que, con su extraño rostro, acaricia y envuelve
la luz de los espejos, la voz de la neblina
y declina en las aulas de los vientos la rosa,
no vives la canción de la esperanza
mientras muere un poeta en las Puertas del Campo
del ansia de vivir su verbo en el pasado.
no rompes la muralla del rencor afligido
ni abres el encaje a mi lujuria
atormentada y triste que arrastra su agonía
en los ojos de un bar que derrama el licor
y se adueña del humo. La barra de equilibrio
de todos los milagros, de todas las palabras,
estrecha e implacable espera la caída
del verso y las quimeras en los escaparates.
No apartas mi camisa del silencio,
no abres tu soledad a mi ardiente mirada
ni guardas mis requiebros en la caja de música
cuando Chopin detiene el llanto de la brisa.