Editorial Alaire

Pablo Sales escribió: ↑Vie, 17 Dic 2021 19:59 CORRESPONDENCIA






De tarde, cuando los árboles alargaban
su sombra y era más fuerte el aliento
de los jazmines, he vuelto a leer
tus viejas cartas. Llegó tu voz de tinta,
(como otras veces lo fue de espejo o nube),
derramada como el eco en un paisaje
nunca visitado, a convocar los prodigios
o consolar las moribundas hojas del otoño.
Esa voz universal que hizo nacer, por nombrarlas,
todas las cosas que amamos, los páramos nevados,
el río que mece suspiros en la hora de nadie,
sin sol ni luna blanca, los caminos trazados
a cordel que recorren cometas incansables,
o la arena donde vino a morir la caracola
entre barcas varadas, olor de plata sucia,
sayas negras de espera, ojos sin remedio naufragados.
Sigilosas, tus palabras me acarician,
inextinguible caligrafía de la carne,
notas del viento que arrullan a la serpiente
en la cueva de un dios sin misericordia,
mientras el mar percute en lejanos acantilados
como la luz en los alabastros que narraron la vida
o protegen su recuerdo, lejos ya
del silencio que acompaña la ausencia,
seco y trágico como el cauce roturado
de un río muerto o el despojo de una flor.
Esta noche va alta la luna de los vigías
y las navajas; acaricia los faunos dormidos
en perdidas arboledas, la nieve en las almohadas,
y vela los suaves perfiles de cuerpos de algodón.
Cómo duele tu boca de papel.

Pablo Sales escribió: ↑Vie, 17 Dic 2021 19:59 CORRESPONDENCIA






De tarde, cuando los árboles alargaban
su sombra y era más fuerte el aliento
de los jazmines, he vuelto a leer
tus viejas cartas. Llegó tu voz de tinta,
(como otras veces lo fue de espejo o nube),
derramada como el eco en un paisaje
nunca visitado, a convocar los prodigios
o consolar las moribundas hojas del otoño.
Esa voz universal que hizo nacer, por nombrarlas,
todas las cosas que amamos, los páramos nevados,
el río que mece suspiros en la hora de nadie,
sin sol ni luna blanca, los caminos trazados
a cordel que recorren cometas incansables,
o la arena donde vino a morir la caracola
entre barcas varadas, olor de plata sucia,
sayas negras de espera, ojos sin remedio naufragados.
Sigilosas, tus palabras me acarician,
inextinguible caligrafía de la carne,
notas del viento que arrullan a la serpiente
en la cueva de un dios sin misericordia,
mientras el mar percute en lejanos acantilados
como la luz en los alabastros que narraron la vida
o protegen su recuerdo, lejos ya
del silencio que acompaña la ausencia,
seco y trágico como el cauce roturado
de un río muerto o el despojo de una flor.
Esta noche va alta la luna de los vigías
y las navajas; acaricia los faunos dormidos
en perdidas arboledas, la nieve en las almohadas,
y vela los suaves perfiles de cuerpos de algodón.
Cómo duele tu boca de papel.