Tierra seca y podrida
Publicado: Mié, 25 Sep 2024 23:07
Ayer no fue el último día del crepúsculo,
ni la tarde se acostó a descansar
bajo las maderas calcinadas de los bosques,
ni se escondió el ruido detrás del silencio
ni este, irrumpió con la furia de su voz.
Todo ha sido cuestión de fuerza,
la desproporcionada por la musculatura
de cerebros endiablados en la madeja
de un mal sin posibilidad de arreglo.
No entiendo el motivo de la ordinariez,
ni acaso la voz que no dice nada cuando debiera hacerlo,
los ojos tan solo miran hacia la oscuridad,
cuando tras ellos,
la luz hace tiempo que se convirtió en tinieblas
y las sombras fueron absorbidas
por un mal camaleónico que nunca tuvo piedad,
y que ahora,
exige esa piedad,
que quedó como una palabra inútil,
escondida entre las hojas del diccionario de una vida pasada.
No existe temor, aunque todo irradia miedo,
la cortina del desamparo apenas deja resquicio
donde pueda colarse un poco de esperanza,
la lluvia ya no alimenta la tierra,
las plantas agonizan con la acidez que esparce un cielo
demasiado cansado de clarear los días
y entregado a la obligación de llorar su angustia.
Ya nada queda,
todo se difumina en un horizonte planificado para desaparecer,
las aves emigran sin rumbo, despistadas y heridas,
el sol que otrora caldeaba los fríos de un invierno natural,
calcina hasta las sombras remotas y escondidas,
la voz que ayer gritaba de algarabía,
ahora, desgarrada, pide clemencia,
las flores que oxigenaban con su perfume
y coloreaban la inmensidad de la naturaleza,
son pasto de una tierra seca y podrida,
de un cementerio de gusanos
alimentados por el yacer de unos cuerpos,
a los que la destrucción les negó,
una lápida, una cruz y un final de tranquila paz.
No, ayer no fue el último día del crepúsculo,
la vida ha calcinado su aliento,
no existe nada que diferencie el día con la noche,
el ayer con el hoy,
hoy con el mañana,
tan solo quedan los anales que la historia guarda como tesoros,
la calumnia de nuestros males,
y el recuerdo de nuestros viejos
de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Hoy, de nuevo,
la tarde no se acostó a descansar,
ya no existen maderas calcinadas en los bosques,
solo ceniza sobre una tierra seca y podrida.
Y ya nada,
puede filtrar el fuego de un sol tenebroso.
ni la tarde se acostó a descansar
bajo las maderas calcinadas de los bosques,
ni se escondió el ruido detrás del silencio
ni este, irrumpió con la furia de su voz.
Todo ha sido cuestión de fuerza,
la desproporcionada por la musculatura
de cerebros endiablados en la madeja
de un mal sin posibilidad de arreglo.
No entiendo el motivo de la ordinariez,
ni acaso la voz que no dice nada cuando debiera hacerlo,
los ojos tan solo miran hacia la oscuridad,
cuando tras ellos,
la luz hace tiempo que se convirtió en tinieblas
y las sombras fueron absorbidas
por un mal camaleónico que nunca tuvo piedad,
y que ahora,
exige esa piedad,
que quedó como una palabra inútil,
escondida entre las hojas del diccionario de una vida pasada.
No existe temor, aunque todo irradia miedo,
la cortina del desamparo apenas deja resquicio
donde pueda colarse un poco de esperanza,
la lluvia ya no alimenta la tierra,
las plantas agonizan con la acidez que esparce un cielo
demasiado cansado de clarear los días
y entregado a la obligación de llorar su angustia.
Ya nada queda,
todo se difumina en un horizonte planificado para desaparecer,
las aves emigran sin rumbo, despistadas y heridas,
el sol que otrora caldeaba los fríos de un invierno natural,
calcina hasta las sombras remotas y escondidas,
la voz que ayer gritaba de algarabía,
ahora, desgarrada, pide clemencia,
las flores que oxigenaban con su perfume
y coloreaban la inmensidad de la naturaleza,
son pasto de una tierra seca y podrida,
de un cementerio de gusanos
alimentados por el yacer de unos cuerpos,
a los que la destrucción les negó,
una lápida, una cruz y un final de tranquila paz.
No, ayer no fue el último día del crepúsculo,
la vida ha calcinado su aliento,
no existe nada que diferencie el día con la noche,
el ayer con el hoy,
hoy con el mañana,
tan solo quedan los anales que la historia guarda como tesoros,
la calumnia de nuestros males,
y el recuerdo de nuestros viejos
de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Hoy, de nuevo,
la tarde no se acostó a descansar,
ya no existen maderas calcinadas en los bosques,
solo ceniza sobre una tierra seca y podrida.
Y ya nada,
puede filtrar el fuego de un sol tenebroso.