El orgullo del girasol

[Ramón Carballal]

Te vi sobre un junco al atardecer,
la brisa sorprendía a las veletas,
el frío nombraba los eclipses,
la huida era un verbo sin adjetivos,
el cielo rompía en olas de mercurio,
quizá inventé tu edad.

Pero te vi y recordé de pronto las áreas gramaticales,
la geometría, una ecuación que nacía en la cruz de tus rizos,
el enjambre de los logaritmos que te vestían
con la exactitud blanca de lo intangible.

Y fui el lugar donde se acuesta el libro de tu noche,
fui la atmósfera que aún no ha brotado en el corazón de los días,
en la ternura hecha flor de invierno.

Acércate, conversa con mi silencio,
que tu mirada viaje del tornasol a la aurora,
que mis ciervos descansen en el claro vientre de tu espejo,
que un dios recoja el verde que se derrama desde tus ojos a la niebla,
desde el atril del ensueño a la garza, con su nostalgia impoluta,
ave de los océanos, canción secreta de la virtud.

Has dicho: agua en mi labio, has dicho: candil entre los cuerpos
o rojez de pieles que no reconocen la espesura.

Yo te doy relojes sin horas, trenes de olvido,
nubes que regresan a la química del oxígeno y la diáspora,
canciones antiguas en vinilos rotos,
la mansedumbre del espía que mana de lo secreto,
la loca idiosincrasia del perdedor.

Elevarse hasta los soliloquios, mi jardín de palabras será tu bosque,
en los ruegos del arcángel verás la infinitud,
en mis manos un laberinto de ríos que no fluyen.

Ahora que somos el eco de una voz,
préstame la calma, la voluntad de erguirte,
el astro que no anuncias, la fe que un día hallaste
en los microscopios, como una célula de amor
que nunca se arrodille, que se alce altiva
lo mismo que un girasol ante el crepúsculo que llega.

[Marisa Peral]

¡Qué barbaridad de poema!
Me llevo el cero y lo subo inmediatamente.

Se me acaban los calificativos para expresarte mi admiración por tu poesía, querido amigo Ramón, eres un prestidigitador de la palabra.

Felicidades y siempre, siempre, gracias por el privilegio de poder leerte.

Biquiños.

[Simon Abadia]

Haces una poesía diferente donde mezclas las palabras con imágenes acopladas
que hacen hermosos los versos. Puro deleite, amigo.
Abrazos, Ramón.

[J. J. Martínez Ferreiro]

Todo un festival de imaginación como esos campos de girasoles altos y de grandes flores amarillas, bosques magníficos del soles en tierra.

Todo un placer de lectura, Ramón.

Unha aperta, querido amigo.

[Ramón Castro Méndez]

Hago míos los comentarios de los compañeros que me han precedido, y te felicito, una vez más, por esa maravillosa aventura que supone adentrarse en la lectura de tus versos.

Un fuerte abrazo.

[Mirta Elena Tessio]

Te vi sobre un junco al atardecer,
la brisa sorprendía a las veletas,
el frío nombraba los eclipses,
la huida era un verbo sin adjetivos,
el cielo rompía en olas de mercurio,
quizá inventé tu edad.

Pero te vi y recordé de pronto las áreas gramaticales,
la geometría, una ecuación que nacía en la cruz de tus rizos,
el enjambre de los logaritmos que te vestían
con la exactitud blanca de lo intangible.

Y fui el lugar donde se acuesta el libro de tu noche,
fui la atmósfera que aún no ha brotado en el corazón de los días,
en la ternura hecha flor de invierno.

Acércate, conversa con mi silencio,
que tu mirada viaje del tornasol a la aurora,
que mis ciervos descansen en el claro vientre de tu espejo,
que un dios recoja el verde que se derrama desde tus ojos a la niebla,
desde el atril del ensueño a la garza, con su nostalgia impoluta,
ave de los océanos, canción secreta de la virtud.

Has dicho: agua en mi labio, has dicho: candil entre los cuerpos
o rojez de pieles que no reconocen la espesura.

Yo te doy relojes sin horas, trenes de olvido,
nubes que regresan a la química del oxígeno y la diáspora,
canciones antiguas en vinilos rotos,
la mansedumbre del espía que mana de lo secreto,
la loca idiosincrasia del perdedor.

Elevarse hasta los soliloquios, mi jardín de palabras será tu bosque,
en los ruegos del arcángel verás la infinitud,
en mis manos un laberinto de ríos que no fluyen.

Ahora que somos el eco de una voz,
préstame la calma, la voluntad de erguirte,
el astro que no anuncias, la fe que un día hallaste
en los microscopios, como una célula de amor
que nunca se arrodille, que se alce altiva
lo mismo que un girasol ante el crepúsculo que llega.

Qué agradable es leer en mi mañana algo tan luminoso como este poema.
La imágen del girasol que siempre sigue con su cuello al sol.
Tengo que contenerme para no decirte más palabras que ya no me quedan, solo felicitarte y decirte que sobre toda las cosas eres un romántico te mando un fuerte abrazo Ramón.-

[Ramón Carballal]

¡Qué barbaridad de poema!
Me llevo el cero y lo subo inmediatamente.

Se me acaban los calificativos para expresarte mi admiración por tu poesía, querido amigo Ramón, eres un prestidigitador de la palabra.

Felicidades y siempre, siempre, gracias por el privilegio de poder leerte.

Biquiños.

Gracias, Marisa, por tu generosidad. Bicos.

[Javier Dicenzo]

Profundidad en tu poema, yo creo que tu expresión es la de todo gran poeta y eres genuino en lengua Española.

[Ana Estepa]

Un intenso y bello poema de amor. Con imágenes claras y potentes
Te dejo mi voto.
Me encantó.

[Pilar Morte]

El girasol se yergue jubiloso como tus versos . Un despliegue de imaginación sin límites.
Un placer leerte.
Abrazos

[Ramón Carballal]

Haces una poesía diferente donde mezclas las palabras con imágenes acopladas
que hacen hermosos los versos. Puro deleite, amigo.
Abrazos, Ramón.

Gracias, Simón, por tus amables palabras. Un abrazo.

[Ramón Carballal]

Todo un festival de imaginación como esos campos de girasoles altos y de grandes flores amarillas, bosques magníficos del soles en tierra.

Todo un placer de lectura, Ramón.

Unha aperta, querido amigo.

Gracias, J.J., por tu visita y palabras. Unha aperta.

[Ramón Carballal]

Hago míos los comentarios de los compañeros que me han precedido, y te felicito, una vez más, por esa maravillosa aventura que supone adentrarse en la lectura de tus versos.

Un fuerte abrazo.

Gracias, Ramón, por tu generosidad. Un abrazo, amigo.

[Ramón Carballal]

Te vi sobre un junco al atardecer,
la brisa sorprendía a las veletas,
el frío nombraba los eclipses,
la huida era un verbo sin adjetivos,
el cielo rompía en olas de mercurio,
quizá inventé tu edad.

Pero te vi y recordé de pronto las áreas gramaticales,
la geometría, una ecuación que nacía en la cruz de tus rizos,
el enjambre de los logaritmos que te vestían
con la exactitud blanca de lo intangible.

Y fui el lugar donde se acuesta el libro de tu noche,
fui la atmósfera que aún no ha brotado en el corazón de los días,
en la ternura hecha flor de invierno.

Acércate, conversa con mi silencio,
que tu mirada viaje del tornasol a la aurora,
que mis ciervos descansen en el claro vientre de tu espejo,
que un dios recoja el verde que se derrama desde tus ojos a la niebla,
desde el atril del ensueño a la garza, con su nostalgia impoluta,
ave de los océanos, canción secreta de la virtud.

Has dicho: agua en mi labio, has dicho: candil entre los cuerpos
o rojez de pieles que no reconocen la espesura.

Yo te doy relojes sin horas, trenes de olvido,
nubes que regresan a la química del oxígeno y la diáspora,
canciones antiguas en vinilos rotos,
la mansedumbre del espía que mana de lo secreto,
la loca idiosincrasia del perdedor.

Elevarse hasta los soliloquios, mi jardín de palabras será tu bosque,
en los ruegos del arcángel verás la infinitud,
en mis manos un laberinto de ríos que no fluyen.

Ahora que somos el eco de una voz,
préstame la calma, la voluntad de erguirte,
el astro que no anuncias, la fe que un día hallaste
en los microscopios, como una célula de amor
que nunca se arrodille, que se alce altiva
lo mismo que un girasol ante el crepúsculo que llega.

Qué agradable es leer en mi mañana algo tan luminoso como este poema.
La imágen del girasol que siempre sigue con su cuello al sol.
Tengo que contenerme para no decirte más palabras que ya no me quedan, solo felicitarte y decirte que sobre toda las cosas eres un romántico te mando un fuerte abrazo Ramón.-

Un punto de romanticismo si hay en mi vida. Gracias, Mirta, por leer y comentar. Un abrazo.

[Josefa A. Sánchez]

Bien por ese girasol al que no abate el ocaso. Siempre es una grata experiencia leerte.
Un abrazo.
Pepa