Se le oía nombrarte en el ocaso de un sueño
Publicado: Mar, 10 Jun 2025 18:28
Para Ara López
Tiene la tarde el corazón de un ocre templado,
horas de incienso y temblor de alas.
Hay cuerpos conjurando sus sombras,
árboles con desnudas heridas de invierno,
ángeles naufragando en el crepúsculo,
la luz abriéndose a un espacio de agua,
el sol que crece en la palma de mi mano.
Recuerdo ahora tu nombre y su norte,
algunas fechas como promesas en blanco
o ceniza de los días.
Dentro del blitzkrieg nocturno que ya me acoge,
hoy podría ser aquella tarde en que el cielo
tenía el color de una lágrima, y tú quebrabas
mi corazón de adobe.
Y yo me sentía morir donde se acaba el aliento
de la flor que no sabe que vuelve cada primavera.
Queriendo tras cada luna amanecer,
de tus labios nacían mariposas.
Las calles hervían como selvas, mientras yo deshojaba
la soledad del crepúsculo con mis dedos de agua.
La madrugada era un horizonte derrumbándose
bajo la savia de un sol que no amanece.
No muy lejos de mí, un hombre camina hacia tu playa.
Tenía el corazón en silencio, pero con raíces de madera
y flor, se le oía nombrarte en el ocaso de un sueño.
Me vivifica tu aliento y me apaga tu llama.
Tiene la tarde el corazón de un ocre templado,
horas de incienso y temblor de alas.
Hay cuerpos conjurando sus sombras,
árboles con desnudas heridas de invierno,
ángeles naufragando en el crepúsculo,
la luz abriéndose a un espacio de agua,
el sol que crece en la palma de mi mano.
Recuerdo ahora tu nombre y su norte,
algunas fechas como promesas en blanco
o ceniza de los días.
Dentro del blitzkrieg nocturno que ya me acoge,
hoy podría ser aquella tarde en que el cielo
tenía el color de una lágrima, y tú quebrabas
mi corazón de adobe.
Y yo me sentía morir donde se acaba el aliento
de la flor que no sabe que vuelve cada primavera.
Queriendo tras cada luna amanecer,
de tus labios nacían mariposas.
Las calles hervían como selvas, mientras yo deshojaba
la soledad del crepúsculo con mis dedos de agua.
La madrugada era un horizonte derrumbándose
bajo la savia de un sol que no amanece.
No muy lejos de mí, un hombre camina hacia tu playa.
Tenía el corazón en silencio, pero con raíces de madera
y flor, se le oía nombrarte en el ocaso de un sueño.
Me vivifica tu aliento y me apaga tu llama.