
Sí, quiero que las hojas despidan su color chillón,
y su aroma de enagua,
la sosia inmaculada de las indagaciones,
el ruido que en el viento suscita la existencia.
Se encaramen, se yergan ante el jocoso azul
de los canales.
Diriman las distancias de los sueños,
encaucen con sus migas el futuro.
Que su alma se desprenda del tiempo y de la forma
y brille en el semblante de los ángeles.