En la antesala del verdugo

[Óscar Distéfano]

En la antesala del verdugo

En la espera del dedo acusador
que lo encamine a comprender su crimen
—negarse a combatir como soldado—,
dignamente aturdido,
la gorra descubriendo su calvicie,
con sus dedos contraídos por el ansia
de fumar un cigarro,
sus espaldas padecen la derrota del príncipe
que destruye su trono
por excesos de intrigas palaciegas.

El aire es del tabaco y las axilas.
Alguien mató a su madre
escondiendo el cadáver
en un tambor. ¡Piedad, piedad!
Llega una voz apestosa de ratas
desde la negra celda: grita y grita.

En la antesala del verdugo
las sonrisas macabras se desnudan
—a cara descubierta
listo para moler los sueños,
para apretar cogotes bajo el agua—.
Y luego un trago.

El aire es del que tiene la pistola,
el garrote y el látigo.
El aire es de las moscas que sueñan los sudores,
las babas sucias,
las heridas abiertas.

Sentado en un rincón,
escribe las sintaxis adecuadas
con un ventilador en la memoria;
se declara menos culpable,
y gestiona por nota la clemencia.

La tímida Verdad
se retrae en las auras del poder absoluto.
Se esconde en el cinismo de las botas
hundidas en el culo. ¡Qué perdón ni perdón!
¡Que se vaya al carajo tu perdón!

Y hace tres días
ella lo está esperando en la vereda.

[E. R. Aristy]

En la antesala del verdugo

En la espera del dedo acusador
que lo encamine a comprender su crimen
—negarse a combatir como soldado—,
dignamente aturdido,
la gorra descubriendo su calvicie,
con sus dedos contraídos por el ansia
de fumar un cigarro,
sus espaldas padecen la derrota del príncipe
que destruye su trono
por excesos de intrigas palaciegas.

El aire es del tabaco y las axilas.
Alguien mató a su madre
escondiendo el cadáver
en un tambor. ¡Piedad, piedad!
Llega una voz apestosa de ratas
desde la negra celda: grita y grita.

En la antesala del verdugo
las sonrisas macabras se desnudan
—a cara descubierta
listo para moler los sueños,
para apretar cogotes bajo el agua—.
Y luego un trago.

El aire es del que tiene la pistola,
el garrote y el látigo.
El aire es de las moscas que sueñan los sudores,
las babas sucias,
las heridas abiertas.

Sentado en un rincón,
escribe las sintaxis adecuadas
con un ventilador en la memoria;
se declara menos culpable,
y gestiona por nota la clemencia.

La tímida Verdad
se retrae en las auras del poder absoluto.
Se esconde en el cinismo de las botas
hundidas en el culo. ¡Qué perdón ni perdón!
¡Que se vaya al carajo tu perdón!

Y hace tres días
ella lo está esperando en la vereda.

Las patologías del mundo abyecto son una realidad fétida. Son el yugo de la humanidad. Tu poema pone en escena crudamente la confabulación del verdugo psicológico y su objeto, pero también nos muestra la conversión de víctima a verdugo cerrando así el cículo de la desesperanza extrema.

Me conmueve su realismo profundo. Un abrazo grande, Oscar. ERA

[Óscar Distéfano]

En la antesala del verdugo

En la espera del dedo acusador
que lo encamine a comprender su crimen
—negarse a combatir como soldado—,
dignamente aturdido,
la gorra descubriendo su calvicie,
con sus dedos contraídos por el ansia
de fumar un cigarro,
sus espaldas padecen la derrota del príncipe
que destruye su trono
por excesos de intrigas palaciegas.

El aire es del tabaco y las axilas.
Alguien mató a su madre
escondiendo el cadáver
en un tambor. ¡Piedad, piedad!
Llega una voz apestosa de ratas
desde la negra celda: grita y grita.

En la antesala del verdugo
las sonrisas macabras se desnudan
—a cara descubierta
listo para moler los sueños,
para apretar cogotes bajo el agua—.
Y luego un trago.

El aire es del que tiene la pistola,
el garrote y el látigo.
El aire es de las moscas que sueñan los sudores,
las babas sucias,
las heridas abiertas.

Sentado en un rincón,
escribe las sintaxis adecuadas
con un ventilador en la memoria;
se declara menos culpable,
y gestiona por nota la clemencia.

La tímida Verdad
se retrae en las auras del poder absoluto.
Se esconde en el cinismo de las botas
hundidas en el culo. ¡Qué perdón ni perdón!
¡Que se vaya al carajo tu perdón!

Y hace tres días
ella lo está esperando en la vereda.

Las patologías del mundo abyecto son una realidad fétida. Son el yugo de la humanidad. Tu poema pone en escena crudamente la confabulación del verdugo psicológico y su objeto, pero también nos muestra la conversión de víctima a verdugo cerrando así el cículo de la desesperanza extrema.

Me conmueve su realismo profundo. Un abrazo grande, Oscar. ERA

Me sorprende agradablemente tu comentario. Si nos detenemos a meditar, podremos ver que todos son víctimas del Sistema, tal como lo denunciará Kafka, en su novela "El proceso". El guardia, aunque se sienta poderoso, no deja de ser un pobre desgraciado que cumple órdenes: el detenido, porque debe soportar las injurias; y la mujer, quién es la que más sufre, debido a la angustia de la falta de información para el amor que siente.

Un abrazo grande.
Óscar

[E. R. Aristy]

En la antesala del verdugo

En la espera del dedo acusador
que lo encamine a comprender su crimen
—negarse a combatir como soldado—,
dignamente aturdido,
la gorra descubriendo su calvicie,
con sus dedos contraídos por el ansia
de fumar un cigarro,
sus espaldas padecen la derrota del príncipe
que destruye su trono
por excesos de intrigas palaciegas.

El aire es del tabaco y las axilas.
Alguien mató a su madre
escondiendo el cadáver
en un tambor. ¡Piedad, piedad!
Llega una voz apestosa de ratas
desde la negra celda: grita y grita.

En la antesala del verdugo
las sonrisas macabras se desnudan
—a cara descubierta
listo para moler los sueños,
para apretar cogotes bajo el agua—.
Y luego un trago.

El aire es del que tiene la pistola,
el garrote y el látigo.
El aire es de las moscas que sueñan los sudores,
las babas sucias,
las heridas abiertas.

Sentado en un rincón,
escribe las sintaxis adecuadas
con un ventilador en la memoria;
se declara menos culpable,
y gestiona por nota la clemencia.

La tímida Verdad
se retrae en las auras del poder absoluto.
Se esconde en el cinismo de las botas
hundidas en el culo. ¡Qué perdón ni perdón!
¡Que se vaya al carajo tu perdón!

Y hace tres días
ella lo está esperando en la vereda.

Las patologías del mundo abyecto son una realidad fétida. Son el yugo de la humanidad. Tu poema pone en escena crudamente la confabulación del verdugo psicológico y su objeto, pero también nos muestra la conversión de víctima a verdugo cerrando así el cículo de la desesperanza extrema.

Me conmueve su realismo profundo. Un abrazo grande, Oscar. ERA

Me sorprende agradablemente tu comentario. Si nos detenemos a meditar, podremos ver que todos son víctimas del Sistema, tal como lo denunciará Kafka, en su novela "El proceso". El guardia, aunque se sienta poderoso, no deja de ser un pobre desgraciado que cumple órdenes: el detenido, porque debe soportar las injurias; y la mujer, quién es la que más sufre, debido a la angustia de la falta de información para el amor que siente.

Un abrazo grande.
Óscar

Y a mi me gusta más tu toma del proceso, Oscar. He visto que el resultado sigue siendo la severa opresión de alguien sobre otro. Descuidé la mujer que es casi como un apéndice y es porque ella también hace el papel de verdugo y de víctima en la antesala. Me parece una obra intensa y de la cual se siente el asco imisericorde de la opresión. Un abrazo grande, ERA

[Lunamar Solano]

Es muy potente querido amigo... estremece...
Un gusto leerte...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

[Pilar Morte]

Tu poema tiene fuerza y un mirada certera y reflexiva. Logrados versos que he disfrutado y te felicito por ello. Felicidades.
Abrazos

[Rafel Calle]

Bello y muy interesante trabajo, amigo Óscar.
Felicidades.
Abrazos.