado en una silla de presidente o primer ministro, como si un país capitalista se convirtiese en socialista por el acto de sentar un culo en un sillón).
Rescataremos de ella -la derecha- lo que sea rescatable -siempre en todo hay algo rescatable- y, más tarde o más temprano, tendremos que reemplazarla, o por lo menos reformarla muy profundamente.
Y si bien, como he explicado, hay mucho más allá de la izquierda y la derecha -ya he mencionado a Perón, a Cárdenas, etc.-, la izquierda y la derecha siguen siendo los grandes espectros políticos del mundo, al menos del mundo dominante, que es -lógicamente- el que más influye en el mundo en general. O sea, es lo que hay. Y si es lo que hay, pues al menos conozcámoslo. Sepamos con qué bueyes aramos.
OBREROS Y OBRERISTAS
Veamos entonces una cuestión... Los que fundaron la izquierda, los pioneros, los primeros revolucionarios, los primeros socialistas, el propio “Carlitos”, en general, no eran gente del pueblo, no eran gente pobre.
Y es que no hubiesen podido serlo. Porque en aquellos tiempos los pobres, con suerte comían y nada más. Estaban condenados al analfabetismo y a una vida casi de esclavitud o de segregación casi absoluta.
Entonces los pioneros eran “obreristas” pero no obreros. Eran, cual más, cual menos, intelectuales. Y esto seguramente habrá tenido su influencia, sino en la ideología en sí, al menos en los elementos idiosincrásicos que le dieron marco.
INFANCIA COMUNISTA
Vuelvo al rico -a mi ver- recurso de las anécdotas... Hace unos años estaba yo conversando con mi padre y su hermano (ambos ya fallecieron; hoy tendrían ochenta y pico años). Ellos, que no se veían seguido -vivían en distintas provincias-, se habían puesto a rememorar cosas de la infancia y la preadolescencia.
Empezaron a recordar uno por uno los chicos del barrio de ellos con los que jugaban al fútbol o a lo que fuese. Era un barrio en una ciudad importante del interior de Argentina. Su padre -mi abuelo- era obrero en una industria muy grande. El barrio estaba cerca de la fábrica. La mayoría de los vecinos eran obreros de la misma empresa. Y mi abuelo militaba en el Partido Comunista.
Entonces en un momento mi tío, como con repentina sorpresa, como descubriendo algo en lo cual no había reparado antes, le dice a mi viejo: “Los ‘pibes’ con los que nos juntábamos nosotros eran todos los hijos de los peronistas del barrio”. Y mi viejo, luego de un breve silencio reflexivo, le responde: “Sí”.
Y entonces recordaron a los poquitos comunistas del barrio, que eran gente de un nivel económico más alto que ellos, con un nivel educativo bastante más alto, y que por supuesto se conocían entre las familias porque eran “camaradas” y vecinos, pero los chicos no se juntaban.
COMUNISTAS PISCINISTAS
Mi padre se alejó del comunismo siendo muy jovencito, pero su hermano se mantuvo más o menos cerca del PC durante algunos años más. Su hija, mi prima (ella falleció hace poco), en su adolescencia alcanzó a militar un tiempo en la juventud comunista. Un día, hablando de aquello, me contó: “¿Sabés lo que me llamaba la atención...?, que yo era la única que no tenía casa con piscina”.
Valgan estas anécdotas para graficar algo que es bien conocido: aquí en Argentina, en general (con excepciones, por supuesto), los partidos de izquierda, además de ser minoritarios, han encontrado a sus adeptos entre gente de un nivel económico y cultural medio o alto. Y preponderantemente entre gente descendiente de inmigrantes europeos.
GRINGOS Y CRIOLLOS
Mi abuelo era hijo de españoles. Mi abuela era española. Las pocas familias comunistas del barrio que recordaban mi padre y su hermano, y buena parte de las que recordaba mi prima de su paso por la juventud comunista, eran familias de origen judío y alguna que otra familia de descendientes de inmigrantes italianos o españoles; eso sí, ateas, como también lo eran mi abuelo y mi abuela.
He metido a las familias de origen judío en la misma “bolsa” que a los descendientes de inmigrantes europeos. Sucede que se trata de familias de origen judío que llegaron a la Argentina desde Europa, luego de varias generaciones de vivir en Europa, y cuando ni siquiera existía el Estado de Israel.
Y eran familias ateas, y que por ejemplo no impugnaban que sus hijos, incluso los varones, se casaran con parejas no judías, lo que a la vista de quienes seguían la tradición judía, era algo inadmisible.
Es claro que la cultura política de estos judíos ateos y de izquierda, era más europea que asiática, aunque sus raíces profundas fuesen judías y por tanto asiáticas.
COMO PEZ EN EL AGUA
Y digo que “han encontrado a sus adeptos”, porque bajo ningún punto de vista se trata de que esos partidos no recibieran con todo gusto en su seno a los obreros, y a los criollos. Eran los obreros, y los criollos, los que no se sentían atraídos por esos partidos.
No hago ningún descubrimiento genial si digo que había una cierta brecha idiosincrásica entre esos partidos de izquierda y estos sectores populares nativos que no se sentían atraídos por ellos.
Desde los años sesenta y hasta hoy, en la Argentina, dentro de la izquierda, hay una considerable rama maoísta. Varias veces he escuchado o leído de parte de ellos una frase que atribuyen a Mao.
No sé si la frase realmente es así como yo la conozco (empezando por el hecho de que Mao hablaba en chino), ni cuál fue su contexto, ni si es realmente de Mao. Pero sí, me consta que los maoístas argentinos la esgrimen como consigna.
La frase reza: “El revolucionario debe ser entre el pueblo como pez en el agua”. La primera vez que la escuché, hace muchos años, pensé: “El revolucionario debe ser entre el pueblo como pez entre peces”.
En general toda la izquierda argentina ha sido bastante estrambótica... la estalinista, la maoísta, la trotskista... Aunque hubo algunas diferencias fundamentales. El maoísmo y una parte del trotskismo (generalmente identificada con el lema de izquierda nacional, e inspirada especialmente en los escritos de Trotski de su última etapa, o sea de su exilio en México) condenaron a la última dictadura desde el primer momento y sin atenuantes, mientras el estalinismo y el trotskismo clásico hicieron lo contrario. Incluso una parte del trotskismo (la de la izquierda nacional) apoyó al peronismo desde su mismo nacimiento en 1945.
LOS DISCOS, A LA BASURA
El PC ha llegado a extremos caricaturescos, como el hecho de que sus militantes no escucharan a Cafrune, porque era peronista, o que tiraran a la basura los discos de vinilo de Yupanqui porque don Ata había sido expulsado del PC.
Había sido expulsado por insistir en pedir permiso al partido, para mandarle una carta al presidente Perón, para saldar la desavenencia entre ambos, la que según Yupanqui era en el fondo un malentendido. Yupanqui quería que las radios estatales difundieran su música.
Había una política de Estado de difusión de la música nacional (por lo que don Ata había bregado desde antes del peronismo), música de la que Yupanqui era tal vez el máximo prócer vivo, pero no se difundía su música porque el funcionario del área era una bestia peluda acomodaticia que creía que su forma de congratularse con Perón era privando de difusión a quienes habían cometido la estupidez, en los orígenes del peronismo, de sumarse a la campaña de difamación urdida desde Washington y Moscú.
Algunos años antes, la cantante Nelly Omar, una de las máximas exponentes del canto argentino de todos los tiempos, tanto que en su época la bautizaron “la Gardel con polleras”, también fue víctima del ostracismo artístico por obra de aquel funcionario bestia peluda. Lo insólito es que Nelly era peronista, y de la primera hora, y hasta tenía cierta amistad don Evita (Eva Duarte, la esposa de Perón, su segunda esposa).
Un día Evita la encontró actuando en un lugar muy poco relevante, donde los artistas ganaban muy poco, y le dijo: “¡¿Qué hacés vos cantando acá?! Ese día terminó su ostracismo. Evita se ocupó de que así fuera.
Yupanqui confiaba en que con una simple carta, entre él y Perón arreglarían el entuerto. Las diferencias ideológicas no tenían por qué ser un impedimento para la difusión de su música. Los mismos intérpretes peronistas interpretaban los temas de don Ata.
Pero el PC lo expulsó como si fuese un traidor. Eso a don Ata lo dejó mal parado. Un par de años después (en 1955) Perón fue derrocado. Entre los principales instigadores del golpe, dentro del país, estuvieron la Iglesia y el PC.
¿EL COMUNISMO SE HACE PERONISTA?
Con el golpe se fueron la soberanía económica, el no endeudamiento del país en el exterior, la no pertenencia al FMI, la industrialización, el pleno empleo, el alto salario relativo, las políticas de salud, educación y vivienda para toda la población, y tantas otras políticas de tipo socioeconómico. Pero también se fueron otras políticas peronistas, también muy trascendentes, como la ley de divorcio, o el fomento del deporte infantil con enfoque en la inclusión social, o la difusión de la música nacional.
La ley de divorcio volvería en 1987, gracias al presidente radical Alfonsín, pero sobre todo al diputado radical Bielicki, quien luego de aquello quedó en el ostracismo, incluso por parte de su propio partido. También fue imprescindible el apoyo de un grupo de legisladores del Partido Justicialista, y por supuesto de la Unión Cívica Radical.
En ambos partidos hubo posiciones a favor, y también muchas en contra, sobre todo en el PJ, en el que la mayoría de los dirigentes traicionó, en esto como en todo, el legado de su fundador, luego de fallecido este, y sobre todo luego de la dictadura. Pero al fin la ley de divorcio volvió. Fue lo único que volvió. Todo lo demás, jamás volvió.
Al finalizar la última dictadura, en 1983, casi una década después de la muerte de Perón, el PC ordenó a sus militantes votar al Partido Justicialista, o sea al peronismo, pero encabezado por Luder, un auténtico derechista, partidario del no juzgamiento de los crímenes de la dictadura, dictadura que había derrocado al último gobierno del peronismo, de la viuda de Perón (su tercer esposa), y del que Luder había sido presidente provisional.
DE VUELTA A COMPRAR LOS DISCOS
A Luder no lo votaron ni los peronistas. Fue la primera derrota electoral en la historia del peronismo. Tiempo después, aquellos viejos militantes ahora devenidos en ex afiliados del PC, compraban los discos compactos de Cafrune y Yupanqui, ya fallecidos, lamentando no haberlos escuchado durante muchos años, y cuando ellos vivían.
En fin. Volviendo al punto de la brecha idiosincrásica que mencionaba, entre la izquierda y el pueblo, cabe preguntarse qué y cuánto de esa brecha viene del origen mismo de la izquierda, y qué influencia puede tener ese factor idiosincrásico en lo político.
Se lo dejo, estimado lector, para que lo analice usted, porque esto no es algo que lo pueda analizar uno solo. En esto cada uno tiene una parte de la historia.
LA MÁXIMA CREATURA DE LA IZQUIERDA
Hasta aquí, estimado lector, le he hablado más que nada, de los orígenes del asunto. Ahora quiero hablarle de sus consecuencias... La gran realización histórica mundial de la izquierda o el socialismo, o sea el bloque de países socialistas, y a su cabeza, la URSS; marcó grandes diferencias con el mundo capitalista, lógicamente, pero también hubo cosas en las que no se diferenció nada o casi nada.
Casi al principio de este artículo, como una digresión, mencioné lo de la “carrera espacial” de la URSS en competencia con EEUU. Diría que ese fue el sumun de la coincidencia de aquel mundo socialista con este mundo capitalista. Pero en realidad la coincidencia fue mucho más amplia.
Antes me referí a “la torta”. El sistema soviético se diferenció de cabo a rabo del sistema capitalista, en cuanto a que la torta en vez de ser de dueños privados, o sea de unos pocos; fue del Estado, o sea de todos. Pero no se diferenció en nada o casi nada en cuanto a la torta en sí.
CHERNÓBIL Y FUKUSHIMA
El desastre de la “socialista” Chernóbil dejó una contaminación radioactiva catastrófica, por miles de años, en el mundo entero. Lo mismo que años más tarde el desastre de la “capitalista” Fukushima.
La “socialista” “carrera espacial” soviética dejó el espacio y la Tierra sembrados de chatarra, en muchos casos contaminante, igual que la “capitalista” “carrera espacial” norteamericana.
Las descomunales explotaciones de petróleo, gas, metales, minerales, para proveer el gigante complejo industrial “socialista” de la URSS, dejaron tremendos pasivos ambientales, igual que las mismas explotaciones para el complejo industrial “capitalista” de EEUU.
EL SOCIALMILITARISMO
Si digo lo mismo con respecto a la fabulosa industria militar soviética, alguien me podría replicar que yo mismo, en la primer entrega de este artículo, cuando hablé de la utopía de izquierda, mencioné el problema del inminente riesgo de invasión militar que enfrentaría un país que se apartara del “redil” del capitalismo mundial.
Es cierto. Pero en vista de todo lo antedicho, y de la realidad soviética de corrupción y fortunas clandestinas que se hizo evidente luego de caer la URSS, no puedo dejar de considerar la hipótesis de que no hubo en la URSS voluntad de intentar algo que no fuese una mutua carrera militar interminable con EEUU. Más bien pareciera que se apostó a esta sin mayores escrúpulos.
También alguien podría decirme que en todo caso eso último fue una desnaturalización, una corrupción del sistema. También es cierto. La pregunta es si se trató de una auténtica desviación o, como en el capitalismo, la corrupción resultó natural al sistema mismo, inherente a él, “brote” inevitable de la esencia del mismo.
LA NATURALEZA DE LA TORTA
En el capitalismo la relación natural entre la ambición empresaria (motor del sistema) y la corrupción es evidente. En el socialismo soviético no lo es tanto. Pero ahí vamos al meollo de la cuestión. El sistema soviético dijo “la torta es del Estado”, pero no analizó críticamente la naturaleza de la torta.
Su materialismo filosófico o científico (junto a su cientificismo, su racionalismo, su intelectualismo, su ideologismo) no le permitió ver el problema del materialismo liso y llano, el materialismo idiosincrásico, que es la base misma del capitalismo, y es justamente la base misma de sus males.
DOS SISTEMAS, UN MISMO DIOS
La sociedad soviética, el hombre soviético, adoraron al “dios riqueza”, el “dios progreso”, el “dios tecnología”, etc., igual que lo adoraron la sociedad y el hombre capitalistas. El ideal fue no competir entre conciudadanos, pero sí, competir, ¡y cómo!, entre bloques mundiales. Y el “valor competencia” es justamente el gran “valor” capitalista.
Pero es además algo muy metido dentro de nosotros, los seres humanos, desde tiempos inmemoriales. Si encima lo avivamos, aunque más no sea en términos de competencia entre sociedades; no es extraño que cunda, que haya cundido en el espíritu del hombre soviético, hasta el plano de la competencia entre individuos, que al fin de cuentas es la competencia “natural” en el hombre, que nuestros sistemas sociales deberían trabajar para conjurarla, no para exacerbarla.
Al fin la URSS, así como en lo político fue un sistema de partido único, en lo económico fue un “capitalismo de empresa única”. El Estado soviético era una sola gran “empresa” (o grupo de “empresas”), en feroz competencia frente a ese gran conglomerado de empresas y Estados (al servicio de las empresas) que es el mundo capitalista.
LA ALIENACIÓN SOCIALISTA
El socialismo no supo ver que el problema era más de fondo. Que había un problema profundo del hombre, de su relación con sigo mismo, con su prójimo, con el resto de los seres vivos y con el resto de la naturaleza (de la que él es parte), que venía de mucho más atrás que el capitalismo...
Que por ejemplo no es lo mismo concebir a la tierra como el hogar del hombre, y como la propia materia de la naturaleza de la que también su propio cuerpo esta hecho; que concebirla como “recursos”, “riqueza”, “torta” disponible, ya para acapararla en plan capitalista, ya para distribuirla en plan socialista, pero en ambos casos para explotarla, y que en ese ejercicio de explotación el hombre pretenda hallar su sentido, su identidad, su realización...
Que el materialismo del hombre, su afán de posesiones materiales, de competencia, de diferenciación (aunque en el socialismo se haya trasladado del plano del individuo al plano de la sociedad, que por otro lado también fue y es característica del capitalismo y sus “nacionalismos”) lo alejan de sí mismo, de su propia naturaleza, y por ende están en la base misma de eso que a “Carlitos” tanto le preocupaba: la alienación.
LENIN Y MCDONALDS
La URSS cambió la alienación de la relativamente “pequeña” empresa privada, por la alienación de una empresa estatal gigante como la URSS misma, pero tan alienante como la otra, porque la falta de sentido en la vida del hombre fue la misma o casi.
Alguien me podría replicar que el hombre soviético podía encontrar sentido en el proyecto colectivo de la URSS. Pero lo mismo podría decirse del ciudadano de EEUU. De hecho, sucede.
Se me podría replicar que siendo un proyecto socialista el sentido es mayor. En la teoría, coincido. Pero en la práctica, los soviéticos terminaron tumbando las estatuas de Lenin y aclamando la llegada de McDonalds.
También es cierto que dentro del bloque socialista hubo experiencias diversas. Por ejemplo la ex Yugoeslavia, con su economía socialista heterodoxa, su socialismo autogestionario, marcó diferencias interesantes.
Pero si se diferenció bastante de la URSS en eso y otras cosas, no se diferenció tanto en otras tantas, empezando por su condición totalitaria; y su final fue dolorosísimamente trágico.
Por supuesto que en la caída de los sistemas socialistas tuvo un rol súper protagónico el boicot capitalista con sus infiltrados, su propaganda, en fin, su infinito accionar siempre practicado contra todo régimen que obstaculice sus negocios, que es de público conocimiento (aunque a algunos se les olvide). Pero, bueno, eso fue, es y será así siempre. Es la condición misma del mundo. Y los jefes del bloque socialista lo supieron perfectamente desde siempre.
LOS NO ALINEADOS
Un fenómeno interesante, al menos como intento, y por supuesto no sin grandes defectos, fue el del grupo de países No Alineados, su Tercera Posición internacional, su enfoque desde el Tercer Mundo, y en definitiva su planteo general, dentro de su enorme diversidad interna; de un modelo social, económico y político que superara la rígida dicotomía internacional entre la ortodoxia capitalista y la ortodoxia socialista, ambas ortodoxias propugnadas desde países que eran y pretendían seguir siendo potencias mundiales, y ambas ortodoxias originadas en Europa Occidental, básicamente en Inglaterra, Alemania y Francia.
La época de oro de la UNESCO, que otorgó a esa organización de las Naciones Unidas su prestigio, fue cuando esa organización estuvo dirigida por ese grupo. Pero al derrumbarse el bloque socialista, el relativo equilibrio internacional de poderes se fue al diablo, el núcleo capitalista pasó a ser amo y señor del mundo, y borró del mapa aquella experiencia cuando todavía estaba en ciernes.
EL OTRO CARLITOS
Volviendo a la URSS... la famosa imagen del otro “Carlitos”, Chaplin, en “Tiempos modernos”; del hombre fagocitado por la máquina, la tecnología, la industria, la productividad, la ciencia aplicada, fue en la URSS igual que en EEUU, o muy similar.
Pero aquí es donde es imperativo hacer la gran diferencia: en la película, como en la realidad de los países capitalistas, el hombre, era esclavo de la máquina, pero también y sobre todo del dueño de la máquina; de un sistema económico que era injusto hasta la crueldad.
Eso no era así en la URSS. Todo lo contrario. ¡Cuántos millones de personas supieron por primera vez en sus vidas lo que era al menos un mínimo de dignidad, al menos material!
Pero esa dignidad se malogró a manos de todo lo que vengo detallando, y a manos también del imperialismo ruso y su expansionismo territorial, su totalitarismo, su corrupción, etc.
Y lo más penoso del asunto -a mi ver- es cómo la URSS terminó jugando con EEUU el mismo juego que juegan entre ellos nuestros politiqueros de izquierda y derecha... sosteniendo entre ellos una supuesta tremenda guerra pero que nunca estalló, y que sin embargo fue el gran argumento de uno y otro polo frente a sus respectivas “hinchadas”, y fue también el gran medio de corrupción, enriquecimiento ilícito y acumulación de poder de los jefes políticos de una y otra potencia, cada uno hacia adentro de su propio redil.
Lo que cabe preguntarse es qué y cuánto de todo ese malogramiento del proyecto socialista de la URSS fue desviación o fue en cambio la inevitable y natural expresión de los males de origen del socialismo. Es una tarea de reflexión que nos queda a cada uno de nosotros.
IDEOLOGÍAS Y REALPOLITIK
Por si fuese necesario, aclaro que el tema de este artículo es la cuestión de las ideologías, no la cuestión de la acción política real de los gobiernos y los partidos. A este último asunto solo lo he ido tocando en la medida que lo creí imprescindible para desarrollar el tema de las ideologías.
Si me pusiera a escribir en detalle, por ejemplo, sobre cómo frente al Tercer Mundo, en general, la URSS y EEUU fueron entre ellas más amigas que enemigas, o más amigas de sus comunes intereses como países dominantes, que de los intereses del Tercer Mundo como países víctimas de la dominación...
Si me pusiera a escribir, por ejemplo, sobre cómo en Argentina, desde 1955 hasta 1983 (con la excepción del período 1973-1976) hubo todos gobiernos ilegítimos (dictaduras y semi dictaduras, surgidas de derrocamientos de gobiernos legítimos y de continuidades seudo legales de esos derrocamientos) cuya finalidad fue que no ocupara el poder el peronismo, que ganaba cualquier elección con el 60% de los votos; y cómo durante todos esos gobiernos EEUU y la URSS se beneficiaron del comercio internacional con Argentina; y cómo el Partido Comunista, que recibía órdenes de Moscú, fue cómplice en forma casi permanente, de esos gobiernos ilegítimos, sobre todo del primero, la dictadura que derrocó a Perón en 1955, y del último, la dictadura que derrocó a la viuda de Perón en 1976, y que dejó un saldo de miles y miles de asesinados y desaparecidos; según los dictadores, para librarnos del comunismo...
En fin, si me pusiera a escribir sobre esos asuntos, escribiría tal vez diez carillas más, y me iría del tema de este artículo. Y otras tantas carillas escribiría si me pusiera a escribir sobre los muchos y graves defectos que tuvieron el peronismo, el yrigoyenismo y otros casos que he ido mencionando, de experiencias políticas en distintos países, que a mi entender son buenos ejemplos históricos de que hubo en el mundo intentos de hacer algo distinto a la línea bajada por los grandes centros mundiales de poder, y que esos ejemplos tienen enseñanzas útiles para brindarnos.
BUEYES Y CORNADAS
Solo quisiera aclarar algo acerca de esto que he ido desarrollando sobre cómo entre partidos o gobiernos supuestamente “enemigos”, suele haber más “amistad” oculta que “enemistad”.
En realidad, por supuesto, no se trata de “amistad” ni “enemistad”. Así como los empresarios (o tiranos económicos) no invierten en ideologías; los políticos, presidentes, monarcas y demás (o tiranos políticos) no invierten en sentimentalismos.
No son entre ellos amigos ni enemigos. Simplemente buscan su negocio, y en la prosecución de ese negocio, bien pueden desembocar en una guerra terminal, bien en una sociedad promiscua.
En general se aplica a ellos aquello de que “entre bueyes no hay cornada”. Pero como sabemos, aún entre bueyes, en un caso extremo, alguna cornada puede haber. Lo que es seguro es que nunca es por principios. Siempre por intereses.
OSCAR VARSAVSKY Y LA “FALACIA TRIANGULAR”
Hasta aquí he hablado mucho de cómo nos enredamos en un esquema cerrado y poco fructífero, prácticamente una trampa, de oposición, o falsa oposición, entre dos opciones. Pero a veces la “trampa” no es de dos opciones sino de tres.
El científico argentino Oscar Varsavsky (1920-1976), investigador en química, física y matemática, y especialista en modelos matemáticos; en el prefacio de su libro “Ciencia, política y cientificismo”, de 1969, nos aporta al respecto la siguiente visión:
“Dado el carácter francamente ideológico del contenido (Varsavsky se refiere al contenido de su libro), es oportuno puntualizar que en toda discusión de este tipo la máxima simplificación que puede hacerse es considerar cuatro posiciones básicas:
‘Fósil’, o reaccionaria pura;
‘Totalitaria’, stalinista estereotipada;
‘Reformista’, defensora del sistema actual pero en su forma más moderna y perfeccionada, admitiendo las críticas ‘razonables’. Desarrollismo.
‘Rebelde’ o revolucionaria, intransigente ante los defectos del sistema y ansiosa por modificarlo a fondo.
Fósiles versus Totalitarios es la alternativa maniquea con que se nos sugestiona. Es irreal porque ninguna de ambas puede tener ya vigencia práctica en gran escala, aunque la tuvieron en ejemplos históricos muy publicitados, y se ven aún algunas imitaciones. La oposición real es entre Reformistas y Rebeldes.
Los Reformistas se atribuyen como mérito combatir a los Fósiles y a los Totalitarios, lo cual muchas veces es cierto.
Capitalizan ese mérito en forma de ‘falacia triangular’, que consiste en presuponer que no son cuatro sino tres las posiciones posibles –dos extremos y un justo medio- y por lo tanto quien está contra ellos es Fósil o Totalitario.
Los rebeldes tienen que luchar contra esa magia del número tres. Les cuesta poco demostrar que no son Fósiles, pero como enemigos del Reformismo se los acusa de Totalitarios. Tampoco les es fácil esclarecer su oposición a un sistema que a través del Reformismo está prometiendo constantemente enmendarse y descargando sus culpas sobres los Fósiles. Es una situación que clama a gritos por su Molière.
También cuando se habla de planes y posibilidades se repite este esquema. Hay una posición ‘pesimista’ y otra ‘utópica’, frente a cuyos extremos existe supuestamente una sola actitud sensata: la ‘realista’, avalada por la experiencia. Toda ‘innovación’ atrevida tiene en ese realismo a su mayor enemigo y es desechada por él como utópica.
En esta cuarta posición nos ubicamos al exponer aquí –de manera sin dudas muy esquemática y superficial- algunas de las opiniones personales sobre la influencia de nuestro sistema social sobre la ciencia, las características actuales y el papel del científico que ideológicamente se identifica con aquella cuarta posición.”
LA UTOPÍA DEL FUTURO
Varsavsky menciona una posición esquemática “utópica”, que pecaría de extrema, o de falta de realismo o de sensatez, frente a la cual él propone una posición de “innovación atrevida”.
Esta última se corresponde con lo que más arriba él formula como posición “rebelde o revolucionaria, intransigente ante los defectos del sistema y ansiosa por modificarlo a fondo”.
Pues bien. En definitiva, a eso último me refiero yo aquí como “utopía”. Es solo una cuestión de terminología. Él deja el término “utopía” para el caso de un plan irrealizable; y para el caso de un plan ambicioso pero realizable elige otro término.
Yo, para ese mismo plan ambicioso pero realizable, rescato el término “utopía”, ya que, en estos tiempos de pesimismo, quiero poner el énfasis en que nos atrevamos a soñar con un plan realmente ambicioso, tanto que, en el marco del pesimismo actual, pueda parecer irrealizable, utópico. Vale decir: propongo que nos animemos a la utopía (no a una quimera).
La pregunta que formulé más arriba (qué y cuánto de aquel malogramiento -de la URSS- fue desviación o fue en cambio la inevitable y natural expresión de los males de origen del socialismo) es fundamental para la próxima “utopía” de la humanidad.
Son asuntos que tenemos que reflexionar todos. Porque cada uno tiene su parte de la verdad en una cuestión tan profunda como esta. Pero además porque cada uno tiene su parte en la próxima utopía.
Pero para que podamos reflexionar, lo primero es librarnos de preceptos. No podremos pensar si estamos cegados, aturdidos, “drogados” por las ideologías, ese nuevo “opio” de esta sociedad post religiosa que somos, que de alienarse con fanatismos religiosos ha pasado a aturdirse con fanatismos ideológicos.
Pero así como puede haber fe sin alienación (y sospecho que Buda, Cristo, Mahoma y otros quisieron eso, aunque luego, me temo, hayan sido tergiversados), también puede haber “mística” política sin aturdimiento. Se trata de hacer un permanente ejercicio de libertad interior.
EL VIDRIERO ANARQUISTA
Se lo termino, estimado lector, como a mí me gusta: con una anécdota...
Mi abuelo, el comunista, era carpintero. En una época tuvo su pequeña carpintería en su casa. Para sus trabajos a veces necesitaba vidrios. Entonces iba a lo de un vidriero que tenía, como él, su pequeño taller. El vidriero era anarquista. No recuerdo el apellido. Supongamos que hubiese sido Gómez.
Mi abuelo cierta vez entró a la vidriería entonando a viva voz este saludo: “Buen día, don Gómez, ¿cómo andan esas ideas anarquistas?”.
La respuesta de Don Gómez, vehemente: “¡Un hombre no debe ser esclavo ni de sus propias ideas!”.
Lisandro Sánchez
Varvarco, Neuquén, Argentina
pochosanchez1973@gmail.com
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