Escribe la ausencia, sin mí (A Jerónimo Muñoz. In memorian)
Publicado: Sab, 06 May 2023 10:35
Cultivo una lágrima, como el tesoro sin límites, tu presencia
que todavía es incertidumbre, desasosiego del ser o no ser
en un poema escrito por ti. Cerceno las nubes, escribo azul.
Llueve a puñados la nostalgia, empapa de ausencia los días
que vislumbro contigo, contemplando el amanecer.
Me hago el encontradizo, de la sorpresa, aplaudo la ocasión,
más allá de lo insustancial, que es el ensayo antes de obrar,
sin tener en cuenta las horas del reloj, desprovisto de agujas;
más allá del humo, desvanecido en la ilusión del ave nodriza
de plumaje chillón, oigo como sollozan las pieles desprendidas,
y es suficiente tanta alegría, inamovible, como la tierra firme
sobre las aureolas del mar cristalizado.
Si algo hay fortuito, solo Dios lo sabe; solo contemplamos.
Todo lo atribuido al azar es obra del magisterio. Y escribir
-quién lo diría- es un suicidio demasiado lento, engorroso,
a veces, también, borroso o confuso. También es obra suya
blanquear la incertidumbre, hasta que sea el mismo poema
el mismo papel en blanco, donde todo comienza de nuevo.
No encuentro otra forma de expresar, que no escribo,
que no he escrito ningún poema; si no, que me digan
dónde estoy enterrado ¿Quepo, acaso, en la tierra?
Si bien, de mí dije algo, todavía queda algo por decir,
nadie tiene la última palabra, tampoco quien escribe
con los ojos plomizos disipando nubes desde el cielo.
¿Eres tú quién escribes sobre mí un poema lluvioso?
Déjame que te diga, te echo a faltar entre mis cosas,
no regresaré nunca al lugar donde todo se marchita,
no puedo ser el poema solaz mientras me ausento.
Hay una serie de poemas donde sí es posible amar.
Se alimentan del silencio, acompañando los días,
enjugan las lágrimas, que se empeñan en recordar
la torpeza del jugador, el jaque, una mala jugada,
más mala que el orín sobre el óxido de las vías.
Nadie dice lo contrario. Pero, no hay contrario,
aquí todo está igual que siempre, todo está bien.
Como el lápiz sin punta olvidar quién escribe,
la escritura misma, el poema, el sepulcro vacío.
Mejor, ser inconformistas con tanta ofuscación,
benevolentes con la poca vida de la mariposa.
Nadie dijo que la poesía fuera un mendrugo.
Viene el consuelo sin avisar escribe: Te amo.
¿Están bien, pueden encajar el golpe funesto
de la belleza? Es importante sentir el dolor,
tan importante que hasta los ángeles sufren.
Sí, sufren por sentir y padecer, quieren sentir
igual que sienten y padecen quienes escriben.
Pero no, no sienten ni padecen, no escriben.
Escribe la ausencia, sin mí,
atesora lágrimas del cielo.
que todavía es incertidumbre, desasosiego del ser o no ser
en un poema escrito por ti. Cerceno las nubes, escribo azul.
Llueve a puñados la nostalgia, empapa de ausencia los días
que vislumbro contigo, contemplando el amanecer.
Me hago el encontradizo, de la sorpresa, aplaudo la ocasión,
más allá de lo insustancial, que es el ensayo antes de obrar,
sin tener en cuenta las horas del reloj, desprovisto de agujas;
más allá del humo, desvanecido en la ilusión del ave nodriza
de plumaje chillón, oigo como sollozan las pieles desprendidas,
y es suficiente tanta alegría, inamovible, como la tierra firme
sobre las aureolas del mar cristalizado.
Si algo hay fortuito, solo Dios lo sabe; solo contemplamos.
Todo lo atribuido al azar es obra del magisterio. Y escribir
-quién lo diría- es un suicidio demasiado lento, engorroso,
a veces, también, borroso o confuso. También es obra suya
blanquear la incertidumbre, hasta que sea el mismo poema
el mismo papel en blanco, donde todo comienza de nuevo.
No encuentro otra forma de expresar, que no escribo,
que no he escrito ningún poema; si no, que me digan
dónde estoy enterrado ¿Quepo, acaso, en la tierra?
Si bien, de mí dije algo, todavía queda algo por decir,
nadie tiene la última palabra, tampoco quien escribe
con los ojos plomizos disipando nubes desde el cielo.
¿Eres tú quién escribes sobre mí un poema lluvioso?
Déjame que te diga, te echo a faltar entre mis cosas,
no regresaré nunca al lugar donde todo se marchita,
no puedo ser el poema solaz mientras me ausento.
Hay una serie de poemas donde sí es posible amar.
Se alimentan del silencio, acompañando los días,
enjugan las lágrimas, que se empeñan en recordar
la torpeza del jugador, el jaque, una mala jugada,
más mala que el orín sobre el óxido de las vías.
Nadie dice lo contrario. Pero, no hay contrario,
aquí todo está igual que siempre, todo está bien.
Como el lápiz sin punta olvidar quién escribe,
la escritura misma, el poema, el sepulcro vacío.
Mejor, ser inconformistas con tanta ofuscación,
benevolentes con la poca vida de la mariposa.
Nadie dijo que la poesía fuera un mendrugo.
Viene el consuelo sin avisar escribe: Te amo.
¿Están bien, pueden encajar el golpe funesto
de la belleza? Es importante sentir el dolor,
tan importante que hasta los ángeles sufren.
Sí, sufren por sentir y padecer, quieren sentir
igual que sienten y padecen quienes escriben.
Pero no, no sienten ni padecen, no escriben.
Escribe la ausencia, sin mí,
atesora lágrimas del cielo.