Editorial Alaire

Ramón Carballal escribió: ↑Lun, 28 Abr 2025 10:07 Un poema sensual y erótico a la vez que elegante. Todo un regalo para el lector mas exigente. Un abrazo.

Alejandro Costa escribió: ↑Lun, 28 Abr 2025 10:02 El frío es el alimento del miedo.

Yo cabalgo por las llanuras de su espalda,
apartando cabellos de seda fina
luminosos como el Olimpo,
destapando el suave tacto de la cervical,
apaciguando las manos que resbalan por la cera de la piel,
erizando el vello que cubre mis brazos,
dando brillo a la pupila mientras riega la retina,
endulzando el paladar y humedeciendo los labios.

Yo, levanto el viento que le eriza la piel,
ella, me asiste con un giro,
me deja saborear sus pechos rígidos
y empina las rodillas en señal de júbilo sensual,
endulza una sonrisa insinuante
para invitarme a gozar de esa fruta prohibida
que emana desde la profundidad de un erotismo elegante,
pasional y suave como una mañana despierta.

Más no es real, ni el cielo ha despertado todavía,
aquello que parecía, es tan solo otro signo de locura,
no existe cuerpo, ni sonrisa clandestina alguna,
solo un trozo de tiempo calcinado,
la mente de un ayer perdido en un hoy real,
y ese frío, capataz arrogante,
que me devuelve a la realidad
y me colma de miedo.

Pero, aún se me eriza el vello,
cuando siento corretear en la piel, su sedoso pelo.

Pilar Morte escribió: ↑Mar, 29 Abr 2025 14:23 Hermoso el erotismo que muestras. Un disfrute leerte. Felicidades.
Abrazos y salud

Rafael Valdemar escribió: ↑Mar, 29 Abr 2025 17:34 sugerente erotismo encuentro en tu poema Alejandro...me gustó

saludos

rafael

Concha Vidal escribió: ↑Mar, 06 May 2025 11:09 Jandro... me ha sorprendido y encantado. Así, sin más.
Abrazos desde nuestro mar.

Rafael Elias Huerta escribió: ↑Mar, 06 May 2025 15:04

Alejandro Costa escribió: ↑Lun, 28 Abr 2025 10:02 El frío es el alimento del miedo.

Yo cabalgo por las llanuras de su espalda,
apartando cabellos de seda fina
luminosos como el Olimpo,
destapando el suave tacto de la cervical,
apaciguando las manos que resbalan por la cera de la piel,
erizando el vello que cubre mis brazos,
dando brillo a la pupila mientras riega la retina,
endulzando el paladar y humedeciendo los labios.

Yo, levanto el viento que le eriza la piel,
ella, me asiste con un giro,
me deja saborear sus pechos rígidos
y empina las rodillas en señal de júbilo sensual,
endulza una sonrisa insinuante
para invitarme a gozar de esa fruta prohibida
que emana desde la profundidad de un erotismo elegante,
pasional y suave como una mañana despierta.

Más no es real, ni el cielo ha despertado todavía,
aquello que parecía, es tan solo otro signo de locura,
no existe cuerpo, ni sonrisa clandestina alguna,
solo un trozo de tiempo calcinado,
la mente de un ayer perdido en un hoy real,
y ese frío, capataz arrogante,
que me devuelve a la realidad
y me colma de miedo.

Pero, aún se me eriza el vello,
cuando siento corretear en la piel, su sedoso pelo.

Un poema muy especial Alejandro, con un erotismo de atura y un lenguaje dilecto.

Buen poema

Que tengas un feliz día
Un abrazo
Siempre, Rafael.

Alejandro Costa escribió: ↑Lun, 28 Abr 2025 10:02 El frío es el alimento del miedo.

Yo cabalgo por las llanuras de su espalda,
apartando cabellos de seda fina
luminosos como el Olimpo,
destapando el suave tacto de la cervical,
apaciguando las manos que resbalan por la cera de la piel,
erizando el vello que cubre mis brazos,
dando brillo a la pupila mientras riega la retina,
endulzando el paladar y humedeciendo los labios.

Yo, levanto el viento que le eriza la piel,
ella, me asiste con un giro,
me deja saborear sus pechos rígidos
y empina las rodillas en señal de júbilo sensual,
endulza una sonrisa insinuante
para invitarme a gozar de esa fruta prohibida
que emana desde la profundidad de un erotismo elegante,
pasional y suave como una mañana despierta.

Más no es real, ni el cielo ha despertado todavía,
aquello que parecía, es tan solo otro signo de locura,
no existe cuerpo, ni sonrisa clandestina alguna,
solo un trozo de tiempo calcinado,
la mente de un ayer perdido en un hoy real,
y ese frío, capataz arrogante,
que me devuelve a la realidad
y me colma de miedo.

Pero, aún se me eriza el vello,
cuando siento corretear en la piel, su sedoso pelo.