Alguien se esconde tras las lilas enfermas
de un jardín, en otoño;
alguien suspira por un tiempo de copla,
cuando era posible tener una esperanza,
alguien, de noche, gime atormentado
por los sueños malignos,
por la fiebre,
por los monstruos;
alguien pasa escondido en su gabán,
por una calle mal iluminada.
Alguien, en la cala desierta
—calor plomizo—
coge arena en sus manos;
alguien pasa y repasa las hojas amarillas
de un viejo libro de coplas:
¡Ah, canta, lector de poetas!
Esconde tu vida solitaria
en el deseo insatisfecho,
vencido por la vida.
¡Canta, muere y canta!
con hilo de seda roja.
Prendido queda el clavel
en el ojal de su boca.
Vaga sin rumbo un clavel
en la horquilla de un olivo.
El agua se ondula el pelo
Con los dedos del molino.
Como castillos de arena
tres claveles al sol.
¡Corre, amor, corre,
que te muza el caracol!