
Fuera de mí, la esencia del que observa
a pesar de los cambios,
variopintos y estáticos en su movilidad,
solo en un pestañeo,
apagón de un milenio de aire rebobinado.
La vida es una venda en el ruido del presente,
y su repartición es por ello aleatoria.
No hay comodidad, ni constancia en el sueño,
el olvido es la huella que no deja relieve,
o ese cuello que no puede girarse.
Nadie tiene un segundo similar al de otro,
busco en mis despertares cosas que están dormidas,
y en mi alma ese beso que me ausculte,
lamiendo mi costado eternamente,
romo -oh, labio oculto-,
desde su boca sin salida.