
se convierte en castillos en la arena,
hoy espejos y luz el agua drena,
donde la gravedad se queda a solas.
Fuera de los suspiros y cabriolas,
el océano brama y envenena,
asesina acatando la condena,
queda en calma, formando carambolas.
Cuando la tempestad y el propio mar
coinciden, nunca hay distanciamiento,
son de la misma sangre y malestar.
Relámpagos que sellan el tormento,
se deslizan al fondo sin mirar,
como yo también hago, en un momento.