no escribir cuando todo está muy fresco.
No me cobró por eso.
Hay un momento de asentamiento,
cuando la sangre deja de correr,
cuando la respiración se calma,
cuando las lágrimas corren en silencio,
y el dolor se entiende.
No significa que el sufrimiento es menor,
solamente deja de gritar.
Cuando la tormenta se calma
comienza el registro de las pérdidas.
Se mide el daño, se cuantifica la desgracia.
Llega la paz con su silencio azul grisáceo,
ese es el momento para la desesperación,
cuando los ojos se agrandan para abarcar verdades que aún no comprenden.
Hay momentos de asentamiento,
de no precipitar la palabra,
de permitirle a la vida, al tiempo,
a la razón y a los recuerdos, acoplarse.
Hay que comprender el dolor,
hasta que hiera con elegancia.
Pero ahora soy un huracán herido
queriendo arrasar con todo.