ebrio de sangre,
¿Hacia dónde camino
ora que he madrugado,
para escuchar al pájaro
enjaulado de muerte,
para desvanecerme
de mí que no me hallo,
y quedarme sin ti,
que mentías sonriendo?
Bruce Banner siempre lo estropea todo,
intenta solucionarlo pero no puede.
sentado en el monte, ensimismado,
con una lágrima que brota
en sus ojos asustados.
No tiene inteligencia
y quisiera morir,
como un monstruo de feria
atormentado.
Una vez más, ha perdido el control;
hiere a quienes ama
sin saber lo que ha dicho,
sin medir lo que ha hecho,
y quisiera morir,
no escuchar sus pensamientos.
Cuando necesité que fueras
grande y poderoso
y me apartaras de esta gente y sus risas,
un frío intenso barrió
el simulacro portuario
donde los borrachos nostálgicos lloraban
el alcohol en la sangre derramado.
2
Pregunté a Bruce Banner
y al monstruo de Frankenstein
por qué tenía que odiarme a mí mismo,
por qué tiraba en una sola noche
lo que mi corazón había guardado con esmero.
Pregunté a Bruce Banner
y al monstruo de Frankenstein
por qué veía sus caras en el fondo de mi espejo
cuando me miraba
después de cada fiesta.
Yo que apenas puedo hablar de mi ansiedad,
sé que está aquí,
que no sabe esconderse cuando me reclama
con lazos verdes y oscuros
en el aire flotando,
abriendo las heridas
como una madrugada que no puede llegar,
donde sangra el recuerdo de la errática noche.
Yo sé que está aquí para quedarse.
Tras la fiesta no hay rabia
sino melancolía
y el más profundo
desconocimiento de mi ser.
Ambos siguen en silencio en el fondo
del espejo que rompí para no verme,
en los trozos adheridos a mi lejana
adolescencia
cuando leía con frenesí aquellos comics,
historias de monstruos que no sabían reír,
sueños de poeta que retaban a la muerte,
fiestas sin freno orilla un lago helado
donde el monstruo inventaba al hombre
y el hombre era miembros desgajados.
3
Enganchado a una sonrisa de amor
que encontré en el olvido y ahora no recuerdo.
Apartando el pensamiento de mi esterilidad,
consolándome en lo que ha entrado en duda
y antes era cierto,
estrechando el cerco sobre lo que creía que era mi vida entera
y ahora se derrumba sin saber adónde va
o cómo se presenta en el bar de los intentos.
Tengo por cierto que algo ha cambiado, que los profetas
nos hablaban de esta amarga recaída buscada con empeño,
y reímos, reímos.
Ha llegado el instante de empezar a llorar,
a llorar por los hombres, el mundo y los momentos.
16/03/2011
Respirando II
Respirando en la calle que mira a los barrancos
y ha cambiado de esquinas que no te reconocen,
sosteniendo la sombra del paso del cometa
y arañando el recuerdo de los niños sin rostro
vuelves a la tristeza de tus ojos perdidos.
Teñida la verdad por el verde ambulante
del oscuro fundido en la hiedra del muro,
te acercas al rincón donde tiemblan los besos
y la noche se mueve como una calma inquieta.
Se acabaron las farsas
cuando el fin se aproxima
y vivir es fingir el sueño de la muerte,
te precipita el tiempo a golpe de navaja
sin opción a que el pecho
quiera ser traspasado.
Se pierde el maquillaje cuando Betty te llama
como si fuera otra la misma que ha venido.
Luchas contra los vientos donde el mar palidece
y ella sigue rimando el llanto de las olas.
Ya nadie reconoce que pasaba el amor;
era su pelo largo, extraño era su acento,
respiraba su boca como una estrella ausente.
Se pierde el maquillaje y en un arbusto queda
un jirón de tu aurora enredado en espinas
y tu alma se pierde en espejos sin luna
como una alondra herida que no aprendió a volar
y agoniza en los cables
o una romanza antigua que sepultó el silencio.
Canción deslavazada de amor y guerra de Robert Bruce Banner.
Perdido, sin saber que te duele y se asoma,
en esta alma errante que te acunó en sus manos.
En estos días que pierden su nombre y su racimo,
en esta enredadera oscura que crepita
en tu noche de amor que no encuentra consuelo.
Y siguen los anuncios, las poses, los estilos
en la ciudad que fue y extiende su cabello
para esconder la rabia de los niños oscuros.
!Ay, Robert Bruce Banner,
los muertos siguen quietos
hurgando en el camino;
listas en los periódicos que nunca se publican
para que sean leídas por almas que se mueven
lentas como la tarde,
miran, no reflexionan.
Los ángeles rebeldes buscan otro destino
para cuando regresen la verdad y el acanto,
no hay arrepentimiento, dolor simple en grisalla.
Ya no sabes leer, escribir o pensar
¿En qué bando luchaste, tú que amabas la risa,
qué rey quiso alistarte
siendo republicano?
Ya no buscas la playa batida por las olas,
ni el monte de la infancia vencido y amputado
no queda una palabra que te hable de amor,
sólo viejas canciones rotas que te persiguen.
Una sonrisa loca en los brazos de otro
te dice que tu barrio se adentró en la tormenta
y este viento de marzo arrancó tus malvones
para escribir la lluvia que chorrea en tus sienes.
¡Oh, tú que fuiste bravo y ungiste al vencido,
no puedes ir al frente sin saber por quién luchas,
quién disfruta en las guerras,
quién es el enemigo¡
6
Cuando lleguen los días de una nueva derrota
y lleguen los harapos
a las piernas que vagan, edificios derruidos,
cuando lleguen los ojos
que doblen las esquinas y el ruido taciturno
que daña la memoria,
aniquila lo bello y rompe los oídos.
Cuando llegue la noche que no sea una tregua
y se instale en el árbol sin hojas de la ruta,
cuando no quede estrella para pedir deseos
y el verso se deshaga en el cielo de tu boca.
Cuando lleguen los días de una nueva debacle
y vuelvas a llevar aquel vestido nuevo
te esperaré en la esquina de la última cita,
con flores en la mano, un monstruo en la mirada,
un suspiro en los labios,
brillantina en el pelo
7
Pasará el tibio pájaro de la noche en silencio
entre los edificios, los cables, las antenas,
porque será en lo oscuro
de un temor primigenio para que se vislumbre
el ascenso al abismo de una estrella que tiemble.
Arderán los deseos
de remover la huella del pasado sonriente,
de prolongar los besos y romper lo pactado,
perseguir tu recuerdo,
reclamar lo perdido.
Me alcanzará la muerte en una callejuela
de una sola salida que no pueda encontrarme
cuando se ahogue el último resplandor en mi huerto
y acabe la agonía de haber sido distinto.
Ya no abriré los párpados
lentos aunque lo intente
y luche con las sombras que firmen mi sentencia
como el toro orgulloso que no mira las tablas
y reta a los tendidos que celebran su muerte
No hubo un tebeo que me gustará más durante la adolescencia, hablaba de aquel que detestaba la violencia y acababa usándola para defenderse; un drama con tintes trágicos que atrapaba a un científico brillante, reputado y amado por la mujer de sus sueños en la piel de un gigante de color verde con el corazón y la inteligencia de un niño de cinco años y una fuerza descomunal. Es acosado continuamente por su apariencia y acaba perdiendo a su chica en el camino que las circunstancias le ha marcado; una sonrisa loca en los brazos de otro...