la cinta Almería Gatwich sólo tiene una cara: la tuya

Tú decías que subían, y yo
que bajaban las hormigas,
encinta/fusión: luna cara,
infinito que cruje la costilla;
faro de Sísifo
en faldas
doncella de Orleans.
Tú que eran mariposas Toltecas,
guerreras del terremoto,
aparejadoras de entraña
agitanados sus pechos en el Tíbet,
yo tenía mis dudas sobre el efecto.
Para el caos es lo mismo:
dirimir en tribunal de La Haya,
un crimen de lesa humanidad,
no me dejaste salida.
— No he matado a nadie, mentiste.
Yo soy cadáver de tus versos
eso sí, nunca por odio, exigí compensación.
Fue cuando aquello de la demencia
en el hocico de la palabra.
Dije, por defenderte, no conocer el agravio.
Después de las cervezas llegamos a un acuerdo:
Tú me abrazas, yo beso tu memoria
¡maldito sureste del que nada desea!
¡Bendita la caja de Schrödinger!
Hicimos el amor por Einstein y la relatividad,
por Moebius y su gato
—el cabrón sigue meando en mis árboles,
un día de estos se me inflan los huevos
y rompo el cianuro—,
y por Eschert, tengamos salud.
Aquel sexhipijop nos sirvió para avenir
los kilómetros desde Al-María,
cargado de piedras que decís epitafio.
Volví a casa
para favorecer la parida íntima,
la meditación
y el olvido semental.
Mejor te hubiera llevado
un par de manzanillas con jabugo.
Hno Renato Vega


