Armilo Brotón escribió: ↑Mié, 31 Ago 2022 19:09
Cancún 2005
Todo estaba reconstruido cuando llegué.
Después del ciclón Wilma olía a mar el cemento,
a chocho nuevo las esferas de lo posible.
El reguetón a las tinieblas del wiski,
la piel a estaño,
la arena a bronceadores de coco.
Hordas de adolescentes gringas, borrachas,
mostraban los confines de sus bragas,
la mínima expresión del deseo.
Hasta el Finisterre, el ombligo
era un mundo de posibilidades
en Coco Bongo.
Volví al hotel cabidiestro:
mañana hay que trabajar de nuevo Roger.
En el ascensor me agarraron el paquete,
me perdí,
dos ancianas de mediana/corta edad.
Después de un par de botellas Perignon,
perseguimos el tiempo perdido de Marcel Proust,
me sumí, sin cavilaciones, en un órdago
a la grande,
soplaron el globo por turno, algunas veces a coro.
Tuve que acoplar el cervantino
al collar de amatistas que me regalaban.
Las catorce sílabas preceptivas a la piedad de su coño,
no perdonaban ni una aquellas cabronas.
Distribuí los serventesios como pude,
los tres Estigmas de Cristo entre las carnes,
para llenar todos los huecos de nuestro desatino;
el estrambote fue de gracia.
Pensaba, a tantito, en los túneles de Guanajuato,
sus momias,
que nunca tienen fin;
la fricción preceptiva de lo imposible
en el trastero de la acogida.
Levantaba su cabeza una misa de difuntos
que el concilio Vaticano hubiera bendecido.
Y el tren pedía auxilio compañeros,
la mampara de gracia,
la escala del placer que tardea en llegar
-no hay tendido eléctrico que resista tamaño voltaje-.
Nunca me dejaron la pausa versal, preceptiva,
ni el cigarrito de piedad,
eso fue todo.
Y no sé si tras aquello,
sería mejor comprometer la eutanasia
digna,
a los remedios paliativos
que una seguridad social,
injusta,
no retribuye a los sementales
tras perder un día de trabajo.
elPrior