que esperaban tu aliento en el muro caído,
escuchas la plegaria del pájaro enjaulado
mientras sube la niebla de aquella soledad
que nunca dibujaste de luna en tu perfil,
mientras me miras, lenta,
sedienta de cansancio, y tiembla la esperanza
del arlequín perdido que te espera en la esquina.
Acaricias el aire con un gesto que sufre
la huella de un fracaso,
el caos del anhelo de los días más tristes
de una alondra que muere en el soplo más lánguido
con las alas abiertas y el corazón marchito
en los escaparates que mostraran tu credo.
Vienes de la colina que implora por tu ausencia,
rememoras un verso en el recuerdo cálido
que se posa en tu frente,
abrazas los espejos que reflejan la aurora,
y supura la herida que llega de tu olvido,
añoras los desvelos que siguen en las nubes
que llegan tras de ti y se van alejando
en la lira que mece la palabra que cubre
las voces del silencio que lloran en un carmen
que te busca en un cuadro y no encuentra tu nombre.






