Las ideologías: ¿opio de los pueblos? (primera parte)

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Lisandro Sánchez
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Las ideologías: ¿opio de los pueblos? (primera parte)

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El presente texto es un artículo de opinión, extenso, pero artículo al fin. También podría decir que es un ensayo, pero en ese caso podría pecar de presuntuoso.

LAS IDEOLOGÍAS: ¿OPIO DE LOS PUEBLOS? (el artículo completo consta de dos partes; la presente es la primera parte)

Todos hemos escuchado alguna vez aquella máxima tan conocida: “La religión (o las religiones) es (o son) el opio del pueblo (o de los pueblos)”. Y muchos, tal vez la mayoría, sabemos que pertenece al famoso “Carlitos” Marx, el padre del famoso marxismo (aunque casi nadie haya leído a Marx, ni tenga demasiado claro lo que es el marxismo).

Hoy la frase necesitaría una actualización. Podría ser: “Las religiones son la droga de los pueblos”. Ya que el opio ha pasado totalmente de moda. Y no me atrevo a reemplazarlo, en la frase, por una droga en particular, porque el mercado de las drogas ilegales es muy diverso y dinámico, y yo muy ignorante del mismo.

Por otra parte, en aquella época en que Marx acuñó la frase, decir que algo era “el opio” (o “la droga”) de alguien, equivalía a defenestrar a ese algo. Hoy, seamos sinceros, la mayoría consume alguna droga ilegal, aunque más no sea la ya cuasi legalizada marihuana, y aunque en público no lo confiese.

Yo soy uno de los pocos viejos carcamanes que todavía se indigna cuando desde el propio Estado se habla de “drogas recreativas”. Soy uno de los pocos “retrógrados” que insisten en llamarles: “drogas adictivas”. Y que por ejemplo cuando hablo del tema con mi hijo, le digo: “Cuando yo fumaba tabaco, no negaba que el cigarrillo era una droga adictiva, y que yo era un pobre infeliz esclavo de la humillante dependencia del cigarrillo”.

MÁS MALO QUE GRANIZADA

Pero, por suerte para los seres “modernos”, o más bien “posmodernos”; los dinosaurios nos vamos extinguiendo. Para los seres posmodernos, los de esta época, las drogas no son algo malo (aunque en público digan otra cosa, o no digan nada). Pero cuando Marx escribió aquello, hablar del opio (o de las drogas), equivalía a hablar de algo malísimo.

Equivalía a decir algo como lo que yo le digo a mi hijo cuando le hablo de las drogas, legales (como el cigarrillo) o ilegales. Equivalía a decir que las religiones esclavizan a los hombres, los hacen dependientes, los alienan, los anestesian, los aturden, los alejan de la toma de conciencia sobre sí mismos y sus problemas, y de la consecuente lucha por resolverlos.

Y aunque hoy la mayoría consume alguna droga ilegal, tanto los religiosos como los ateos, tanto los de un espectro político como los de otro; de todos modos la frase “la religión es el opio del pueblo”, a la mayoría le sigue sonando como una fuerte crítica a la religión. ¿Será que en el fondo sienten que las drogas son algo indeseable, aunque las consuman, y aunque eviten criticarlas? Tal vez.

OPIO Y RELIGIÓN

Pues enfocándonos en la religión (no ya en las drogas), cuando alguien dice “la religión es el opio del pueblo”, algunos estarán de acuerdo y otros no. Por supuesto un religioso no va a estar de acuerdo; y un marxista, sí. Aunque hay marxistas religiosos. Seguramente estos últimos dirán algo más o menos así: “la mala religión es droga del pueblo, la buena religión no lo es”.

De hecho el propio Cristo según los evangelios, planteó críticas a la religión que imperaba entre los suyos, tan o más severas que si hoy alguien dice: “la religión es la droga del pueblo”. Y así entendieron las palabras de Cristo los jefes de aquella religión. Y ya sabemos cómo le pagaron a Jesús sus palabras críticas.

Ahora bien. Si usted, estimado lector, recuerda el título de este artículo; sabe que la intención no es hablar de las religiones, ni mucho menos de las drogas, sino de las ideologías.

Pues bien. Entonces demos por cierto, al menos como posibilidad, que la religión, o al menos, como diría el marxista religioso (o como podríamos decir todos en una interpretación del mensaje cristiano que ahonde en su espíritu crítico), la mala religión, pueda ser opio, o droga, del pueblo.

OPIO E IDEOLOGÍA

En ese caso, las ideologías, ¿no podrían serlo también? O sea, ser una trama que enrede al pueblo, enmarañándolo en su urdimbre y alejándolo de la cabal toma de conciencia de sí mismo como sujeto social, de su problemática como tal, y por ende, de su lucha contra los males de esa problemática.

Pues bien. Un marxista seguramente me respondería algo similar a aquello de la mala religión. Me diría que la mala ideología sí, sería un opio para el pueblo. No así la buena ideología. Me diría que una ideología marxista o socialista o comunista o en definitiva, de izquierda, sería la que llevaría al pueblo a su toma de conciencia y su lucha por su bienestar.

Pero que una ideología de derecha lo sumergiría en la alienación, la confusión, el individualismo, y en fin, sería su opio, su droga (aclaro: aquí en Argentina decimos “izquierda” y “derecha”, así, en singular; no decimos “izquierdas” y “derechas”, en plural, como dicen en España).

¿QUIÉN TIENE LA RAZÓN?

Ahora bien, el que abrace la ideología opuesta, digamos, de derecha, o capitalista, seguramente me dirá lo contrario: que esa tontería izquierdista aturde a los hombres, les “lava el cerebro” como una droga, les hace perder el rumbo, los lleva por el camino de una lucha estúpida, estéril y destructiva, haciéndoles abortar la oportunidad de progresar como individuos y como sociedad. Y que en cambio una ideología sensata, opuesta a esa tontería de la lucha contra el capitalismo, los llevaría a su bienestar.

El socialista o de izquierda podría a su vez replicar por ejemplo que en el gran país capitalista del mundo, EEUU, la mayoría de las personas viven en la indignidad (y encima, cooptados por las drogas). Y yo le daría la razón. Porque sé que es cierto.

Y el capitalista o de derecha podría replicar que en los países que abrazaron el socialismo, a la gente tampoco le fue de maravillas. Y yo también le daría la razón. Porqué sé que también es cierto.

Entonces, según mi opinión, ¿tiene razón el primero, el segundo, los dos o ninguno? Pues bien: un poco de todo. Veamos...

CIERTA VEZ EN FRANCIA

En general todos sabemos que cierta vez, hace bastante tiempo, en Europa, más precisamente en Francia, en cierto cuerpo colegiado, se sentaron en las sillas que estaban a la derecha del presidente del cuerpo, los que intentaban salvar la monarquía tanto como fuese posible; y en las sillas que estaban a la izquierda, los que intentaban tumbar la monarquía tanto como fuese posible.

Y así se definieron hasta hoy los dos grandes espectros ideológicos del mundo: la derecha, que vendría a representar los intereses de los sectores socioeconómicos más altos, y por ende las ideas más conservadoras, tendientes a no cambiar -o cambiar lo menos posible- el estado de cosas vigente, que es el que llevó a esos sectores a su actual ventaja; y la izquierda, que vendría a representar los intereses de los sectores más bajos, y por ende las ideas más revolucionarias, tendientes a cambiar el estado de cosas vigente, que es el que llevó a esos sectores a su actual desventaja.

A través del tiempo, especialmente en Europa, uno y otro espectro ideológico fue madurando su fisonomía, ya adquiriendo nuevos aportes, ya consolidando rasgos originarios.

A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO

Por ejemplo la izquierda se fue consolidando como un ideario de posturas críticas frente a la religión o por lo menos al tradicionalismo religioso, de posturas económicas socialistas, y de posturas políticas internacionalistas. Un internacionalismo de solidaridad entre los proletarios del mundo.

Y la derecha se fue consolidando como un ideario de posturas de defensa del tradicionalismo religioso o por lo menos de la religión, de posturas económicas capitalistas, y de posturas políticas nacionalistas. Un nacionalismo supremacista, imperialista.

Todo eso, al menos en el discurso. No siempre en los hechos. Porque a veces, como dice el refrán: “a Dios rogando y con el mazo dando”.

¿QUIÉN ES QUIÉN, O QUIÉN ES QUÉ?

Y así, con el tiempo, las ideologías fueron, por decirlo de algún modo, tomando vida propia. Por ejemplo hoy no es extraño comprobar que en una determinada sociedad, los que simpaticen con ideas de izquierda sean en promedio personas de una posición socioeconómica media o incluso media-alta, y los que simpaticen con ideas de derecha sean en promedio personas de una posición socioeconómica al menos algo más baja que los anteriores. Y sobre todo, que ambos grupos sean muy heterogéneos en cuanto a las posiciones socioeconómicas de sus integrantes.

Entonces, ¿quiénes son realmente los de izquierda y quiénes los de derecha? O dicho de otro modo: ¿qué define hoy a la izquierda y la derecha: su posición socioeconómica o sus postulados filosóficos, idiosincrásicos o de cosmovisión?

Y si lo que hoy define a los dos grandes espectros ideológicos ya no es su posición socioeconómica, ¿entonces tiene sentido seguir llamándoles izquierda y derecha? O, mejor aún, ¿es válido el esquema izquierda/derecha?

EL INCA ¿DE IZQUIERDA?

Veamos. Cuando la corona española comenzó sus conquistas en América, llevó a España a no pocos nativos americanos (no para obsequiarles un paseo, por supuesto) y aquellos americanos, muchas veces provenientes de grandes ciudades imperiales americanas, en España se sorprendían de que en las ciudades, que muchas veces eran más pequeñas que sus ciudades americanas de origen; abundaban personas, españoles, que vivían en la más extrema pobreza, cosa que en sus ciudades americanas de origen no sucedía ni mínimamente.

Por ejemplo, aquí en el sur, en el Imperio Incaico, prácticamente no existía la pobreza. El Imperio Incaico era una sociedad con una organización extremadamente rígida y minuciosa en la que cada individuo tenía acceso a lo necesario para su subsistencia mínimamente digna. ¿Los Incas eran de izquierda... eran socialistas...? Bueno, si los Incas eran de izquierda, entonces yo de política no entiendo nada.

LA TORTA

Veamos algo más. Hay un concepto, muy caro a la izquierda, que es el de “salario relativo”, o sea, el porcentaje de la “torta” que va a los trabajadores, en contraposición al porcentaje que va a la patronal.

Aquí en Argentina, en la “década peronista” (1946-1955) el salario relativo llegó a rondar el 60%, un porcentaje realmente alto, digno de la envidia de más de un pueblo del mundo en aquellos años (y hoy también) incluso de países socialistas (hoy en Argentina nadie calcula el salario relativo, o al menos nadie lo publica, y me temo que si alguien lo calculara, en serio, teniendo en cuenta las ganancias que las empresas no declaran, que son la mayoría, el número resultante tal vez no superaría el 10%).

No olvidemos que en los países socialistas, si bien por un lado no había patronal (no había empresarios), todo era estatal; por otro lado había otros “rubros contables” que achicaban la parte de la “torta” que iba al beneficio del pueblo trabajador.

Me refiero a rubros como la costosa burocracia estatal, los grandes gastos militares, la famosa “carrera espacial” soviética para competir con EEUU, la gran corrupción (que dio origen a las grandes fortunas de la Rusia post URSS).

Siempre me pregunté para qué la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) competía en la “carrera espacial” con EEUU. Que un régimen como el de EEUU, que disfruta ver morir de hambre a la gente fuera y dentro de sus fronteras, se gaste la fortuna del mundo en amontonar toneladas de chatarra en el espacio, cuando cada kilo de esa chatarra es un jugoso negocio para las empresas proveedoras del Estado, que pagan las campañas electorales de los presidentes; siempre me pareció de lo más lógico. Pero la URSS, ¿para qué? Perdón. Fue una digresión. Volvamos al tema.

YRIGOYEN Y PERÓN, UN SOLO CORAZÓN

Entonces, ¿Perón era de izquierda? Bueno, a juzgar por sus enemigos, externos e internos, con el gobierno “yanqui” a la cabeza, a la hora de acusarlo de cualquier cosa con tal de defenestrarlo, alguna vez, alguno, hasta de eso lo “acusó”. Pera también lo acusaron, entre muchas otras ocurrencias, algunas muy ocurrentes; de fascista. Y en ese caso sería de derecha. Diría que ese, el de fascista, fue el insulto predilecto de sus enemigos; al menos entre los insultos de tipo ideológico. Si yo algo entiendo de política, Perón no era fascista, ni, en definitiva, de derecha. Pero tampoco de izquierda.

Aquí mismo en Argentina, antes, Yrigoyen, ¿era de izquierda o de derecha? Tuvo más o menos los mismos enemigos que Perón. También lo acusaron de fascista. Sin embargo la auténtica derecha argentina, mercenaria del capitalismo internacional, fue la que lo derrocó, en 1930; primera vez que la derecha argentina se tomó la molestia de derrocar a un presidente.

La misma auténtica derecha argentina sería la que luego se ocuparía de derrocar a Perón, en 1955; y también a su viuda (su tercer esposa), María Estela Martínez de Perón (alias: Isabel), en 1976, dando origen a la tristemente célebre última dictadura argentina, y a la también tristemente célebre trilogía de los presidentes legítimos derrocados (hubo otros presidentes derrocados pero no eran legítimos; las dictaduras los ponían -mediante una elección con proscripción del partido mayoritario, o alguna otra aberración peor- y luego, cuando veían que no eran tan “eficientes” como ellos, los sacaban).

Por cierto las políticas socio-económicas del gobierno de Isabel no se diferenciaban de las de Perón. ¿Isabel era de izquierda? Al igual que Perón, no creo que Yrigoyen ni Isabel hayan sido de izquierda. Tampoco de derecha.

En el caso de Isabel, y de sus laderos, tal vez podríamos aceptar que configuraron un gobierno de derecha, en ciertas facetas de su discurso, y sobre todo en su accionar represivo ilegal (parapolicial) frente a organizaciones -armadas y no armadas- y referentes, que las más de las veces formaban parte del propio movimiento peronista, y que Isabel y sus laderos catalogaban como de izquierda, y que muchas veces -no todas- lo eran. Pero ¿esto define que un régimen sea de izquierda o derecha?

STALIN ¿EL DERECHISTA?

Por ejemplo a Stalin, su feroz accionar represivo, no precisamente “legal”, y su acerva persecución a lo que él llamaba “revisionismo”, ¿lo convierten en un líder de derecha? Por ejemplo su persecución, y posterior asesinato en el extranjero, de Trotski, ¿lo convierten en un derechista? Me parece que no es tan simple el asunto.

En todo caso el carácter dictatorial no es específicamente de izquierda ni de derecha. Puede haber, y los hubo, regímenes de izquierda con y sin ese carácter, y lo mismo vale para los de derecha.

Hablo de “carácter dictatorial” y no de “dictadura” directamente, porque en el caso de Isabel se trató de un gobierno legítimo que derivó en accionares dictatoriales, no de una dictadura propiamente dicha.

Y aclaro, por si fuese necesario: no estoy intentando plantear si un gobierno es bueno o malo, sino si es de izquierda o derecha. Considero que puede haber gobiernos socialistas o de izquierda que, siempre dentro de su marco ideológico, sean buenos gobiernos, y otros que sean malos gobiernos; y gobiernos capitalistas o de derecha que, siempre dentro de su marco ideológico, sean buenos gobiernos, y otros que sean malos gobiernos.

Si hablamos de bueno o malo, opino que el gobierno de Isabel fue un gobierno execrable, tal vez el peor gobierno legítimo de la historia argentina, pero no es ese el tema de este artículo.

¿SOCIALISMO EUROPEO Y CAPITALISMO CHINO?

Veamos otros ejemplos... Esos países de Europa que tienen monarquía y en los que prácticamente no existe la pobreza, como Noruega o Dinamarca, ¿son de izquierda? Otra vez, debo decir que yo de izquierda no les veo nada. Entonces, ¿cómo es el asunto?

La República Popular China tiene un sistema de partido único, el Partido Comunista, que es el que designa al presidente, y ante el cual el presidente rinde cuentas, tal como sucedía en la URSS, de donde China tomó ese modelo. Entonces el régimen chino sería de izquierda.

Pero allí, como en ningún lugar del mundo, empresas privadas extranjeras de las más grandes del mundo tienen muchas y muy grandes plantas industriales, gracias a las cuales amasan fortunas de las más grandes del mundo, y en esas plantas trabajan millones de chinos que viven en una pobreza franciscana. Los obreros que esas mismas empresas tienen en sus países de origen, viven como reyes, comparando con la vida de sus colegas chinos. ¿Es el de China realmente un régimen de izquierda?

Regímenes como el de Inglaterra o España, claramente inequitativos, netamente capitalistas, y además monárquicos; frecuentemente, por períodos, son “gobernados” (y siempre, en todos los períodos, “cogobernados”) por partidos “de izquierda”, como el laborismo y el socialismo. ¿Eso los convierte, en esos períodos, en regímenes de izquierda?

¿IZQUIERDA MENONITA?

Los sistemas sociales de tipo comunitario religioso, como intentaron constituir los colonos galeses que se instalaron en el siglo XIX en la Patagonia Argentina, en Chubut; o como los de los actuales menonitas en diversos lugares, ¿son de izquierda... son de derecha...?

El México de Cárdenas, la Panamá de Torrijos (Omar), el Egipto de Nasser, la India de Nehru y Gandhi, ¿fueron de izquierda o de derecha?

La respuesta va a depender de a quién le preguntemos. Seguramente la extrema izquierda dirá que todos son de derecha; la extrema derecha dirá que todos son de izquierda; y en el medio habrá respuestas diversas.

LA ARGENTINA CAVERNÍCOLA

Ahora bien, veamos un ejemplo concreto, el de Perón. De ese ejemplo puedo hablar con algún conocimiento directo, porque soy argentino y he conocido a muchos militantes y dirigentes oficialistas (y opositores también) de la década peronista (1946-1955).

Todos ellos coincidían en que el peronismo no era de izquierda ni de derecha. Y no pocos de ellos provenían de militancias anteriores en agrupamientos de izquierda o de derecha (por ejemplo anarquistas y conservadores).

La enorme mayoría, lisa y llanamente impugnaba la categorización izquierda/derecha, considerándola una categorización que desviaba la discusión hacia cuestiones que se iban por las ramas y que distraían de los objetivos políticos concretos. En definitiva, era esa la postura que pregonaba el propio Perón.

Y otros, muy pocos, sostenían que la categorización izquierda/derecha era válida pero quedaba para más adelante, y que mientras tanto, el peronismo concretaba objetivos políticos básicos, elementales, que sacaban a la Argentina y a su pueblo de una etapa “cavernícola”.

EL ¿FASCISMO? DE YRIGOYEN Y PERÓN

El peronismo representaba más o menos el 60% del electorado. El resto, que se identificaba principalmente con el radicalismo, en su mayoría tampoco se identificaba como de izquierda o derecha, ni identificaba al peronismo con uno u otro de esos rótulos.

Simplemente decían que el peronismo era personalista, autoritario, demagogo y corrupto, exactamente lo mismo que decían del radical Yrigoyen sus detractores (Yrigoyen ya había muerto, y al surgir el peronismo, buena parte del radicalismo se había pasado a ese movimiento, pero el partido radical en sí, seguía existiendo como tal, y era el principal partido antiperonista).

Como dije antes, tanto a Yrigoyen como a Perón, sus enemigos (los enemigos de uno y de otro eran más o menos los mismos) los acusaban de fascistas, lo que equivale a decir “derechistas”, pero esa expresión era de los enemigos externos y, dentro del país, de los sectores más minoritarios (minoritarios pero con recursos).

SOBORNANDO AL VIRREY

La Argentina es un caso realmente interesante. Ya desde la época colonial (y hasta hoy) los intereses económicos, y por ende también políticos, extranjeros, de diverso origen, en el país, eran (y son) bien notorios y presentes, con sus incursiones armadas directas, con su feroz penetración económica, con sus entidades oficiosas instaladas aquí, con su amplio aparato de propaganda, y con su amplísima política de soborno, corrompiendo desde el Virrey (y luego de la independencia, a las autoridades republicanas) inclusive, y de ahí para abajo, a todos los actores políticos y sociales necesarios.

Esto generó por supuesto todo un espectro social, mercenario, adulador de los “notables extranjeros”, pero también, como es lógico, todo otro espectro sentidamente odioso frente a esos mismos notables extranjeros y sus mercenarios.

Ese último espectro, reactivo hacia los poderes económicos y políticos extranjeros, encontró cauce en sucesivos movimientos populares: el movimiento de la independencia acaudillado por San Martín, el Partido Federal acaudillado por Rosas, la Unión Cívica Radical acaudillada por Alem y luego por Yrigoyen, el peronismo o justicialismo acaudillado por Perón (de todos ellos, solo Yrigoyen y Perón fueron presidentes). Todos movimientos y líderes más “fácticos” que “ideológicos”.

EL MENOS COMÚN DE LOS SENTIDOS

Sus objetivos políticos fueron, podría decirse, pre ideológicos. O sea, ante la alevosía del poder económico-político extranjero; un mínimo de defensa de lo propio, de organización, y de sentido común.

En definitiva, en una coyuntura de esta naturaleza, un gobierno tiene dos opciones básicas: lo sostiene el poder extranjero o lo sostiene el poder popular. Y ningún régimen puede sostenerse mucho tiempo sobre la base del alevoso despojo y la tremenda miseria de su población, y del necesario uso de la fuerza para sostener lo anterior.

Incluso un gobernante cuya inspiración no sea más que su mera y egoísta ambición de poder, si tiene un mínimo de inteligencia se da cuenta de que sin un mínimo de sentido común, hasta su simple ambición de poder se tornará insustentable.

EL GOBERNANTE DESCARTABLE

Pero, claro, si el gobernante es un simple mercenario descartable, entonces solo hace lo que le mandan; y los que mandan, no piensan en la sustentabilidad de los gobiernos, porque su receta es la “descartabilidad” de los mismos.

Por supuesto aquellos movimientos de reacción frente a la alevosía extranjera no siempre lograron imponerse. Al contrario, las más de las veces (y siempre, por supuesto, mediante la fuerza) se impusieron los otros, los mercenarios del poder extranjero, pero sin lograr nunca ser mayoritarios en la voluntad popular.

De modo que no hubo en Argentina lugar para partidos “ideológicos”, a no ser muy minoritarios. La inmensa ola inmigratoria europea trajo mucha militancia ideológica, pero mayormente terminó, con el tiempo, absorbida por los movimientos locales.

“SON TODOS UNA MIERDA”

Recién a partir del fin de la última dictadura (1983), una vez finalizado el primer gobierno post dictadura (lamentable gobierno de la Unión Cívica Radical, en 1989), y sobre todo una vez finalizado el primer ciclo de gobiernos del Partido Justicialista post dictadura (ciclo execrable, en 1999), y con el apabullante efecto de la globalización; el total desdibujamiento de los dos grandes partidos (PJ y UCR) dio origen a una moda política que dio lugar a gobiernos legítimos que por su discurso podrían catalogarse como de centroizquierda (solo por su discurso), y también gobiernos legítimos de derecha que no solo lo han sido en la práctica sino que incluso lo han sido en su discurso (aclaro: más que de “centroizquierda” yo hablaría de “seudo izquierda” pero le llamo “centroizquierda” porque así se le suele llamar... otra cosa sería hablar de “izquierda moderada”, pero no es el caso... una cosa es bregar por la equidad y hacerlo en forma moderada, otra cosa es bregar por una seudo equidad).

Pero más allá de todo esto, la gente, en su gran mayoría, sigue sin autodefinirse con ningún rótulo por el estilo (izquierda, derecha, etc.), y ningún gobierno de estos nuevos tiempos ha contado ni por casualidad con el apoyo que tuvieron líderes como Yrigoyen o Perón, que ganaban las elecciones en primera vuelta con el 60% de los votos en una época en que prácticamente no existía la abstención, el voto en blanco ni nada que no fuese votar al oficialismo o la oposición (la abstención o el voto en blanco se practicaron, y mucho, cuando el yrigoyenismo o el peronismo fueron proscriptos).

Hoy una de las principales franjas del electorado, tal vez la principal, es el espectro que va desde los que se abstienen (incluso a costa de pagar multas) hasta los que votan a partidos que no obtienen ni un cargo electivo, pasando por quienes emiten voto en blanco o deliberadamente nulo (como ser un papelito con una inscripción que dice: “son todos una mierda”).

Además Yrigoyen y Perón sostuvieron sus enormes liderazgos durante muchos años, desde antes de llegar a la presidencia y hasta sus muertes, y más allá de haber sido derrocados, perseguidos sus partidarios, y demás. Ahora si un presidente logra mantenerse mínimamente vigente durante dos modestos mandatos de cuatro años, es una apoteosis.

“PARA ENGAÑAR A LOS TONTOS”

Pero ante todo, creo que el panorama político argentino actual, más bien se parece a la descripción que Perón hacía del sistema político de EEUU: dos partidos, ambos de derecha (a lo sumo, uno más moderado que el otro, más que nada en el discurso).

Aclaremos... Perón decía que lo de EEUU era el perfeccionamiento de lo que habían inventado los ingleses, y que en definitiva funcionaba en el mundo: dos partidos, uno de izquierda y otro de derecha, pero solo “para engañar a los tontos”, ya que ambos partidos son funcionales al poder real, que en definitiva es el poder económico.

Pero lo más interesante del caso argentino es que desde los tiempos de la colonia, en que la corona británica distribuía aquí panfletos con ideas revolucionarias; hasta hoy, en que la industria cultural multinacional se empeña en difundir entre nosotros contenidos análogos; siempre desde los centros de poder internacionales se intentó sembrar aquí (como en tantos otros lugares, por supuesto) la dicotomía izquierda/derecha.

DIFUSIÓN DIFUSA

Mientras se censuraba o simplemente se privaba de difusión a las ideas de los movimientos populares locales; se difundían las ideas europeas, por supuesto las libremercadistas y capitalistas, pero también las revolucionarias y socialistas. Y se lo hace hasta hoy. Aunque en estos últimos tiempos todo está muy desdibujado, pero aún así, se observa todavía ese fenómeno.

Y aún así, al menos hasta hace muy poco tiempo, no hubo en Argentina partidos de derecha ni de izquierda, excepto muy minoritarios. Pero sí, hubo, y por supuesto tiene que ver con esa invasión ideológica que menciono; a partir de la década del sesenta, amplios sectores internos de derecha y de izquierda en los dos grandes movimientos políticos, el peronismo y el radicalismo, y muy especialmente en el primero, que era el gran movimiento popular.

Digo “era”, porque luego de la muerte de Perón, la última dictadura y demás; el movimiento peronista desapareció. Solo quedó su cáscara, su estructura burocrática electoral, el PJ. Lo mismo que antes había pasado con el radicalismo.

DEJANDO EL ALCOHOLISMO

Pero entonces, ¿sirven las ideologías? Bueno. Les daré mi opinión. Les daré un ejemplo... A mí me da mucha tristeza ver una persona atrapada por el fundamentalismo religioso. No me refiero al sentir religioso “normal”, que es muy propio de nuestra especie, la humana, y que no solo no me provoca tristeza, sino que incluso me causa emoción. Me emociona en estos tiempos tan materialistas, ver en una persona un sentimiento religioso, que en definitiva es algo puramente espiritual, nada materialista.

Pero muy distinto es el fundamentalismo; esa actitud que hace que por ejemplo si se trata de un amigo, luego de que esa persona ha entrado en ese fanatismo, uno no puede tener con él una simple conversación sobre ningún tema, porque su único tema es la religión, y aunque uno intente conversar sobre religión, tampoco puede tener una auténtica conversación, porque el amigo no escucha, y por lo tanto no conversa, sino que en el fondo no hace otra cosa que un monólogo, con el único objeto de reafirmarse a sí mismo en el dogma que ya ha decidido adoptar, irreflexivamente, de modo que ni siquiera resulta capaz de contarnos sobre su propio dogma algo medianamente interesante.

Pues bien. Sin embargo he conocido personas que gracias a adoptar un fundamentalismo religioso que para mí es insoportable, han dejado el alcoholismo; y cuando el alcohol ya los había convertido en un monstruo destructor de su propia vida y de la vida de los demás, ese fundamentalismo religioso los sacó de ese horror, y ya no son nocivos para sí ni para nadie.

Pues bien, a esa persona “la droga del fanatismo religioso” lo rescató de “la droga de la botella”. Pues bien, el fundamentalismo religioso puede servir para eso. Puede ser una “droga” que nos salve de otra droga peor. Pues creo que en alguna coyuntura, una ideología, incluso en grado de fanatismo, que, creo, es su grado más frecuente; puede funcionar de esa forma.

EL DERECHO DE PERNADA

Pienso en el oscurantismo criminal que imperaba en Europa cuando todo era el poder de los monarcas, de los señores y de una Iglesia Católica todopoderosa, corrupta y criminal, y que juntos, monarcas, señores e Iglesia, eran dueños de la vida y la muerte de las personas.

Infundían en las personas el temor a un supuesto Dios, que en realidad era un Dios concebido por ellos en función de sus intereses; y las personas creían que los monarcas, los señores y los sacerdotes eran elegidos de Dios.

¿Qué sentirían esas pobres personas sometidas por ese oscurantismo, cuando por ejemplo esos perversos, supuestamente elegidos de Dios, en el colmo de su abuso de poder, disponían sexualmente de ellas (usando o no la fuerza bruta, esgrimiendo o no un derecho de pernada)?

¿SALVARNOS DE LAS IDEOLOGÍAS?

Pues por supuesto que esa religión era el opio del pueblo. Y las ideologías, y la propia ideología marxista, que vino a decir “la religión es el opio del pueblo”, pues vinieron a liberar a los seres humanos de esas aberraciones, todavía hoy parcialmente vigentes en ámbitos que, como la Iglesia Católica, en cierta medida se resisten a dejar de ser dueños de la vida de las personas. Las ideas liberales, las socialistas, las anarquistas, vinieron a liberar a los seres humanos de un auténtico “opio” que los tenía sometidos, aturdidos y atormentados.

Ahora bien. Así como el fundamentalismo religioso pudo salvarnos del alcoholismo; o las ideologías, aún en su grado de fanatismo, o tal vez gracias a él, pudieron salvarnos del oscurantismo; ahora nuestro simple sentido común, nuestro simple análisis de la realidad, libre de todo precepto, puede salvarnos de las ideologías. ¿Pero es que necesitamos salvarnos de las ideologías?

EL CUENTO DE NUNCA ACABAR

Veamos. Cada uno analice la situación concreta en su propio país... Cada gobierno que llega dice que viene a librarnos de los males del anterior. Entonces por ejemplo tenemos primero un gobierno que supuestamente sería de izquierda o centroizquierda o progresista o popular o algo por el estilo y entonces dice que hay que crear una empresa estatal de, supongamos, electricidad. Pues bien, la crea.

Luego viene un gobierno que supuestamente sería de derecha o centroderecha o conservador o libremercadista o algo por el estilo y dice que a esa empresa hay que privatizarla. Pues bien, la privatiza. Luego viene otra vez uno de izquierda o algo por el estilo y la re estatiza.

Ahora bien. Resulta que el primero sembró en la empresa estatal una maraña de corrupción, el segundo la privatizó pero el proceso privatizador fue un mamarracho, el tercero la re estatizó pero la re estatización fue otro mamarracho.

TODOS GANAN

Conclusión: durante el primer período la empresa generó pérdidas obscenas, durante el segundo período la empresa privada vació progresivamente a la empresa estatal de modo que al volver la misma a manos del Estado, su situación era calamitosa, y entonces en el tercer período fue necesario que el Estado le inyecte fondos en forma descomunal, que otra vez fueron a alimentar otra maraña de corrupción.

Los hombres del primer gobierno se enriquecieron con la corrupción, los del segundo se enriquecieron con el soborno millonario que les pagó la empresa privada para obtener esa privatización en condiciones alevosamente beneficiosas para ella y perjudiciales para el Estado (o sea: corrupción), y los del tercer gobierno se enriquecieron con la nueva corrupción.

DISCURSOS DE HUMO

Pero -y aquí viene lo importante- cada uno de esos gobiernos nos inundó con toneladas de discursos ideológicos (políticos, económicos, sociales) a favor del estatismo unos, a favor del privatismo los otros, cuando en realidad todos esos discursos, los unos y los otros, eran solo cortinas de humo.

Porque la verdad es que tanto una empresa estatal como una privada puede ser beneficiosa para la sociedad. Y también, ambas, pueden ser perjudiciales para la sociedad, como ocurrió en este caso que he inventado.

En ambas opciones (empresa privada o estatal), el resultado depende de que el Estado fije las reglas adecuadas y las haga cumplir, para lo cual es necesario que los hombres del Estado sean leales a su función.

Y en el caso que he inventado todos se corrompieron, todos se enriquecieron, y ninguno hizo lo necesario para que sea ajusticiada la corrupción anterior. Por el contrario, a todos les vino como anillo al dedo la corrupción del anterior para ejecutar la suya. La corrupción estatista del primero fue la excusa imprescindible para la corrupción privatista del segundo, y esa fue la excusa de la nueva corrupción estatista del tercero.

AYUDANDO A MI ENEMIGO (Y A MÍ MISMO)

Entonces cada uno, con su discurso ideológico, se justifica a sí mismo, pero en realidad también justifica al otro. Porque por ejemplo el segundo, en lugar de dar toneladas de discursos sobre la ineficiencia y corrupción natural de las empresas estatales y la maravilla de las empresas privadas, simplemente hubiese promovido la investigación de los delitos correspondientes. Pero no lo hizo. Entonces todo queda como un mero asunto ideológico, cuando en realidad se trata de un asunto criminal.

Un partido vive del votante de izquierda, el otro vive del votante de derecha, y los dos viven del Estado. Y un partido vive del otro. Porque la privatización por parte de uno es la excusa para la estatización por parte del siguiente y así.

Recordemos además, que casi nunca el partido gobernante tiene el poder suficiente para gobernar solo. Casi siempre las medidas importantes se concretan gracias a que el partido opositor, aunque más no sea por omisión, lo permite. Y ese mismo partido opositor, mañana, siendo gobierno, criticará encendidamente lo actuado antes, lo que sin embargo desde la oposición había permitido.

LA GANANCIA DE PERDER

Por otra parte, si gobernara siempre el mismo, el gobernante no tendría excusas. Tendría que hacer las cosas, estatales o privadas o como sean, y hacer que funcionen a largo plazo, y si no funcionan, asumir las consecuencias.

Pero como se alternan en el poder, y esgrimen supuestas ideologías opuestas; entonces cada uno vuelve a rehacer lo ya hecho, y siempre las culpas son del anterior. O sea que “perder”, a intervalos, el poder, es ganarlo para siempre, compartido, alternado, con el “enemigo”.

Y detrás están las empresas privadas. Cuando la empresa estatal se privatizó, se benefició una empresa privada. Cuando la empresa se re estatizó, también se benefició a la empresa privada, porque se la dejó ir tranquila, sin culpas ni cargos, cuando la misma había hecho un vaciamiento alevoso.

Y mientras la empresa es estatal, contrata proveedores privados. Es frecuente que las empresas privadas hagan, como proveedoras de una empresa estatal, casi tan buenos negocios como los que hacen siendo adjudicatarias de la privatización de la misma empresa.

EL CAPITAL Y SUS MARAVILLAS

Y son las empresas privadas las que financian a los partidos políticos y a sus campañas electorales. En el mundo mueven más dinero las empresas privadas que los Estados nacionales (y lo hacen con mucha más libertad, con muchos menos controles). Y en cada país por separado, también. Y en los países “subdesarrollados” esa diferencia es abismal (porque entran en juego grandes empresas extranjeras). Y los países subdesarrollados son la enorme mayoría.

Y muchas veces es en los países subdesarrollados en donde se hacen los mejores negocios. Porque están los recursos naturales disponibles, las legislaciones y las autoridades locales que permiten cualquier cosa, y la usura internacional (FMI, BM, etc.) que financia, y a veces el negocio financiero es tan o más grande que el negocio en sí.

A veces una casa matriz por ejemplo en EEUU declara haberle prestado dinero por ejemplo a su filial Argentina (“préstamo” que en realidad no existió o fue diez veces menor a lo declarado), luego la filial argentina toma crédito en un banco estatal argentino para supuestamente devolver a su casa matriz, luego dice que sus negocios salieron mal y no puede devolver el crédito al banco, y como esa, tantas otras maravillas...

PAYASOS Y NEGOCIOS

Entonces, como en los países subdesarrollados hay buenos negocios, pues en estos países las empresas internacionales invierten en “apoyar generosamente” a los “buenos” políticos.

Los empresarios no invierten en ideologías. Los empresarios solo invierten en negocios. Y hoy un partido político sin financiación empresaria no podría obtener más que una mísera banca en algún parlamento, como un milagro. Y ningún medio de comunicación le daría lugar. Porque los medios también son empresas.

O sea que esos políticos que escuchamos hablar y hablar encendidamente sobre ideologías de izquierda o de derecha, son unos payasos. Si llegan a nuestros oídos es porque están financiados por grandes empresas.

Y los empresarios no financian ideologías. Solo financian sus intereses, sus negocios, que hoy bien pueden concretarse en un supuesto programa de izquierda (como una estatización, pero a la medida del empresario) y mañana en uno de derecha (como una privatización).

DIVIDE Y GOBERNARÁS

Por eso los políticos periódicamente se renuevan. Porque son descartables. Los usan hasta que dejan de ser útiles. Y por eso los políticos se “pelean” y “enojan” tanto entre ellos, en público. Porque así nos hacen creer que realmente defienden algún que otro principio. Y así nos identificamos con uno u otro, y nos peleamos entre nosotros, porque yo defiendo al político Juan y otro defiende al político Pedro.

Así nos peleamos entre nosotros, en lugar de juntarnos, que sería el principio del fin del poder de los corruptos. Y así nos distraemos, y no nos concentramos en el frío y desapasionado análisis de la realidad: que las ideologías son relativas, son funcionales, son adaptables, que todas pueden ser útiles, que lo importante no es si al barco lo hacemos de madera o de acero.

Los dos materiales pueden servir. Lo importante es hacerlo bien, sin que ninguna corruptela entre un mercachifle y un politiquero nos robe la mitad del material, o nos haga pagar el barco para después administrarlo ellos, y cobrarnos los fletes navales a nosotros.

FALSOS COMO MONEDAS DE HOJALATA

Porque hay muchas cosas que tenemos que entender...

Tenemos que entender que estamos rodeados de falsos empresarios y falsos políticos...

Un auténtico empresario es una persona que pone la cara y se dedica a su actividad económica privada, emprendiendo, asumiendo riesgos, ateniéndose a las reglas de juego y obedeciéndolas; no una persona que se esconde detrás de testaferros, sociedades anónimas y triangulaciones, que hace negocios, siempre seguros, facilitados por el Estado, y que incumple las reglas de juego o directamente hace lobby para moldearlas en su beneficio.

Un auténtico político es una persona que vive de una actividad laboral conocida y que eventualmente la descuida en cierto modo, para abocarse a la política; no una persona que vive de ingresos poco claros provenientes de vínculos con empresas que a su vez tienen negocios con el Estado.

DICTACRACIAS Y DEMODURAS

Tenemos que entender que estos politiqueros que hoy nos recitan toneladas de alabanzas a la democracia, son los beneficiarios directos de las dictaduras de derecha del pasado reciente (esto vale para montones de países, porque “casualmente”, sucedió lo mismo en muchos países al mismo tiempo).

Porque las dictaduras del pasado reciente fueron las que instauraron (o reinstauraron, o rescataron, o profundizaron) este falso capitalismo y falsa democracia.

EL ESTADO BENEFACTOR DE EMPRESAS

Tenemos un falso capitalismo porque lo que tenemos no es un sistema que funcione gracias a que ciertos empresarios arriesguen cierto capital. Tenemos un sistema en que los capitales los ponen los Estados; y falsos empresarios ligados a los gobiernos de turno, hacen negocios sin riesgo, propiciados por los Estados. Así esos falsos empresarios obtienen sus ganancias, que por ende no son otra cosa que meras transferencias de riquezas de los Estados a esos falsos empresarios.

De modo que lo que tenemos no es capitalismo sino una suerte de “socialismo de empresas” o “socialismo de ricos”. O sea, el Estado, lejos de no intervenir en la economía -como nos quieren hacer creer-, interviene formidablemente, a favor de ciertas empresas que así se benefician formidablemente. Es un Estado benefactor con todas las letras, un “Estado benefactor de ciertas empresas privadas”.

En definitiva, China, con su fachada socialista o comunista, y nuestros países, con sus fachadas capitalistas, son en esencia lo mismo: Estados que practican la beneficencia “socialista” para favorecer a ciertas empresas privadas, y el no intervencionismo “capitalista” para desentenderse de los problemas de sus simples ciudadanos, que son carne de cañón de esas empresas.

Tenemos una falsa democracia porque hace falta una fortuna millonaria, que el 90% de los ciudadanos de un país jamás podría disponer, ni aunque se juntaran entre todos; para financiar un partido político, para postular una lista de candidatos.

Y luego “elegimos” de entre esos candidatos; todos, los de un partido y los de otro, financiados por empresas; y muchas veces las mismas empresas financian tanto al partido oficialista como al opositor. Entonces no elegimos nada. Entonces no hay democracia.

EL NACIONALINTERNACIONALISMO

Tenemos que entender que las dictaduras del pasado reciente, cada una de las cuales se nos anunciaba como “nacionalista”, sin embargo se produjeron -qué casualidad- en un montón de países al mismo tiempo, e impidieron que ocuparan el poder gobiernos que, nos gustaran o no, eran legítimos, y que en algunos casos eran muy distintos entre sí, pero que tenían en común algún intento, de algún tipo, y en alguna medida, de cierta autonomía frente al poder económico-político concentrado internacional.

Y esas dictaduras, todas, unas más, otras menos, gozaron del respaldo de ese poder internacional, y a su vez lo beneficiaron, beneficiando a sus empresas, las cuales a su vez “premiaron” a esos dictadores con sus “obsequios”.

USTED Y YO GOLPISTAS

Tenemos que entender que llegar a una casa de gobierno con un buen pelotón bien armado y asaltarla, puede ser relativamente sencillo. Pero imaginemos que lo hubiésemos hecho hoy mismo nosotros mismos. Sí, usted que está leyendo esto, yo, y otros muchos así como nosotros, asaltando en la casa de gobierno a un gobierno legítimo y con relaciones diplomáticas normales en el mundo. Así fuésemos diez mil hombres y con las mejores armas, ¿cuánto creé usted que duraríamos?

Al cabo de unas horas nos sacarían a cañonazos, o simplemente nos dejarían allí hasta que se nos pase el delirio. Total, es solo un edificio. No es “el gobierno”, menos “el Estado”, ni mucho menos “la nación”. En casos excepcionales el gobierno puede prescindir de su edificio, y si ha sido asesinado o secuestrado el presidente, se lo reemplaza por quien la ley disponga y punto.

A estos señores que hicieron “sus” golpes de Estado, pronto los reconocieron todos los poderes internos y externos: Poder Judicial, Colegio de Abogados, Iglesia, asociaciones empresarias, Estados extranjeros... Los obedecieron las Fuerzas Armadas; los bancos locales y extranjeros aceptaron la moneda que los asaltantes emitieron, los organismos internacionales les otorgaron préstamos, y así un muy largo etcétera.

LOS REYES MAGOS

¿Todavía cree usted que los regalos del 6 de enero los traen los Reyes Magos, y que el golpe de Estado “tal” lo “hizo” el “generalito” “cual”? Si esto no es “opio”, ¿el opio dónde está?

Y estos politiqueros impresentables que hoy tenemos, son el producto de esas dictaduras. Esas dictaduras fueron para esto. Para reemplazar, al cabo de un “necesario” período dictatorial de transición, aquellos gobiernos “inadecuados” por estos gobiernos domesticados.

Porque, lógicamente, no se pueden sostener dictaduras eternas y por todas partes. La paciencia de los pueblos es enorme pero no infinita. Si no me cree, pregúnteselo al rey de Francia.

LIBERTAD DE (EM)PRENSA

Y no nos olvidemos del periodismo. ¡Ah, el periodismo! ¿Cómo le explico, estimado lector, lo que, a mi ver, es el periodismo? Mire, se lo explico con un ejemplo... Un gobierno de un país dependiente (o sea, como la gran mayoría de los países), anuncia un supuesto plan económico.

¿Cuál es ese plan? Sacando en limpio, es tomar deuda externa en dólares estadounidenses y, con la excusa de equilibrar la relación de valor entre la moneda local y el dólar, y un par de charlatanerías más, por el estilo; “inyectar” esos dólares en el mercado local, es decir, en español puro y duro: hacer un pasamanos por el cual esos dólares, así como llegan del exterior, se van nuevamente al exterior, a manos de un puñado de capitalistas extranjeros y locales -locales pero con cuenta bancaria en el exterior-, que son básicamente los que le pagaron la campaña electoral al gobierno.

En cuestión de semanas o pocos meses el país no tiene un dólar, la relación de valor entre el dólar y la moneda local se fue al demonio como siempre, y el Estado nacional ha contraído una deuda que de acuerdo a la misma contabilidad oficial, bien analizada, no se podrá pagar ni en mil años.

EL NEGOCIO DE PRESTAR Y QUE NO TE DEVUELVAN

Y, dicho sea de paso, ese es el negocio de la deuda externa. Que no pueda ser pagada. Funciona exactamente igual que la usura de los antiguos almacenes de tipo feudal. El préstamo es el recurso para que el tomador del mismo quede esclavizado económicamente frente al dador del préstamo.

El tomador pagará eternamente grandes intereses, comisiones y reestructuraciones, pero además someterá eternamente su economía a las empresas ligadas al prestamista, a las que les venderá baratas sus materias primas, les comprará caros sus productos industriales, etc., sin poder zafarse porque lo esclaviza su condición de eterno deudor.

PERIODISMO INFAME

Entonces el periodismo, mostrándose ferozmente crítico frente al gobierno, escribe, con letra gigante tipo catástrofe: “estrepitoso fracaso del plan económico”. Y el gobierno, mostrándose indignado contra la supuesta agresividad del periodismo, le responde con agravios, subidas de tono y otras payasadas. Entonces el honrado y sufrido ciudadano, piensa: ¡cómo se pelean entre el periodismo y el gobierno!

Esos periodistas son unos infames. Hacen exactamente lo mismo que los politiqueros “opositores”: mostrándose opositores, en realidad justifican al gobierno, y junto con el gobierno esconden el verdadero accionar del gobierno, que es un accionar criminal.

Porque no hay fracaso alguno. Todo salió perfectamente. Y no podía salir de otro modo. Y cualquiera con un mínimo de información, conocimiento y espíritu crítico, se daba cuenta desde el principio. Ni siquiera había nada que mereciera llamarse “plan económico”, ni siquiera en forma de simulacro.

Pero al decir “fracaso”, se entiende que todo fue “sin querer”, cuando por supuesto fue adrede. Pues bien, eso son los periodistas. ¿Hay excepciones? Sí. Hay algunos periodistas auténticos. Muy pocos. Y por poco no se mueren de hambre (o viven de otra cosa). Y casi ningún medio les publica nada.

LA MIERDA AFUERA, LOS HUEVOS EN EL GALLINERO

Y tenemos que entender cómo funciona el capitalismo (o falso capitalismo, como lo llamé más arriba, pero podemos llamarle capitalismo, porque el capitalismo auténtico solo existe en la teoría), que en definitiva, es cómo funciona el mundo.

El pilar fundamental de la economía de cada país capitalista lo constituyen los negocios que las empresas de ese país desarrollan fuera de su país, mayormente en países menos desarrollados que el país de origen de esas empresas, especialmente en los países “subdesarrollados”. De esa forma se transfieren las riquezas desde esos países hacia el país de origen de esas empresas.

A su vez el pilar fundamental de ese negocio es justamente que esos países sean y sigan siendo subdesarrollados. Justamente porque de lo contrario, esos negocios serían desarrollados por empresas locales. Que justamente no existen. Justamente de eso se trata el “subdesarrollo”.

Y para que esos países, que representan la mayoría del planeta, y es “necesario” que así sea; sigan siendo “subdesarrollados”; los países “desarrollados”, con sus fuerzas armadas, sus servicios de inteligencia, sus diplomacias, su colonialismo económico y cultural, los organismos internacionales dominados por ellos, y demás; organizan desde hace siglos en los países “subdesarrollados” guerras, derrocamientos, crisis políticas, dictaduras, gobiernos títere que endeudan e hipotecan a sus países, partidos políticos financiados por las empresas extranjeras, y un largo etcétera de factores que son justamente los factores que aseguran el subdesarrollo.

CAPITALISMO, EL GRAN INÚTIL

Entonces se nos hace creer que el capitalismo es eficiente, cuando en realidad no hay ni ha habido en el mundo cosa más ineficiente que el capitalismo. Si el país con el más “eficiente” sistema capitalista (elija usted, estimado lector, el país que usted quiera) se viese privado de los recursos que obtienen sus empresas saqueando el planeta, para lo cual desenvuelven en el mundo las más escandalosas corrupciones, catástrofes ambientales y sanitarias, evasiones fiscales, infracciones laborales, usura, lobby, injerencia política y demás; ese “eficiente” país se convertiría en un país miserable.

Ese país (el que usted haya elegido) tiene una economía próspera porque a los “pasivos” de su economía (infinitamente superiores a sus “activos”) los ha localizado fuera de sus fronteras, y de su contabilidad.

Y no se engañe. Esos pequeños países prósperos de Europa en los que tal vez usted esté pensando, hoy viven de los negocios que sus empresas hacen hoy mismo alrededor del mundo en el contexto que acabo de describir, y además, de las inconmensurables fortunas que amasaron antes durante siglos obteniendo ganancias directas o indirectas del colonialismo, las conquistas, los genocidios, el trabajo esclavo, el tráfico de esclavos, el contrabando, la piratería, el saqueo y otras tantas maravillas que constituyen la única “eficiencia” del capitalismo.

“Eficiencia” equivalente a la del narcotráfico, el contrabando de armas, la trata de personas, la corrupción, el lavado de dinero o alguna otra de las “maravillas” del mundo actual, que dicho sea de paso, también tienen mucho que ver con el capitalismo internacional actual y sus “éxitos” económicos.

LA UTOPÍA DE LA IZQUIERDA

Y con respecto a las ideologías en sí, tenemos que entender que son lo que son: ideologías, teorías; después el tema es cómo se las pone en práctica...

La utopía de la izquierda, del socialismo, es maravillosa, como es maravilloso el ideal de solidaridad... Una sociedad donde no hay lugar para el individualismo, el egoísmo, la inequidad. Donde no existe la angustia por las necesidades materiales, o en última instancia la angustia será compartida, no solitaria. Todo es de todos. Nada es de nadie. Todo es de Dios, dirían los antiguos, y todos somos iguales ante Dios. Todos para uno y uno para todos, como en Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas.

El problema es cómo lo implementamos. Porque si los bienes son de todos, no son de nadie en particular; entonces se vuelven tierra de nadie. Es necesario designar alguien que los cuide, pero ese alguien no es el dueño, no tiene nada que perder si el bien común se ve saqueado, y sí tiene para ganar si el saqueador lo soborna, o el saqueador puede ser él mismo. Entonces surge la necesidad de la burocracia, el control, el rigor, y así tal vez perdemos tanto o más que en una opción capitalista.

¡Y ni hablemos de los enemigos externos! Si hoy se fundara un sistema socialista en un determinado país, y por ende ese país dejaría de ser un territorio de oportunidades de negocio para el capitalismo internacional, ¿cuánto tiempo pasaría hasta que fuese invadido militarmente?

¡Con el fantástico negocio que son las invasiones militares...!, con su consumo de armas y provisiones de todo tipo, compradas a las empresas proveedoras, siempre bien dispuestas a devolver el favor al gobernante comprador, a quien previamente le pagaron la campaña para que esté donde está.

¿Cuántos hombres y recursos habría que disponer para un mínimo dispositivo de defensa frente a las muy probables invasiones? ¡Y qué decir de las maniobras habituales del poder concentrado internacional hacia países díscolos...!, a través de sus infiltrados, sus servicios de inteligencia, su financiación de opositores, y un larguísimo etcétera que es bien conocido (aunque algunos jueguen a no verlo). ¿Cómo se neutraliza todo eso? ¿Cuánto se desnaturalizaría, con todo eso, la utopía?

Un marxista, comunista, tal vez me diría que para eso es necesaria una etapa de “dictadura del proletariado”. El problema es que por ejemplo en la URSS, tal etapa no solo se tornó eterna y llevada al paroxismo, sino que además la dictadura terminó siendo no del proletariado sino de la burocracia corrupta.

LA UTOPÍA DE LA DERECHA

Y la utopía de la derecha, del capitalismo, del libre mercado, es fantástica, como es fantástico el ideal de la libertad... Todos somos totalmente libres, sin ataduras de ningún tipo, sin más obligación que la de: “No hagas a otro lo que no te gustaría que te hagan a vos mismo”.

Pero para que eso fuese real, para que la competencia fuese realmente libre, entonces tendríamos que arrancar todos desde la misma base de largada; situación totalmente opuesta a lo que sucede hoy.

Hoy ya hay hombres que tienen, uno solo, el cinco por ciento de la riqueza del planeta, y millones que no tienen nada. Y las riquezas son finitas. Existen en una cantidad determinada.

Y eso no fue producto de la libre competencia. Eso fue producto de miles de años de imperios, monarquías, regímenes de fuerza, gobiernos corruptos, que beneficiaron a algunos, no a los más trabajadores o talentosos, sino a los más inescrupulosos.

Entonces, ¿cómo empezamos desde cero sin ventajas artificiales, con libre competencia? Si lo básico, que es la tierra, ya tiene dueño hasta el último milímetro cuadrado, y la mayoría de los humanos no es dueño ni de un milímetro de tierra.

Y aunque resolviésemos eso. ¿Cómo evitamos que vuelva a pasar lo que ya pasó? Porque la sociedad mundial que somos empezó así, en tiempos remotos, en libertad, sin controles, sin intervenciones artificiales.

Y paulatinamente a través de la historia, ese devenir nos trajo a esto: a ser, la mayoría, víctimas de la minoría de los más audaces, los más inescrupulosos, los más crueles y los más fuertes.

Entonces alguien tiene que controlar que nadie haga trampa, como en una competencia deportiva. Pero entonces tenemos el mismo problema que en la utopía de izquierda. Empezamos con la burocracia y lo demás.

Y si esa sociedad fuese así como la he planteado, de libre ejercicio económico particular, de libre competencia, pero sobre la base de reglas justas, sin posibilidad de trampas; pues entonces tampoco habría lugar para los negocios del actual capital concentrado internacional.

Pues entonces el poder concentrado internacional atacaría tanto como lo he planteado en la utopía de izquierda. Y prepararse para la defensa ante esos ataques implicaría los problemas que ya he formulado.

LOS EXTREMOS

Por supuesto no voy a ocuparme aquí de la “utopía” de la extrema derecha, o derecha de tipo nazi-fascista, porque más que utopía es una distopía; más que un sueño, es una pesadilla de odio, racismo y genocidio.

Con respecto a la extrema izquierda, podríamos traer a colación por ejemplo la utopía anarquista. Pues bien, es también una utopía maravillosa. No solo de solidaridad sino además de libertad. Es el sumun de la utopía. Pero justamente por eso reviste las dificultades de implementación que ya he comentado, tal vez más que ninguna otra.

LIBRÁNDONOS DEL TIRANO

En definitiva, la utopía de izquierda busca librarnos de los tiranos enquistados o por enquistarse en el ámbito privado, y la utopía de derecha busca librarnos de los tiranos enquistados o por enquistarse en el ámbito estatal.

Unos tiranos y los otros son los mismos. Son simplemente tiranos y punto. Se enquistarán en donde puedan para ejercer su tiranía. Y si no me cree, estimado lector, fíjese en Rusia...

Los tiranos del poder soviético, cuando ya habían amasado suficientes fortunas gracias a su tiranía corrupta, tumbaron el sistema soviético, o al menos lo dejaron caer, para luego ser los tiranos empresarios del nuevo régimen capitalista ruso...

Por ello, en síntesis, los tiranos, de un tipo o de otro, son simplemente eso, tiranos, y ambas utopías buscan lo mismo: librarnos de ellos.

(continúa en la segunda y última parte)

Lisandro Sánchez
Varvarco, Neuquén, Argentina
pochosanchez1973@gmail.com
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