Dama viajera espera un poco,
hasta que la noche acabe.
solo soy una estación en tu camino;
ya sé que no soy tu amante.
(Leonard Cohen - Travelling Lady)
Epígrafe:
Dama viajera, espera un poco,
hasta que la noche acabe.
Solo soy una estación en tu camino;
ya sé que no soy tu amante.
— Leonard Cohen, “Travelling Lady”
I
Sé que volverás siempre en abril,
después de tu proceloso vuelo irreverente,
después de mi caída.
Buscaré los versos que pudieran tenerte
en los labios que te añoran
y te sienten
en la brisa del mar de las incomunicaciones,
en la enredadera de la muerte,
con un intento vano de escribir tu primer poema,
con el candor enfermo e hiriente
de la mirada triste de mi madre
cuando moría lentamente,
con el lirismo profundo de Paul Simon,
de 1964,
que vuelve a mi memoria siempre.
II
Ahora te imagino
en una habitación de Madrid sin recuerdos.
Solías llevar el pelo recogido,
como siempre,
y tu piel era el mar donde navegaban
las caricias luctuosas de mi fracaso.
Aún no había aprendido a conservarte,
a refrenar tu vuelo,
aunque es posible que tuviéramos un fruto
en aquella tempestad.
No sé si desgarré tu camisa,
si penetré en tu falda y en tu lengua,
si me dejé llevar
por el latido proceloso de tu verso.
Solo sé que aquella mañana murió un poeta,
que enmarañó tu pelo en las sábanas
y no supo seguirte en la huida;
otro se levantó de sus cenizas
para amarte.
III – En Valencia
No cogimos el tren que yo quería;
tomamos en marcha el que tú decidiste,
sin billete de vuelta para Abyla.
Las mañanas me parecían muy largas,
no sé si lloré
cuando sentí tus ansias peregrinas,
solo sé que sonreía
perdido en la tristeza.
Las alas rotas de María del Mar,
que nos dejaría muy pronto…
¿recuerdas que murió años más tarde,
reventada por el sida?
Tus caricias no impidieron
que yo alzara un lúgubre vuelo
del que aún no he regresado.
