Pálpebras durmidas
Publicado: Mié, 04 Jun 2025 18:28
(En galego)
Arqueamos os ollos
esgrimindo un xesto de area,
o rictus da clepsidra,
mentres vemos os restos do verán
nas praias a distancia,
cara á lagoa
onde a diverxencia das aves
racha en cores que suplican
un enfático resplandor,
un importe de luz
que aínda non desbordou a plumaxe.
Os días anticípanse no nada.
Ténsase o alto vento
e choramos montaña arriba
e máis alá, esparcindo aqueles paxaros
coma altisonantes panos.
E as engurras dos beizos son
os murmurios da alma,
e refulxentes as caveiras
baixo as nosas carautas,
os cotos da outra marxe
cicatrizados no lombo dos cabalos.
E tamén as cicatrices son
os vieiros percorridos,
lóbregos ou díafanos.
Ao fondo permanece
a humidade das sombras,
ou as propias sombras do inferno.
E nós aínda na costume
da cebada,
nas encandecidas bufardas
proxectadas ao lonxe,
onde a fruición das mozas en carne florecente.
Estivo aquí a pedra viva
e foi unánime a supervivencia,
prodixiosamente
os homes e as mulleres
non morreron en van.
Aínda sentimos as cóncavas lapelas
do segredo non xurado;
memoria que regresa lixeira do abandono,
extraéndoa coma un recén nacido.
As pálpebras durmidas
delongan o tempo que ha de ser.
(Versión en Castellano)
Arqueamos los ojos
esgrimiendo un gesto de arena,
el impávido rictus de la clepsidra,
mientras vemos los restos del verano
sobre las playas a lo lejos,
a la laguna
donde la divergencia de las aves
se cuartea en colores que suplican
un enfático resplandor,
un importe de luz
que todavía no rebose el plumaje.
Se tensa el alto viento.
Se anticipan los días en la nada.
Y lloramos montaña arriba
y más allá multiplicando aquellos pájaros
como altisonantes pañuelos.
Y las arrugas de los labios son
los rumores del alma;
y son flamantes las calaveras
bajo las máscaras,
los alcores de la otra orilla
cicatrizados en la grupa de los caballos.
Y también cicatrices son
las sendas recorridas, lóbregas o diáfanas.
Al fondo queda
la humedad de las sombras,
o las propias sombras del infierno.
Y nosotros aún en la costumbre
de la cebada,
en las encandecidas
lucernas proyectadas a lo lejos,
a la fruición de las muchachas en carne florecida.
Estuvo aquí la piedra viva
y fue unánime la supervivencia,
prodigiosamente los hombres
y las mujeres
no murieron en vano.
Aun sentimos las cóncavas solapas
del secreto sin juramento;
memoria que regresa veloz del abandono,
extrayéndolo como un recién nacido.
Los párpados dormidos
desandan el tiempo que ha de ser.
Arqueamos os ollos
esgrimindo un xesto de area,
o rictus da clepsidra,
mentres vemos os restos do verán
nas praias a distancia,
cara á lagoa
onde a diverxencia das aves
racha en cores que suplican
un enfático resplandor,
un importe de luz
que aínda non desbordou a plumaxe.
Os días anticípanse no nada.
Ténsase o alto vento
e choramos montaña arriba
e máis alá, esparcindo aqueles paxaros
coma altisonantes panos.
E as engurras dos beizos son
os murmurios da alma,
e refulxentes as caveiras
baixo as nosas carautas,
os cotos da outra marxe
cicatrizados no lombo dos cabalos.
E tamén as cicatrices son
os vieiros percorridos,
lóbregos ou díafanos.
Ao fondo permanece
a humidade das sombras,
ou as propias sombras do inferno.
E nós aínda na costume
da cebada,
nas encandecidas bufardas
proxectadas ao lonxe,
onde a fruición das mozas en carne florecente.
Estivo aquí a pedra viva
e foi unánime a supervivencia,
prodixiosamente
os homes e as mulleres
non morreron en van.
Aínda sentimos as cóncavas lapelas
do segredo non xurado;
memoria que regresa lixeira do abandono,
extraéndoa coma un recén nacido.
As pálpebras durmidas
delongan o tempo que ha de ser.
(Versión en Castellano)
Arqueamos los ojos
esgrimiendo un gesto de arena,
el impávido rictus de la clepsidra,
mientras vemos los restos del verano
sobre las playas a lo lejos,
a la laguna
donde la divergencia de las aves
se cuartea en colores que suplican
un enfático resplandor,
un importe de luz
que todavía no rebose el plumaje.
Se tensa el alto viento.
Se anticipan los días en la nada.
Y lloramos montaña arriba
y más allá multiplicando aquellos pájaros
como altisonantes pañuelos.
Y las arrugas de los labios son
los rumores del alma;
y son flamantes las calaveras
bajo las máscaras,
los alcores de la otra orilla
cicatrizados en la grupa de los caballos.
Y también cicatrices son
las sendas recorridas, lóbregas o diáfanas.
Al fondo queda
la humedad de las sombras,
o las propias sombras del infierno.
Y nosotros aún en la costumbre
de la cebada,
en las encandecidas
lucernas proyectadas a lo lejos,
a la fruición de las muchachas en carne florecida.
Estuvo aquí la piedra viva
y fue unánime la supervivencia,
prodigiosamente los hombres
y las mujeres
no murieron en vano.
Aun sentimos las cóncavas solapas
del secreto sin juramento;
memoria que regresa veloz del abandono,
extrayéndolo como un recién nacido.
Los párpados dormidos
desandan el tiempo que ha de ser.