
A las bordadas espumas de los sueños
se asoman recias pesadumbres.
La soledad,omnímoda,
martillea sin descanso el pensamiento
confinándole entre las rejas del olvido
con cerrojos de pólvora y silencio.
Su tenebrosa mano axfisia los ecos del verbo fatigado
y sin desprenderse,alarga su sombra de ciprés
para apagar el brillo de las letras.
Sin hacer ruido,
con pasos de densa niebla,
agita los estribos de la templanza
al compás del extraño misterio que suscita
el ritmo de su danza monocorde.
Y por mucho clamor vertido al viento,
las palabras languidecen como los cerrados ojos
de una estatua espectral que flota en el vacío.
Al final todo parece inútil:arriba el insomnio.
La solitud rema con manos de hielo por la sudada frente
hacia un calvario de negros alquitranes.