Cruzo el umbral al aceite verde
rebosante de vapores duros,
pugnando por las bocas del Oliveras,
esquiadores que sortean icebergs
en un trópico apacible.
Inoportunas manchas de cacao
sobre dedos, pelo y nariz.
Es cruzar y querer desaparecer
en esos cañones
(según presume la receta)
que vomita una nieve
coronada de cocos naturales.
Allí se ha perdido mi sueño,
entre galletas de canela
al tomba de mi infancia
o a mi apetito.
¿Vuelvo al hogar?
Sola
WWW. Nestle.es. La RED informa:
litoral cargado en la zona del salón.
se habilitarán anillos de fuerte agarre
que evitarán el desastre.
No vuelque los ojos en esa plataforma
de cuchillos voladores;
de bruces olfatee las cigalas
que salen a su paso.
Huya hacia las rocas blandas y jugosas.
Garantizamos su partida del país,
sin más aditivos que:
sangre coagulada,
pimienta en los gritos
entreverados del lechazo.
¿Vuelvo al hogar?
Y cumplo con el mandamiento más hipócrita:
labios empapados y la dulzura de las diosas
que todos nos bebemos en perfectas filas
de sombreros como soles.
Que fui testigo de cómo los higos nacían ya secos
dentro de las nueces,
de cómo nos partíamos
—en dos incomodísimas mitades—
por el peso de las peladillas,
mazapanes toledanos,
confituras escarchadas
o la sal de la lubina,
desconocía por completo el lugar exacto
al que pertenece el Almax.
Aún yacía en su caverna como el mito.
Perdí, a fuerza de hostias,
el origen de la chispa de la vida.
Después de tantas luchas,
no vuelvo a ese hogar.
Parto de casa sin saber
¿Qué parte, de mis amigos,
puedo devorar
sin volver a caer enferma?
¿No sería mejor recomendar un BIO bajo en calorías?
de las noches de pócimas o
allí donde se impuso el primer laurel perpetuo.